La atención primaria debe ser el eje del sistema público porque permite una mejor resolución de problemas de forma más accesible y favorece la confianza y la participación de las personas usuarias. Pese a ello se incrementa la desprofesionalización y la precariedad laboral entre las trabajadoras sociales de atención primaria de Servicios Sociales, tal y como revela el Informe sobre los Servicios Sociales en España (ISSE), que ha presentado el Consejo General del Trabajo Social.
Este IV Informe ISSE, que permite establecer una radiografía de la atención social primaria en Servicios Sociales, ha contado con la colaboración de los 36 colegios profesionales de Trabajo Social que ha posibilitado obtener información precisa de las más de 43.000 trabajadoras/es sociales colegiadas de toda España. Se ha elaborado de manera conjunta por el Consejo General del Trabajo Social (máximo órgano de representación estatal de las trabajadoras sociales de España), investigadores/as de las facultades de Trabajo Social y de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y la cooperativa de investigación social Indaga.
Este informe muestra una clara preponderancia de los servicios sociales como principal ámbito laboral, concentrándose en este el 74%, seguido del ámbito de la salud con un 18%, pero se observa una incorporación progresiva en los otros pilares y políticas públicas del Estado de bienestar social como educación, empleo, vivienda y garantía de ingresos.
Los servicios sociales de atención primaria representan el 58% y los servicios sociales especializados el 42%,. Si se comparan estos datos con los del ISSE III (2019) se observa una clara reducción de la atención primaria y un incremento en la atención especializada. Esta tendencia no es exclusiva de los Servicios Sociales, ya que se está produciendo un proceso similar en el sistema de salud.
Además, el IV Informe ISSE revela una creciente fragmentación de las relaciones laborales entre las profesionales de los Servicios Sociales –de manera más alarmante en algunas comunidades autónomas-, lo que genera un modelo cada vez más heterogéneo, flexible, precarizado, desprofesionalizado y asentado en la práctica reiterada de no reconocer contractualmente la figura de «trabajadora social», sobre todo en el ámbito de la empresa privada y el Tercer Sector, advierte el Consejo General del Trabajo Social.
De hecho, el 31% de las trabajadoras sociales que ejercen en el ámbito privado lucrativo no tienen reconocida contractualmente su figura profesional, siendo especialmente más notable esta situación entre la población más joven. La inestabilidad laboral en el ámbito de lo social se refleja también en el hecho de que el 49% de las trabajadoras sociales tienen contratos inestables y a tiempo parcial.
En esta situación genera que el sector público aglutine a cada vez mayor número de profesionales en situaciones de interinidad y que las profesionales del Tercer Sector (23%) y de la empresa privada (31%) poseen formas contractuales precarizadas. La preocupación aumenta si se pone el foco en las profesionales más jóvenes, cuya inseguridad laboral alcanza al 61% entre aquellas trabajadoras menores de 35 años.
Diferencias laborales entre mujeres y hombres
La mirada de género también está muy presente en este informe que fija la atención en las diferencias laborales entre mujeres y hombres. El 89% de las trabajadoras sociales son mujeres, sin embargo, son ellas las que siguen en puestos de atención directa, en la base de la intervención social frente a los trabajadores sociales hombres que sí consiguen una mayor presencia en cargos de dirección, coordinación o posiciones acomodadas, especialmente en los tramos más altos de edad.
Estas diferencias de género también afectan a la salud mental de las profesionales, sufriendo las mujeres más ansiedad, estrés y quema profesional. Las tasas de ansiedad entre las profesionales de Servicios Sociales se incrementan entre quienes están en la atención primaria, el 34% de esas profesionales de primera línea, afirma sentir elevados niveles de malestar emocional.
Perfiles de las personas usuarias de los Servicios Sociales
El 90% de las trabajadoras sociales tratan con personas usuarias a diario, lo que permite hacer una aproximación al retrato de estas personas. Se mantiene el perfil clásico de persona usuaria compuesto por:
- mujeres (el 70% de las personas atendidas son mujeres)
- de nacionalidad española (70%)
- de edades adultas (39%) o avanzadas (33%)sin estudios o con bajos niveles educativos (78%)
- sin empleo, pensionistas o dedicadas a labores del hogar (79%)
- personas usuarias presentan algún tipo de discapacidad (46%)
Además de este perfil tradicional, este IV Informe ISSE arroja nuevos elementos característicos en los perfiles de personas usuarias. Se incorporan personas trabajadoras con empleos precarios (11%), con niveles educativos de bachiller o superiores (23%) y cada vez más jóvenes (28%). La aparición de estos nuevos perfiles informa de la gravedad y la profundidad de la crisis social que la pandemia ha agudizado y cuyo efecto se advierte por parte de las trabajadoras sociales desde hace tiempo.
Incremento de las externalizaciones de los Servicios Sociales
Relacionado con la financiación que sostiene a los Servicios Sociales el informe muestra cómo la Administración Pública sigue siendo el principal empleador de trabajadoras sociales en España (61%), porcentaje en retroceso por el incremento de las externalizaciones. De esta forma, el 39% de las trabajadoras sociales de España ejercen en el sector privado. Además, el IV ISSE recalca la dependencia de la gestión privada de la financiación pública: el 66% del Tercer Sector y el 46% de empresas privadas se financian mayoritariamente con fondos públicos. Estos datos advierten de los altos niveles de externalización en los Servicios Sociales de España.
Estos niveles de externalización varían según comunidades autónomas y según el destino de la financiación. Así destacan La Rioja, Madrid y Galicia como los territorios con mayor tendencia a externalizar hacia el sector lucrativo empresarial, frente a Euskadi, Canarias y Cantabria, cuya externalización se dirige hacia el sector privado no lucrativo. En el otro eje se encuentran las comunidades con baja externalización destacando, especialmente, Islas Baleares, Asturias, Navarra y Castilla-La Mancha.
Las diferencias territoriales se perciben también en este IV ISSE en la infradotación de recursos que soportan las zonas rurales. Existe una tendencia a concentrar los servicios y los recursos en las áreas urbanas, mientras que hay una mayor dejación y se ofrece solo la atención básica indispensable para las zonas menos pobladas. Además, los salarios de las profesionales en el mundo rural son más bajos que la media nacional, especialmente en zonas interiores del sur de España y en las zonas más despobladas del norte. Preocupa el caso de Extremadura, Asturias, Castilla-La Mancha y Aragón, donde hay tasas significativas de profesionales que perciben salarios por debajo de los 1.500 euros mensuales.
Para tratar de atajar las históricas desigualdades que impregnan el sistema de Servicios Sociales y con el fin de blindar lo público, el 84% de las trabajadoras sociales se muestra muy de acuerdo con la aprobación de la Ley Marco Estatal de Servicios Sociales que actualmente se encuentra en fase de elaboración por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Lo que parece evidente es que las políticas de ajuste de estos últimos años sumadas a los datos que arroja el IV Informe ISSE del Consejo General del Trabajo Social, indican la urgencia de reforzar y consolidar el sistema público de Servicios Sociales, especialmente la atención social primaria. Desestructurarlo a través de una progresiva mercantilización, cuando hay otra crisis que está en marcha, tendrá efectos muy negativos para la ciudadanía y la cohesión social, advierte el Consejo.