Un artículo de Carlota Sáenz de Urturi Gómez-Centurión,
neuropsicóloga de Cognitiva Chamartín
En la actualidad, existen dos tipos de tratamiento para el deterioro cognitivo (DC): los farmacológicos y los no farmacológicos. En las últimas dos décadas éstos últimos están cobrando fuerza entre los profesionales debido a la ausencia de tratamientos farmacológicos eficaces que mejoren la capacidad cognitiva del paciente o detengan la progresión del DC (Cooper, Li, Lyketsos, y Livingston, 2013).
Las terapias no farmacológicas son tratamientos no químicos, teóricamente sustentados, focalizados y replicables que se realizan sobre el paciente o su cuidador (Carballo, Arroyo, Portero y Ruiz, 2013). Entre sus objetivos terapéuticos se encuentran: estimular y mantener el rendimiento en los procesos cognitivos, estimular la afectividad, las relaciones sociales y la autoestima, potenciar la independencia en la vida diaria e incrementar la calidad de vida del paciente y de sus familiares y cuidadores. Dentro de este tipo de terapias encontramos la estimulación cognitiva, la actividad física, la intervención conductual, el entrenamiento en actividades de la vida diaria o la reminiscencia, entre otras.
De todas ellas la estimulación cognitiva (EC) es la terapia que ha recibido mayor apoyo empírico (Carballo et al. 2013; Maffei et al. 2017; Sherman, Mauser, Nuno, y Sherzai, 2017), llegando a ser propuesta en las guías del National Institute for Health and Clinical Excelence (NICE, 2006) como tratamiento de referencia, independientemente de la prescripción de tratamiento farmacológico.
Se define la EC como el conjunto de técnicas y estrategias que pretenden optimizar la eficacia del funcionamiento de las distintas capacidades y funciones cognitivas mediante una serie de actividades y situaciones concretas que se enmarcan dentro de los denominados programas de entrenamiento cognitivo (Villalba y Espert, 2014). La EC no busca intervenir de forma aislada sobre los procesos cognitivos, sino que lo hace sobre la persona de forma integral, implicando también a su entorno más próximo.
Este tipo de intervención puede ser aplicada en mayores sin envejecimiento patológico, en pacientes con deterioro cognitivo leve (DCL) o con demencia instaurada (Carballo et al. 2013). En el caso de los pacientes con DCL o demencia, el objetivo es potenciar el rendimiento en las capacidades cognitivas y funcionales preservadas, generando a través de éstas estrategias de compensación de las capacidades alteradas de forma que le permita mantener la máxima autonomía durante el mayor intervalo de tiempo posible.
Entre las ventajas de la estimulación cognitiva como intervención se encuentra la ausencia de efectos secundarios adversos, fomenta el contacto social con otras personas, compromete al paciente en la realización de una actividad, actuando como un activador conductual y funcional y no presenta interacciones adversas con tratamientos farmacológicos (Villalba y Espert, 2014).
La metodología de aplicación de la estimulación cognitiva es variada, pudiendo diseñarse diversos tipos de intervenciones. Las sesiones pueden ser individuales o grupales, trabajar con un solo formato de actividades o integrar diferentes tipos de intervención (como las denominadas multicomponente que incluyen fichas de lápiz y papel con entrenamiento en actividades de la vida diaria, ejercicios con ordenador, dinámicas grupales, etc.), estar orientadas a trabajar un proceso cognitivo específico o estimular múltiples dominios a lo largo de la sesión.
De todas estas posibilidades, en un meta-análisis de ensayos controlados aleatorizados realizado por Sherman et al. (2017) encontraron que el diseño más eficaz en DCL son las intervenciones grupales, multidominio y multicomponente que incluyen cambios en hábitos o estilos de vida. También obtuvieron en este estudio resultados significativos las intervenciones focalizadas en el entrenamiento de la memoria. Estos resultados eran independientes de posibles variables moderadoras como el tipo de DCL de los participantes, el contenido de la intervención, la duración de la misma y el intervalo transcurrido en la evaluación de seguimiento.
