Un artículo de Almudena González Fernández,
directora de Mentalia Langreo, centro especializado en Salud Mental
A lo largo de la vida nuestras capacidades cognitivas y físicas se van deteriorando. Esto nos lleva a ser personas más vulnerables y a experimentar, además, limitaciones funcionales debido a los problemas relacionados con la salud. Mientras la mayor parte de las personas pueden vivir de manera independiente, otras presentan ciertas debilidades que se acentúan especialmente en aquellas que padecen afecciones de salud mental. En estos casos, se pueden encontrar en una situación de desprotección y, a menudo, se intensifica la necesidad de apoyo familiar y profesional para poder afrontar situaciones del día a día.
El hecho de que, desde hace algunos años, la importancia de la psicogeriatría como campo específico haya aumentado es una noticia, sin duda, positiva, pese a que todavía siga siendo un ámbito asistencial poco conocido. En todo caso, esta progresiva puesta en valor de la psicogeriatría redunda en que se esté comenzando a dar importancia al bienestar emocional de las personas mayores, entendido no sólo como una estabilidad física sino también psicopatológica, más allá de las patologías habituales asociadas al envejecimiento.
Ante esta realidad, es necesario que, de forma conjunta, sigamos trabajando para dotar de una visibilidad cada vez mayor a esta situación. No debemos dejar de ser conscientes de que los apoyos y tratamientos que necesita un adulto sénior con patologías de salud mental deberán trascender, y mucho, los actuales estándares asistenciales.
Si, de entrada, conseguimos que se hable cada vez más de ello, se genere información, conocimiento y curiosidad al respecto, sabremos tomar mejores decisiones, anticiparnos, ser más empáticos y diferenciar qué cuidados y apoyos específicos serán los más adecuados, ya sean familiares o profesionales, domiciliarios o residenciales.
Seguir la pauta marcada
En la actualidad, existen varias residencias y centros especializados en el tratamiento de patologías mentales que combinan, además, los cuidados usuales del adulto mayor con otros más específicos de salud mental, de tal forma que se pueda brindar un verdadero equilibrio entre la calidad de vida, un entorno seguro y el bienestar emocional. Se trata de centros que están marcando una pauta, un camino, y que el conjunto del sector deberá seguir.
En estos contextos, las figuras del trabajador social, del psicólogo y del psiquiatra cobran una especial importancia para llevar este proceso asistencial a buen puerto. No sólo son imprescindibles por sus funciones habituales, sino también como galvanizadores y orientadores que educan y forman al resto de profesionales de los centros. En resumen -permítanme insistir-, profesionales que marcan la pauta.
Conjugando áreas de conocimiento, oficio y compromiso, estos equipos deben definir las necesidades que requiere cada persona tratada. El objetivo es brindar una atinada combinación entre los tratamientos médicos, específicamente indicados para cada cuadro patológico, y las actividades y terapias adaptadas, que son elemento clave para garantizar una mejora sustancial en el bienestar del usuario.
En este sentido, las actividades constituyen uno de los ejes centrales para la mejora del bienestar emocional de las personas residentes. Activar rutinas basadas en el ejercicio mental constante, a través de dinámicas variadas, facilita la autonomía personal y la inclusión social además de promover un clima de confianza muy positivo para todos los implicados en este proceso: los usuarios, sus familiares y el corpus de profesionales del centro.
La clave está en personalizar
Algunos ejemplos de estas actividades tan beneficiosas para la persona mayor con problemas de salud mental son la musicoterapia, la arteterapia, la relajación, el deporte o los talleres de habilidades sociales. Todas se llevan a cabo en centros como Mentalia Salud, donde se desarrolla, además, una oferta asistencial totalmente adaptada a la medida de las necesidades asistenciales de cada persona.
Para conseguir este elevado grado de personalización es importante que el profesional sanitario acompañe y esté al lado del usuario, diseñando día a día el plan individualizado de cada residente para valorar qué tipo de actividades se adecúan mejor a sus necesidades y en base a sus sintomatologías.
Por otro lado, si queremos cumplir con el objetivo de personalizar de forma proficua las rutinas de cada persona, es muy importante –y aquí cabe insistir– de nuevo disponer de un plan continuado de formación y reciclaje de los profesionales. Es especialmente relevante que toda la plantilla de un centro tenga conocimiento de las nuevas tendencias, investigaciones y avances que, día a día, contribuyen a que podamos llevar a cabo mejores prácticas de psicogeriatría.
Hablar de salud mental es hacerlo también de bienestar emocional. Y ése es el fin último de nuestra profesión: cuidar a los demás para hacerles felices y, haciéndolo, ser felices nosotros mismos.