Un artículo de Susana González Manzano, Luis Polo Ferrero, Ana García Barriga y Fausto José Barbero Iglesias, de la Facultad de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad de Salamanca
Introducción
El envejecimiento de la población es un fenómeno global cuya incidencia está aumentando rápidamente debido a la combinación de una mayor esperanza de vida y una disminución de la natalidad (1). El envejecimiento poblacional es un gran triunfo y a su vez un gran reto de la sociedad. Para afrontar este reto debemos:
– I) conocer los problemas de salud más frecuentes de las personas mayores
– II) identificar los resultados en salud que se quieren obtener
– y III) establecer los procedimientos para llevarlos a cabo
Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE), 2021, muestran que en España hay un total de 9.389.256 personas mayores de 65 años y de ellas 1.625.251 son personas mayores de 85 años lo que representa el 20,0% y el 3,5% respectivamente de la población total del país (2). Respecto a la residencia de las personas mayores de 65 años el 79,8% viven en una vivienda familiar, el 18,8% años en una residencia de mayores y el 1,4% en otro tipo de alojamiento (3).
Los principales síndromes geriátricos incluyen: inmovilidad, inestabilidad-caídas, incontinencia urinaria y deterioro cognitivo (4). Estos síndromes tienen una serie de características comunes tales como una etiología multifactorial y una elevada prevalencia entre la población mayor. Tras su aparición, dan lugar a un importante deterioro en la calidad de vida de las personas que los padecen, a menudo, generan o incrementan la dependencia y aumenta las necesidades de asistencia sanitaria y social.
Hay que destacar que, en muchos casos, la aparición del síndrome es prevenible, o bien se podría retrasar su aparición. Una vez instaurado, con el diagnóstico y tratamiento adecuado, se puede atenuar o revertir. El abordaje diagnóstico y terapéutico requiere una valoración integral del paciente, con la implicación de diferentes profesionales sanitarios, y el correcto uso de los diferentes niveles asistenciales.
La mejor estrategia para evitar la aparición de los síndromes geriátricos es la prevención 5). Existe un riesgo alto de inmovilidad en pacientes con afectación muscular, articular, cardiovascular y neurológica. Por tanto, estos pacientes deben ser estimulados para mantener un nivel de actividad adecuado a sus circunstancias, y si lo precisan, deben ser incluidos en programas de actividad dirigidas por fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales. La educación para la salud juega un papel importante, se debe instruir a la persona mayor en los ejercicios físicos que debe realizar, así como la duración, la intensidad y la frecuencia de los mismos.
Respecto a la prevención y tratamiento del síndrome de inestabilidad-caídas, es preciso, lógicamente, prevenir las caídas sin limitar la movilidad, la independencia y las actividades de la vida diaria. Las principales medidas preventivas de autocuidado son hacer ejercicio físico y tener una dieta equilibrada.
La prevención de la incontinencia urinaria debería iniciarse en edades anteriores a la vejez. Entre las principales medidas preventivas para evitar la incontinencia se encuentran hacer actividad física regular, evitar el estreñimiento (con una ingesta de fibra adecuada) y adiestramiento en los ejercicios de suelo pélvico, como los ejercicios de Kegel.
En relación con las actuaciones preventivas sobre el deterioro cognitivo crónico, estas no están totalmente delimitadas. En pacientes con deterioro de memoria e incluso demencia en fases leves, parece útil intentar mantener las capacidades mentales existentes mediante talleres de memoria, orientación a la realidad, adaptación del entorno, etc.
Una dieta equilibrada y el ejercicio físico regular son factores importantes en la función cognitiva y previenen el deterioro cognitivo en las personas mayores, ya que pueden ayudar a mantener el cerebro en buen estado. Por ejemplo, algunos estudios sugieren que una dieta rica en antioxidantes, vitaminas del complejo B, vitamina E, vitamina D, ácidos grasos omega-3, polifenoles y diferentes fitoquímicos puede ayudar a reducir el riesgo de enfermedades cognitivas como la enfermedad de Alzheimer.