Los autores interpretan que las intervenciones multidominio y multicomponente fomentan la activación simultánea de procesos y circuitos neuronales alternativos, además de apoyar a los circuitos primarios para alcanzar el rendimiento adecuado en las demandas de la tarea. Por tanto, se facilita la activación parcial de circuitos compensatorios y la reorganización neuronal o plasticidad.
En esta misma línea de interpretación se encuentran los resultados obtenidos por Maffei et al. (2017). En este trabajo administraron una intervención combinada de entrenamiento cognitivo y actividad física a pacientes con DCL frente a un grupo control de DCL sin entrenamiento. El grupo experimental obtuvo una mejora significativa en el rendimiento cognitivo global, que fue acompañada por un incremento en el flujo sanguíneo del lóbulo temporal medial, especialmente en áreas parahipocampales.
Sin embargo, los niveles de atrofia hipocampal fueron similares en ambos grupos. Además, se observó que el grupo experimental no presentó un incremento en los niveles de oxigenación al ejecutar una tarea cognitiva en las medidas post-entrenamiento, mientras que el grupo control si mostró un incremento significativo en esta variable.
Estos datos muestran que el entrenamiento cognitivo unido al ejercicio físico incide positivamente sobre las características funcionales del cerebro, favoreciendo una mayor eficiencia del procesamiento neuronal y la plasticidad y mejorando el rendimiento cognitivo, aunque no revierte o detiene el proceso neurodegenerativo subyacente. Así, la EC parece una herramienta potencialmente beneficiosa para intervenir en la fase prodrómica de las demencias, con el objetivo de retrasar y reducir las tasas de conversión del DCL y con el consiguiente impacto en la calidad de vida de los pacientes y sus familias y en la salud pública en general.
Impartiendo terapias de estimulación Cognitiva. Centro Cognitiva Unidad Memoria Chamartín.
Referencias:
Carballo, V., Arroyo, M.R., Portero, M. y Ruiz, J.M. (2013) Efectos de la terapia no farmacológica en el envejecimiento normal y el deterioro cognitivo: consideraciones sobre los objetivos terapéuticos. Neurología, 28, 160 – 168. doi: 10.1016/j.nrl.2012.06.010
Cooper, C., Li, R., Lyketsos, C. y Livingston, G. (2013) Treatment for mild cognitive impairment: systematic review. The British Journal of Psychiatry, 203(3), 255 – 264. doi: 10.1192/bjp.bp.113.127811
Maffei, L., Picano, E., Andreassi, M.G., Angelucci, A., Baldacci, F., Baroncelli, L….Volpi, L. Train the Brain Consortium (2017) Randomized trial on the effects of a combined physical/cognitive training in aged MCI subjects: the Train the Brain study. Scientific Reports. Nature, 7, 39471. doi: 10.1038/srep39471
National Institute for Health and Clinical Excellence. (2006) Quick reference guide: demencia. Londres: NICE.
Sherman, D.S., Mauser, J., Nuno, M. y Sherzai, D. (2017) The Efficacy of Cognitive Intervention in Mild Cognitive Impairment (MCI): a Meta- Analysis of Outcomes on Neuropsychological Measures. Neuropsychology review, 27(4), 440 – 484. doi: 10.1007/s11065-017-9363-3
Villalba, S. y Espert, R. (2014) Estimulación cognitiva: una revisión neuropsicológica. Therapeía, 6, 73 – 93.
Sobre la autora
Carlota Sáenz de Urturi Gómez-Centurión (M-31299) es Graduada en Psicología y Máster de Neurociencia con especialidad en Neurociencia Cognitiva por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Psicología General Sanitaria en la Universidad Autónoma de Madrid.
Desde 2015 desarrollo mi experiencia profesional como neuropsicóloga en Cognitiva Unidad de Memoria, en el ámbito de la rehabilitación y estimulación cognitiva en adultos con daño cerebral adquirido. Compagino mi trabajo clínico con la formación universitaria en la Universidad Rey Juan Carlos, en la que soy docente en el Máster de Psicología General Sanitaria.