Un artículo de Berta Brusilovsky Filer,
presidenta de Asociación para la Comprensión Fácil de Entornos y Edificios (ACFEE)
y responsable
del consejo sectorial de Accesibilidad Universal del CEDDD
La salud mental no es siempre resultado de circunstancias intrínsecas a la persona, por ejemplo, las enfermedades con sus consecuencias físicas y mentales. El ambiente, los espacios, las dimensiones, los colores, los ruidos, las barreras que representan los objetos distribuidos y, sobre todo, otras personas con las que se interactúa contribuyen para que cerebro y mente se mantengan saludables -o no-, a pesar del paso de los años, en una evolución natural, “un tope” al que, con suerte llegan las personas.
Como profesionales del diseño, de la arquitectura, la neurociencia nos abre los ojos para una toma de decisiones más adecuada en materia de organización y relaciones proyectuales: funcionales, estéticas y sensoriales. De ahí la importancia de esta transversalidad que nos abre la puerta a un mundo fascinante para enfocar de manera diferente e innovadora nuestros proyectos.
La OMS
Los 194 Estados Miembros de la OMS suscribieron el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2030, por el que se comprometieron a lograr las metas mundiales para transformar la salud mental. Pero el cambio no ha sido lo bastante rápido ni uniforme, y la salud mental sigue teniendo un historial de desatención que es más acuciante en la población mayor, porque va ligada a enfermedades, alteraciones cognitivas y demencias que con toda probabilidad reciban atención médica pero no siempre una correcta atención psicológica y mental.
Estas afecciones, que van apareciendo vinculadas al estado de la persona, tienen muchas veces su razón de ser en los cambios del entorno y al sentimiento de limitación que viven y soportan, sobre todo, aquellas que han sido arrancadas literalmente de su entorno de vida cotidiana para pasar a otra forma de vida diferente en una residencia o incluso en su propia vivienda, pero siendo dependientes de apoyos externos.
¿Qué es salud mental?
Depende de muchos factores, en especial aquellos vinculados a la cognición, aunque también se aspira a mantener la energía y el equilibrio físico a través de las actividades deportivas para conservar la autonomía espacial y en las actividades cotidianas. Pero, sobre todo, pudiendo mantener otras que son muy saludables: continuar experimentando, viajando, conociendo, y disfrutando de la cultura y de la recreación.
Cuando aparece una enfermedad la salud mental se puede resentir por la existencia de una alteración en el funcionamiento normal del organismo que, si es de origen neuronal, tiene con frecuencia un crecimiento rápido e irreversible. Pero muchas veces aparecen alteraciones debido a la inactividad a la que se somete a las personas en espacios reducidos y aún más limitado si se convive, para su comodidad o necesidad -no siempre real- en una silla de ruedas.
De ahí la necesidad de trabajar con los entornos para adaptarlos a las diferentes situaciones personales y, sobre todo, para evitar que las estancias se parezcan más, y perdón por la comparación, a “repositorios” de sillas y personas que a una sala de estar familiar.
¿Por qué accesibilidad cognitiva para mantener la salud mental?
Desde una perspectiva universal la accesibilidad cognitiva como factor de salud física y mental, se definiría como la capacidad de entornos, edificios y servicios de ser contenedores, comprensibles, y usables por todas las personas facilitando la comunicación interpersonal, la autonomía y la seguridad.
Así entendida debería recoger todos los mecanismos, que, desde la óptica de los entornos, los edificios y los servicios –en especial aquellos que sean públicos– pueden ser utilizados con comodidad, facilitando el desenvolvimiento de las personas:
- Porque los entornos y la arquitectura son los ejes alrededor de los cuales gira la vida comunitaria y todas las actividades ciudadanas.
- Porque en caso contrario, se conculca el derecho a la espacialidad de los grupos de población que tienen dificultades de comprensión: la accesibilidad cognitiva es una garantía de desempeño espacial y autonomía.
En un edificio donde residen personas mayores los factores clave para la salud mental son aquellos vinculados a la luz diurna que aumenta la energía física y permite reconocer el paso del tiempo; la colocación de los elementos del mobiliario que facilitan sus desplazamientos. Y especialmente, todos aquellos que permiten un uso y disfrute activo: son relaciones de actividades formas y colores perfectamente organizadas que, por supuesto necesitan, además, adecuadas compañías y una alimentación rica en vitaminas y productos frescos, nunca precocinados.
El cerebro es plástico y la salud mental se basa muchas veces en una ecuación muy simple formada por cuantas horas pasa una persona sentada, en relación con las que pasa haciendo ejercicio físico o simplemente paseando por lugares que muchas veces, una y otra vez, tiene que descubrir porque los encuentra desconocidos.
En tantos casos de demencia -como se ven reunidos en los espacios residenciales de atención al mayor- conservar la autonomía es tan importante como recibir cuidados: su ropa, el perfume que más le gusta, el deporte que hacía solo unos pocos años antes y rodearse de colores adecuados como el verde que recuerda a la naturaleza suman como factores positivos de salud mental.
Lamentablemente parece que aún hay que demostrar cómo la espacialidad es también un importante factor de salud: las formas del espacio, las relaciones y los colores no van a curar las enfermedades, pero van a hacer que “la enfermedad” se viva de otra manera, con emociones positivas que permitan superar aquellas más negativas que se suman a la edad como factor de enfermedad mental o de tristeza.
Cuando se trabaja con personas con deterioro cognitivo hay que saber hacia dónde dirigir los ojos: cual es el problema, ya que la muy frecuente uniformidad de los pasillos que diseñamos nos lleva a cometer algunos errores. Por poner un ejemplo, nada sencillo, las diferencias entre enfermedad de Alzheimer (EA) precoz (AP) y enfermedad de Alzheimer tardío (AT): las relaciones espaciales y sensoriales debería venir acompañadas de soluciones diferentes y específicas.
Como lo más conocido es el AT, el deterioro cognitivo de la memoria episódica, pondremos un granito de arena frente al precoz, ya que la concepción espacial es sumamente importante para la autonomía de las personas sobre todo, porque aún son jóvenes.
Las funciones visuoperceptivas y visuoespaciales, juegan un papel relevante en el diagnóstico y curso clínico de la EA: su alteración puede generar graves consecuencias sobre la independencia funcional y la calidad de vida de las personas: confusión direccional, toparse con las esquinas porque son salientes, no distinguir la diferencia de niveles en el suelo.
Como veis no se ha hablado aquí de las memorias, algo que siempre es consubstancial con la EA. De ahí que las soluciones debemos enfocarlas ejercitando la percepción y reconocimiento tanto de formas como de características físicas de personas y objetos, de forma visual, táctil y auditiva. Así que algunos ejercicios espaciales facilitados por el diseño y la arquitectura (tratamiento de plantas y secciones y alzados) son:
- Reconocimiento de letras y números en relieve.
- Tocar objetos cotidianos para reconocerlos.
- Reconocimiento de colores: nombres asociados a objetos y zonas con un color.
- Imágenes gráficas colocadas en el espacio, para hacer asociación con palabras, fotografías, letras, números.
- Rescatar impulsos que parecen dormidos.
Hay mucho más, pero ya sabemos que Alzheimer no es solo olvido y esto nos dirige directamente a trabajar la espacialidad de otra manera, más adecuada, más saludable para el cuerpo y la mente.
Desde aquí nos sumamos como profesionales a una visión innovadora, diferente, que desde la neurociencia nos ha sumergido en un mundo fascinante, nuevo, que nos permite diseñar sin limitaciones para una comunidad inclusiva de intereses reunidos para la salud física y mental de los mayores.