Un artículo de Juan Carlos Santamaría,
Director de Comunicación de Inithealth (Grupo Init)
Hace ahora más de un año escribía en Geriatricarea y decía orgulloso que si nacías en Euskadi, tendrías muchas posibilidades de morir más tarde que en cualquier otro rincón de España. Incluso del planeta. Hacía referencia a una noticia de El Correo del 29 de diciembre de 2020. Era el día siguiente al Día de los Inocentes, pero la noticia era real. Decía que la esperanza de vida en Euskadi es una de las más altas del mundo, según la clasificación del Índice de Desarrollo Humano-IDH entre 2010 y 2019 elaborado por el Eustat (Instituto Vasco de Estadística). Concretamente, los vascos vivimos una media de 83,9 años, cercana a la de países y regiones como Hong Kong (84,9) y Japón (84,6).
La esperanza de vida es un buen indicador del estado de salud de la población, ya que una de las características de las sociedades desarrolladas es que la población es cada vez más longeva, pero la utilización de la esperanza de vida como indicador general del nivel de salud de la población no proporciona información sobre la calidad de vida en el horizonte de años de vida y si este horizonte se desarrolla con buena salud o, por el contrario, se desarrolla con alguna discapacidad o dependencia.
Quizás la cuestión debería ser cómo serán esos años que viviremos “de más”. La esperanza de vida en buena salud forma parte del Pilar Europeo de Derechos Sociales publicado por Eurostat y de los Indicadores de Igualdad de Género de Eurostat. El Instituto Nacional de Estadística dice que los años de esperanza de vida en buena salud proporcionan información sobre la calidad de vida en términos de salud del horizonte de años de vida de los individuos. Se considera condición de buena salud la ausencia de limitaciones funcionales o de discapacidad. Las enfermedades crónicas, los problemas mentales y la discapacidad física aumentan su prevalencia con la edad y reducen la calidad de vida de las personas que sufren estas condiciones de salud.
Lo que se conoce comúnmente como la esperanza de vida saludable es el periodo de tiempo en el que las personas no van a necesitar algún tipo de asistencia. En 2018 manejábamos el dato de que los años de vida saludable al nacer en España era 79,2 (76,9 en hombres y 81,5 en mujeres). La Oficina Estadística de la Unión Europea ha actualizado los datos de este ranking y nos los da desglosados para hombres y mujeres.
Las suecas nos ganan en esta “Olimpiada de años saludables”, ya que registran el mayor número de años de vida sana al nacer en 2020 para las mujeres (72,7 años). Después de Suecia está Malta (70,7 años) e Italia (68,7 años). España queda en la octava posición (66,3 años), es decir, la última posición en la que se consigue un diploma en unas Olimpiadas.
En el caso de los hombres también nos quedamos sin medalla, aunque mejoramos algo la posición al quedar los cuartos con 66,3 años de vida sana. Conseguimos diploma, pero nos quedamos fuera del pódium y por debajo de Suecia (72,8), Malta (70,2) e Italia (67,2), que se llevan sus correspondientes medallas.
La peor noticia es que España es el país con mayor pérdida de años de vida saludable entre las mujeres (-3,1 años entre 2019 y 2020) y el segundo entre los hombres, solo mejor por 0,2 años que Irlanda. No me gusta dar malas noticias, pero a veces es el primer paso para ser conscientes del problema y empezar a mejorar.
En mi artículo de Geriatricarea miraba a Reino Unido y a su Estrategia Nacional para la Vida Longeva elaborada por el Grupo parlamentario británico por la Longevidad (All Party Parliamentary Group for Longevity, APPG for Longevity), en la que se marcaban como objetivo incrementar en 5 años la denominada “vida independiente”, con suficiente autonomía, de la población británica en el año 2035 al tiempo que proponen reducir las desigualdades sociales de salud entre los diferentes segmentos de la población.
En Reino Unido quieren reducir la incidencia de las muertes prematuras mediante la promoción de la salud con buenos hábitos, como son una dieta saludable, actividad física, prevención del tabaquismo y alcoholismo, etc.
Habrá imponderables que no podremos controlar, pero los hábitos de vida saludable pueden ser la mejor herramienta para que en un futuro nos subamos al pódium y ganemos una medalla. Si queremos ganar los próximas “Olimpiadas Saludables” quizás deberíamos empezar desde ya con un buen plan de entrenamiento. En el diseño del plan deberíamos participar los ciudadanos, las tecnológicas, la sanidad pública y privada, las empresas por su responsabilidad con el envejecimiento activo saludable de sus trabajadores, etc.
¿Nos ponemos a ello?
Sobre el autor
Juan Carlos Santamaría es el Director de Comunicación de Inithealth, la plataforma para la gestión remota de la salud y el bienestar, desarrollada por Grupo Init. Está entre los 25 principales influencers de tecnología sanitaria de Twitter de todo Europa, según publicación del Financial Times.
Es Cofundador de Health 2.0 Basque, miembro del Comité Científico del I Congreso de Economía Plateada y Embajador Adjunto de Aging 2.0 Bilbao, el capítulo vasco de la red global de innovación en longevidad. Autor del tema «Tendencias en Salud Digital» del Máster de Dirección y Gestión Sanitaria de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid) y miembro del Advisory Board del «Estudio sobre la consulta de salud virtual y sus beneficios para el sistema sanitario», promovido por Esade e impulsado por Barcelona Health Hub.
De manera altruista es el Director de Comunicación de OdiseIA, Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial y Delegado Territorial para Euskadi de la Federación Nacional de Digitación y Blockchain.
Twitter: @jsantamariaglez