Un artículo de Sonia Terrón Pérez,
Terapeuta Ocupacional en atención domiciliaria, responsable de Mas Terapia en Madrid
Las enfermedades neurodegenerativas se caracterizan por un proceso progresivo de degeneración y muerte neuronal en el cerebro y/ o en otras partes del sistema nervioso, siendo la causa más frecuente de demencia y produciendo diversos síntomas como problemas motores o en el funcionamiento cognitivo, entre otros.
Actualmente, no hay tratamiento curativo para las demencias y las enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, hay terapias farmacológicas (medicamentos) y terapias no farmacológicas (intervenciones psicosociales) que consiguen enlentecer el proceso de deterioro, procurando mantener el máximo tiempo posible la autonomía y las capacidades preservadas.
Ante la ausencia de tratamientos farmacológicos eficaces, se está extendido el uso de terapias no farmacológicas en los domicilios que buscan aliviar los síntomas, paliar y ralentizar el declive cognitivo y físico, así como mantener o mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y la de sus familias.
Se entiende por terapia no farmacológica (TNF) cualquier intervención no química, teóricamente sustentada, focalizada y replicable, realizada sobre el paciente o el cuidador y potencialmente capaz de obtener un beneficio relevante (Olazarán et al, 2010). También, son conocidas como intervenciones psicosociales.
Dentro de las terapias no farmacológicas que se pueden llevar a cabo en un domicilio se encuentra el ejercicio físico, una variedad de actividad física planificada, estructurada y repetitiva, que tiene en cuenta las necesidades y características de la persona.
El ejercicio físico es una herramienta fundamental como terapia no farmacológica para las personas con demencia o enfermedades neurodegenerativas pues pueden presentar rigidez, pérdida de fuerza e inmovilidad, deterioro de las capacidades motoras, trastornos de movimientos, problemas con la postura, entre otros síntomas. Fomenta la movilización de todos los segmentos corporales, la flexibilidad, la fuerza, el equilibrio, etc., con el fin de mantener su independencia durante el máximo tiempo posible.
Por otra parte, actúa sobre los factores modificables que aumentan el riesgo de demencia o enfermedades neurodegenerativas (diabetes, obesidad, hipertensión…), además, de presentar grandes beneficios, entre ellos:
- Favorece el mantenimiento de la autonomía personal y su independencia.
- Aumenta la supervivencia de las neuronas al liberar sustancias neuroprotectoras durante el ejercicio.
- Mejora la circulación sanguínea reduciendo el riesgo de eventos vasculares, tanto a nivel cardiaco como cerebral.
- Disminuye la atrofia cerebral, la pérdida de neuronas, y aumenta el volumen del hipocampo, el centro de la memoria. Por tanto, aumentan las capacidades intelectuales, la reserva cognitiva.
- Mejora el estado de ánimo y disminuye los trastornos conductuales asociados a la demencia.
- Mejora la movilidad, el equilibrio y la forma física.
- Evita rigidices, atrofia y reduce el riesgo de caídas y accidentes.
- Mejora las defensas, por lo que disminuye el riesgo de infecciones.
- Mejora la calidad del sueño y regula el ciclo sueño-vigilia.
- Reduce el riesgo de estreñimiento, entre otros beneficios.
En el domicilio se pueden realizar una gran variedad de ejercicios o actividades que han de ser supervisadas y desarrolladas por un profesional que realice el asesoramiento, el seguimiento y validación de las actividades. No obstante, se puede entrenar a los cuidadores para facilitar la supervisión del ejercicio y garantizar el éxito de la actividad.
Es importante organizar el día reservando un espacio de tiempo para realizar ejercicio físico ya sea en casa o en el exterior. Antes de iniciar ejercicio físico, se debe de realizar una valoración inicial a nivel motor para identificar enfermedades, limitaciones y necesidades a tener en cuenta, gustos, intereses, aficiones pasadas, etc.
El ejercicio físico se debe adaptar a las posibilidades de la persona, tanto físicas como cognitivas, a la capacidad de comprensión y ejecución de órdenes. Debe ser individualizado y conforme a la condición física de cada uno. Se aconseja incorporar de forma rutinaria al menos 1 hora de paseo diario y establecer una rutina de ejercicio físico combinado.
Es recomendable combinar ejercicio aeróbico, de equilibrio, de fuerza y de flexibilidad. La frecuencia ideal de las sesiones oscila entre 2 y 3 sesiones a la semana, con una duración promedio de una hora de intervención. Durante las sesiones, se puede usar música y diferentes materiales que facilitan su realización.
Algunos ejercicios, actividades y terapias a nivel motor que se desarrollan en el domicilio o en el exterior son ejercicios multimodales (combinación de múltiples componentes motores), ejercicios de resistencia, ejercicios de equilibrio y psicomotricidad fina, ejercicios de fuerza, de flexibilidad, de coordinación, ejercicios de psicomotricidad, actividades deportivas, terapia
acuática, etc.
Por tanto, el ejercicio físico es un tipo de intervención no farmacológica con grandes beneficios. Su práctica se vincula a un menor riesgo de demencia. Toda persona debería participar en algún programa de ejercicio físico, independientemente de su edad y de sus limitaciones, sin olvidarnos de aquellos grupos de población mayor con dificultades especiales como mayores con demencia o con enfermedades neurodegenerativas.
Se debe de realizar de forma regular a modo preventivo o como parte importante del tratamiento de las personas con demencia o enfermedades neurodegenerativas.