Además, una dieta saludable también puede ayudar a prevenir otras enfermedades crónicas, como la diabetes y la hipertensión arterial, que pueden aumentar el riesgo de deterioro cognitivo (6,7). Los datos de diferentes estudios sugieren que seguir una dieta MIND (Mediterranean-DASH Intervention for Neurodegenerative Delay) puede reducir significativamente el riesgo de desarrollar la incidencia de la enfermedad de Alzheimer (8,9).
Por otro lado, el ejercicio físico regular también puede tener efectos beneficiosos en la función cognitiva. Se ha demostrado que el ejercicio físico mejora la circulación sanguínea en el cerebro, aumenta el número de conexiones neuronales y promueve la neuroplasticidad, lo que puede ayudar a mantener el cerebro en buen estado y prevenir el deterioro cognitivo (10).
Al estudiar los diferentes síndromes geriátricos, se ha visto que en todos ellos es posible llevar a cabo diferentes medidas preventivas, que eviten o retrasen su aparición. Entre estas medidas preventivas destacan el estilo de vida saludable que implica principalmente el ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y ejercicios de estimulación cognitiva.
Resaltar la importancia de la promoción de la salud desarrollando programas que fomenten estilos de vida saludables, centrados principalmente en la alimentación equilibrada y el ejercicio físico, al ser ambos descritos como algunos de los principales factores de riesgo modificables de enfermedades no transmisibles (11). Los diferentes profesionales de la salud, fisioterapeutas, enfermeros, dietistas-nutricionistas y terapeutas ocupacionales debería participar en programas de prevención de estos síndromes.
La importancia de la nutrición optima y del ejercicio físico
Las personas mayores con una nutrición no óptima tienen mayor probabilidad de perder la masa muscular (sarcopenia) y el tejido trabecular óseo (la aparición durante la vejez de osteopenia y osteoporosis), disfunciones en el sistema inmune y una mayor prevalencia de diferentes enfermedades crónicas no trasmisibles (obesidad, arteriosclerosis, hipertensión, algunas enfermedades hepáticas y renales, diabetes mellitus, etc.).
Todos estos problemas asociados a una mala alimentación y falta de ejercicio físico van a estar condicionados por los hábitos que se hayan mantenido a lo largo de la vida. No hay que obviar la dificultad de una nutrición optima debido a los problemas fisiológicos relacionados con el aparato digestivo de las personas mayores.
También hay que indicar que, debido a una pérdida de los sentidos, el gusto y el olfato, en las personas mayores crece el desinterés por la comida, también tienen una mayor dificultad para acceder a los alimentos y una mayor inapetencia por situaciones anímicas debidas a diferentes situaciones sociales. Unido a ello, no debemos olvidar la relación del sentimiento de soledad sobre la salud de nuestros mayores, considerado también, un factor de riesgo modificable que puede verse atenuado con la práctica de ejercicio físico en grupo y otras actividades que fomenten la interacción social o en nivel de ocupación (12).
Respecto al ejercicio físico, este se contrapone a las consecuencias negativas asociadas al envejecimiento desde el punto de vista fisiológico. Estos efectos beneficiosos se deben a diferentes mecanismos relacionados con una mejor conservación funcional a cualquier nivel, especialmente en lo que respecta a los aparatos cardiovascular, respiratorio y osteoarticular, i.e., ayuda a mantener una buena masa muscular, mejora la capacidad aeróbica, estabiliza la densidad mineral ósea previniendo la osteoporosis, todo ello se ve reflejado en una mejora de la funcionalidad y calidad de vida de la persona.
Además, favorece la regulación glucídica y ayuda a mantener una mejor actividad mental. Otros mecanismos se deben a que reducen diferentes factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión arterial, obesidad, hipercolesterolemia, etc. Esto lleva a una reducción del riesgo de discapacidad y en último término a una mejora en la calidad de vida.
Situación actual
Hay una escasa atención del bienestar de las personas mayores en todos los ámbitos sociales y también en la atención sanitaria. El profesional sanitario que principalmente les atiende suele tener una escasa preparación específicamente en geriatría, en nutrición y en ejercicios físicos terapéuticos. Se descuida en la inmensa mayoría de los casos la práctica de una valoración nutricional y se subestima la importancia de indicar a la persona mayor que realice ejercicio físico.
Un claro ejemplo para seguir sería el que llevan realizando la Universidad de Salamanca y el Excmo. Ayuntamiento de Salamanca desde hace 32 años a través del Programa de Revitalización Geriátrica. Mediante el mismo un grupo multidisciplinar de fisioterapeutas, enfermeros, terapeutas ocupacionales, especialistas en nutrición y médicos, abordan una intervención desde la prevención, la promoción y el bienestar de los mayores en la combinación del ejercicio físico, la dieta y la cognición.
La preocupación por parte de la concejalía de Mayores por un envejecimiento activo de los mayores de este municipio y la actual línea de investigación en “Envejecimiento Activo con Fisioterapia Preventiva – PReGe” por parte de la Universidad de Salamanca convergen con el desarrollo de este programa.
Perspectivas de futuro
¿Hacia dónde deberían encaminarse los programas de salud para promover la salud y el bienestar de las personas mayores?
Los profesionales sanitarios, principalmente fisioterapeutas, enfermeros y dietistas-nutricionistas deberíamos buscar que los organismos y administraciones públicas se comprometan en campañas para fomentar el envejecimiento activo y la dieta equilibrada. También deberíamos contribuir a informar a este grupo poblacional sobre las ventajas de realizar ejercicio físico y una dieta equilibrada y las formas de llevarlo a cabo.
Otras medidas en las que deberemos trabajar conjuntamente administraciones y profesionales sanitarios incluirían conseguir espacios adecuados para llevar a cabo ejercicio físico a través de los fisioterapeutas para que enseñen activamente a cómo realizar correctamente esos ejercicios, e individualizar aquellos que son más adecuados para diferentes grupos de personas mayores.
Sobre todo, debemos aunar fuerzas para modificar las actitudes y los comportamientos sociales que llevan a una gran proporción de personas mayores a ser sedentarias y con dietas desequilibradas. Las distintas organizaciones sanitarias tienen que proponer un modelo de envejecimiento activo como meta que permita disfrutar a las personas mayores de la mejor calidad de vida posible.
Se debe hacer, a través de los fisioterapeutas, enfermeros y dietistas-nutricionistas, una valoración geriátrica integral, incluyendo cuestiones relativas al ejercicio físico y a una evaluación nutricional. La desnutrición calórico-proteica es una situación común entre los ancianos, es un factor de riesgo adicional en cuanto a mortalidad y morbilidad para muchas enfermedades agudas y crónicas de alta prevalencia en la edad avanzada.
Hacia donde debería dirigirse la investigación
La investigación en el campo de la nutrición y el ejercicio físico en personas mayores es un área de gran interés y en constante evolución. Algunas áreas de investigación que podrían ser importantes para avanzar en el conocimiento serían las siguientes:
- Identificación de nutrientes específicos y su papel en la salud cerebral. Aunque se sabe que una dieta saludable puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo, todavía hay mucho que conocer sobre qué nutrientes específicos son los más importantes y cómo interactúan con el cerebro, así como en investigar la relación entre la nutrición y la neuroplasticidad.
- Aunque existen evidencias que indican que el ejercicio físico puede mejorar la función cognitiva en personas mayores, todavía hay preguntas sin resolver sobre cómo el ejercicio afecta al cerebro a largo plazo. La investigación debería centrarse en estudiar los efectos a largo plazo del ejercicio físico en la salud cerebral y en el desarrollo de estrategias de ejercicio personalizadas para personas mayores.
