Un artículo de Jaime Gutiérrez Rodríguez,
vocal de Junta de Gobierno y coordinador GT Psicología del Envejecimiento del Consejo General de la Psicología de España
Se habla mucho de la necesidad de que las personas mayores reciban un buen trato y además personalizado, pero ¿Está preparado nuestro país para tratar a estas personas como se merecen?
De todos es conocido que la pirámide poblacional en Europa, y por lo tanto también en España, indica un claro “envejecimiento” de la población, y desde un punto de vista social esto no es más que un dato matemático, frío e impersonal que camufla a cada una de las personas que forman parte de esa mal llamada pirámide y que no aborda cuáles son sus necesidades, problemas o reclamaciones reales auténticas.
Estamos comprobando cómo la sociedad civil compuesta por personas mayores, no imbéciles, se tiene que organizar por su cuenta para reclamar una atención adecuada de los servicios bancarios o de las propias administraciones que han despersonalizado casi por completo sus servicios, dejando una sensación de desprotección y aislamiento que se ha de corregir de forma inmediata, pero ¿es lo único que se ha de corregir en nuestro país con respecto al trato hacia el colectivo de personas mayores?
La respuesta, desde el punto de vista de la Psicología es evidente y lamentablemente no, ya que mientras vemos cómo otros países de nuestro entorno adaptan sus modelos de intervención para que las personas mayores puedan recibir los servicios que necesitan en sus hogares fomentando su autonomía, en nuestro país se sigue favoreciendo un modelo asistencial en centros “sociosanitarios” en muchas ocasiones insuficientemente dotados de profesionales adecuados y limitados en tanto en sus servicios sociales, como en los sanitarios.
Y así frecuentemente nos encontramos que en los centros residenciales de larga estancia para personas mayores hay una disolución de las competencias profesionales de las personas que trabajan en ellos que supone, no solo una mayor carga de trabajo para los empleados de esas residencias sino, sobre todo, una disminución significativa de la calidad de servicio que reciben las personas residentes.
Una atención profesional integral adecuada debería abordar desde el trato centrado en la persona partiendo de un análisis adecuado de la historia de vida del individuo, hasta la prevención de las enfermedades ligadas al paso del tiempo en las personas entre las que se encuentran, cómo no, las enfermedades mentales que en ocasiones parecen ser invisibles al sistema, pasando por un diagnóstico precoz de las demencias, el abordaje de los cambios en la personalidad, el afrontamiento del estado de ánimo de forma que se puedan prevenir los trastornos asociados a dicho estado y así un largo etcétera, que es del todo imposible de enfrentar si las personas mayores no tienen acceso a los servicios que ofrecen los profesionales de la psicología en este ámbito.
Pero no deberíamos quedarnos solamente en los objetivos asistenciales, que si fueran correctamente abordados ya sería un avance, sino que deberíamos ser más exigentes y tener en cuenta objetivos ligados a la calidad de vida de las personas mayores entre los que se encuentran la prevención de la soledad no deseada, el aumento de las competencias digitales y de comunicación, el fomento de las conductas saludables para convertirlas en hábitos, la prevención de la aparición de las ideas ligadas a la muerte o incluso al suicidio y, por supuesto, el trabajo conjunto con las familias, sobre todo si se tiene en cuenta que en la mayoría de los casos aparecen patrones de conflicto relacional mal abordado o simplemente ignorado con el paso del tiempo y que influye significativamente en la relación de las personas mayores con sus familiares.
En los casos en los que aparecen conflictos entre las personas mayores y sus familiares más directos se comprueba que el estado emocional y la salud mental de dicha persona empeora y aumenta la probabilidad de disminución de adhesión a los tratamientos tanto de las patologías físicas como mentales, por lo que se incrementa la presión sobre el sistema sanitario con su consecuente incremento de gasto económico, por lo que si en último término los responsables políticos que se han de encargar de la atención a las personas mayores quieren realizar una gestión eficaz y eficiente, deberían tener en cuenta que para ahorrar dinero hay que invertir en profesionales competentes del ámbito de la Psicología.