Un artículo de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG)
La soledad no deseada es uno de los problemas que en los últimos tiempos hay que afrontar al llegar las fechas de Navidad porque son periodos especialmente significativos, en los que tanto la tradición, el recuerdo de otros años como las campañas de publicidad nos instan a centrar la atención en familia. Cuando esta familia o parte de ella no está disponible el sentimiento de soledad puede dispararse. Por este motivo, es especialmente importante recordar en estas fechas, la importancia de la salud mental.
«Las navidades no son lo de antes, son bonitas cuando tienes a tus hijos o niños pequeños en casa, pero ahora con los años cada vez apetece menos» explica Luisa, de 76 años, en un taller de memoria.
No cabe dudas que el paso de los años y las experiencias vitales nos ayudan a desarrollarnos como personas. Comenzamos siendo hijos e hijas que festejan las navidades con ilusión dentro de nuestras familias, después pasamos a ser quienes las organizan para los pequeños de las familias, pero ¿qué pasa cuando aquellos para quienes las organizaban ya son mayores o simplemente han desaparecido? ¿Cómo pasan las navidades aquellas personas más longevas y sobrevivientes de sus navidades o aquellas que por cualquier motivo se encuentran en soledad?
La pérdida de la red social se puede dar por muchos motivos, actualmente la soledad es un problema cada vez más preocupante y creciente, especialmente en la población mayor en quien esta soledad no deseada puede ser no solo a nivel emocional sino en muchos casos también física.
La soledad no deseada se puede definir como la escasez de contactos con amigos y familiares acompañado de una insatisfacción por el apoyo recibido y que se caracteriza por una baja participación social. Además de la soledad no deseada, en nuestro país existen muchas personas que viven cada vez más aisladas con lo cual las ayudas, los apoyos y los momentos de disfrute social se vuelven escasos.
Cuando la soledad se expresa ya no solo como una emoción de falta de contactos significativos, sino que también está asociada al aislamiento, la situación se complica, el acceso a ayudas, apoyos y atención a las necesidades que una persona puede tener en su día a día se convierte en un gran riesgo para la salud.
En España existen 4,7 millones de hogares unipersonales, casi la mitad 2 millones, de estas personas que viven solas, son mayores de 65 años. Vivir solas por decisión no es un problema per se, incluso puede ser un síntoma de un buen nivel de autonomía, el problema viene cuando la persona que vive sola anhela el contacto con familiares, amigos y otras personas y que por distintos motivos la comunidad no es capaz de satisfacer.
«Recuerdo las navidades cuando vivía mi mujer, nos reuníamos con nuestros muchachos, venían los amigos a mcasa e incluso los vecinos; las Navidades eran muy bonitas; ahora las paso con mi hija, pero preferiría pasarlas en mi casa como un día habitual y no darle tanta importancia», Santiago, de 88 años.
Además de los recuerdos y el anhelo de contacto que la Navidad trae consigo, la falta de horas de luz y los cambios asociados al invierno pueden afectar a nuestro ánimo a cualquier edad.
Por este motivo, como nos recuerda Esther Camacho Ortega, secretaria del Grupo de Psicología del envejecimiento de la SEGG, es especialmente importante recordar en estas fechas, la importancia de la salud mental. A nivel personal podemos pedir ayuda a profesionales y ofrecer a aquellas personas mayores de nuestro entorno que puedan estar pasando por periodos de especial tristeza o que sospechamos puedan estar afectadas con depresión.
Como profesionales y como sociedad debemos luchar porque la salud mental tenga un papel relevante y que la oferta de apoyos principalmente públicos para luchar contra la soledad, el aislamiento y por la salud mental tomen un papel relevante.