- Las necesidades de cada persona son diferentes y las intervenciones personalizadas pueden ser más efectivas que las recomendaciones genéricas. La investigación debería centrarse en el desarrollo de intervenciones personalizadas para la nutrición y el ejercicio físico que tengan en cuenta las necesidades y preferencias individuales, incluyendo los factores socioeconómicos y culturales.
- La tecnología puede ser una herramienta útil para mejorar el seguimiento y la adhesión a las intervenciones de nutrición y ejercicio físico en personas mayores. La investigación debería centrarse en la evaluación de la efectividad de las tecnologías y en su aplicación práctica en la vida diaria de las personas mayores.
Referencias
1. Varesco G, Hunter SK, Rozand V. Physical activity and aging research: opportunities abound. Appl Physiol Nutr Metab [Internet]. 2021 [cited 2023 Mar 8];46(8):1004–6. Available from: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33951404/
2. Instituto Nacional de Estadística. (2021). Población por fecha, sexo, edad (año) y nacionalidad. Padrón municipal a 1 de enero de 2021
3. Instituto Nacional de Estadística. (2020). Personas mayores de 65 años por tipo de vivienda. Resultados detallados. Encuesta Continua de Hogares 2020
4. GÓMEZ AYALA AE. Grandes síndromes geriátricos. Farmacia Profesional. 2005;19(6):70-4
5. Menéndez Colino R, Mauleón Ladrero MC, Condorhuaman Alvarado P, González Montalvo JI. Aspectos terapéuticos de los grandes síndromes geriátricos. Tratamientos farmacológicos y no farmacológicos. Indicaciones. Medicine – Programa de Formación Médica Continuada Acreditado. 1 de diciembre de 2017;12(46):2743-54.
6. Gómez-Pinilla, F. (2008). Brain foods: The effects of nutrients on brain function. Nature Reviews Neuroscience, 9(7), 568-578.
7. Gómez-Pinilla, F., Hillman, C., & Erickson, K. (2013). The effects of diet and exercise on brain plasticity and cognitive function. NeuroMolecular Medicine, 15(3), 1-5. doi: 10.1007/s12017-013-8225-8
8. Morris, M. C., Tangney, C. C., Wang, Y., Sacks, F. M., Barnes, L. L., Bennett, D. A., & Aggarwal, N. T. (2015). MIND diet associated with reduced incidence of Alzheimer’s disease. Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, 11(9), 1007-1014.
9. Dudkowiak, R., Gryglas, A., & Poniewierka, E. (2016). The role of diet and antioxidants in the prevention of Alzheimer’s disease. Journal of Medical Science, 85, 205. https://doi.org/10.20883/jms.2016.144
10. Lautenschlager, N. T., Cox, K. L., Flicker, L., Foster, J. K., van Bockxmeer, F. M., Xiao, J., & Almeida, O. P. (2008). Effect of physical activity on cognitive function in older adults at risk for Alzheimer disease: a randomized trial. JAMA, 300(9), 1027-1037. doi: 10.1001/jama.300.9.1027
11. Organización Mundial de la Salud. (16 de septiembre de 2022). Enfermedades no transmisibles. Recuperado de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases
12. Palma-Ayllón, E., & Arrieta, M. D. (2021). Effects of loneliness on the health of the elderly. Gerokomos, 32, 22–25.
Sobre los autores
Susana González Manzano1-2-5, Luis Polo Ferrero1-3, Ana García Barriga1-4, Fausto José Barbero Iglesias1-2-3.
1. Facultad de Enfermería y Fisioterapia, Universidad de Salamanca, Spain.
2. Grupo de Fisioterapia, Recuperación Funcional y Ejercicio Terapéutico del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL), Spain.
3. Fisioterapeuta.
4. Enfermera.
5. Especialista en nutrición.