La fisioterapia, como parte del equipo interdisciplinar que atiende a pacientes de Alzheimer, aborda todas las fases del proceso neurodegenerativo y puede ralentizar el avance del Alzheimer y aumentar la calidad de vida de las personas que lo sufren, como destacan desde el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM).
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que destruyen las neuronas de forma progresiva, lo que lleva al paciente a una pérdida de capacidades intelectuales y funcionales, como el deterioro y pérdida del movimiento.
El Alzheimer afecta sobre todo a personas mayores de 65 años, aunque también es posible en menores de esa edad. En este caso se le denomina Alzheimer de inicio temprano y suponen el 9% de los casos. Como señalan desde el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM), existen varios factores de riesgo, siendo el principal el envejecimiento, debido al aumento de la esperanza de vida de la población española. Eso hace prever un enorme incremento del Alzheimer en los próximos años.
Como señala Ana Herrero de Hoyos, presidenta de la Comisión de Neurología del CPFCM, “la fisioterapia ayuda y mucho a frenar el deterioro de estas personas. Acompaña y guía a los pacientes de Alzheimer durante todas las etapas de la enfermedad, dotándoles de medios; previniendo, promoviendo y permitiendo una mejora en su calidad de vida”,
Un programa sobre el papel de la fisioterapia en el Alzheimer, elaborado por la Confederación Mundial de Fisioterapia (WCTP, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), señala como objetivos principales:
- La prevención de problemas asociados a la evolución y deterioro del sistema musculoesquelético, respiratorio, etc.
- Mantener el mayor tiempo posible la autonomía del paciente, dotándole de medios para lograrlo, junto a hábitos saludables y actividad física, con su debido control y seguimiento.
- Retardar la evolución de la enfermedad, fomentando el correcto funcionamiento del sistema musculoesquelético, cardiorrespiratorio y funciones psicomotrices.
- Asesorar a familias y cuidadores sobre su manejo en todas las fases de la enfermedad para prevenir lesiones.
El ejercicio terapéutico durante el envejecimiento, pautado y supervisado por un fisioterapeuta, disminuye el riesgo de padecer procesos degenerativos. En estos casos es conveniente la intervención de la fisioterapia tan pronto como se diagnostica la enfermedad, para mantener la autonomía del paciente durante el mayor tiempo, indican desde el CPFCM. Y es que “la falta de movimiento lleva al paciente a un mayor deterioro, mermando significativamente su calidad de vida”, advierte Ana Herrero de Hoyos.
El tratamiento fisioterápico en sí dependerá de en qué fase se encuentre cada persona y abarca desde la cinesiterapia, hidroterapia, estimulación psicomotriz y la fisioterapia respiratoria, entre otras.
En la primera fase de la enfermedad se utiliza, sobre todo, ejercicio terapéutico guiado por el fisioterapeuta y adaptado a las circunstancias personales, con el objetivo de movilizar y prevenir atrofias, rigideces y dolores, así como a mantener la autonomía, entrenando la marcha, el equilibrio y la coordinación, lo que ayuda a evitar caídas. Se añaden aquí técnicas de relajación, terapia manual e hidroterapia.
En una segunda fase se profundiza en ese trabajo, incidiendo en los cambios posturales, ejercicios de movilidad de columna y tórax, ejercicios de potenciación muscular y fisioterapia respiratoria.
En las fases más avanzadas de la enfermedad, cuando la persona suele estar encamada y con un importante deterioro físico y psíquico, el papel de la fisioterapia se orienta hacia técnicas que minimicen complicaciones (problemas respiratorios, circulatorios, de estreñimiento, cutáneos, etc.) y mejoren la calidad de vida del paciente.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) calcula que hay unas 800.000 personas afectadas por Alzheimer en España. Sin embargo, se estima un elevado infradiagnóstico, cercano al 30% de los casos, con lo que la cifra podría elevarse a 1,2 millones de personas, según la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA).