Un artículo de Dra. Mª José Jiménez Cebrián, Coordinadora médico regional de ORPEA
Seguro que no es la primera vez que escuchamos la popular frase de “somos lo que comemos” y en parte algo tiene de razón, ya que si en las diferentes etapas de la vida la nutrición y el ejercicio físico contribuyen a mantener un estado de salud óptimo, más relevancia adquieren en el envejecimiento exitoso, activo y saludable.
Consideramos que una persona es mayor cuando cumple los 65 años, edad en la que se sufre ya un proceso de envejecimiento fisiológico entendido este como proceso fisiológico e irreversible asociado a la edad, que provoca cambios en la estructura y función de los diferentes sistemas, con una alteración de las respuestas adaptativas del organismo y aumenta la vulnerabilidad del individuo al estrés ambiental y a la enfermedad.
Unido a este tipo de envejecimiento, puede aparecer el envejecimiento patológico y que dictamina cambios en los órganos y sistemas por el envejecimiento acelerado debido a las patologías y los factores ambientales. Es por ello, que podemos hablar de varios tipos de ancianos, el sano, el prefrágil, el frágil y el paciente geriátrico, dependiendo de su estado de salud.
Existe hoy en día suficiente evidencia científica para afirmar que es posible disminuir de forma significativa la prevalencia, incidencia y la intensidad de la enfermedad y con ello la discapacidad y la dependencia del anciano.
Podemos modular la forma de envejecer disfrutando de un envejecimiento activo, que se podría definir como el envejecer con buena salud, retrasando con ello la dependencia y siendo más protagonistas de nuestra vida, ganando con ello calidad de vida, si ajustamos nuestra dieta y el ejercicio a la edad.
Al respecto de la dieta, en las personas mayores hay nutrientes que son fundamentales y por ello deben ser aumentados. La principal diferencia de los requerimientos nutricionales en los mayores se encuentra en el aporte de proteínas y de algunos micronutrientes.
Un aporte adecuado de proteína es indispensable para mantener y recuperar el tejido muscular (especialmente en la sarcopenia), mantener las funciones cardiovasculares, mejorar la salud ósea, ayudar a la recuperación de enfermedades crónicas debilitantes y ayudar en la cicatrización de lesiones cutáneas( UPP y heridas quirúrgicas) .
Especial relevancia adquieren los micronutrientes como la vitamina D y el calcio, este último aparte de construir y mantener la estructura ósea, tiene implicación en la contracción muscular, el trasporte en las membranas celulares, la coagulación sanguínea, en la transmisión nerviosa y la regulación de los latidos cardíacos.
En ORPEA estamos especialmente sensibilizados con la nutrición de nuestros mayores y atendiendo al modelo de atención centrada en la persona mayor, hemos desarrollado nuestra propia dieta hiperproteica denominada HP -20, dieta que prescribimos tras realizar una valoración geriátrica integral exhaustiva periódicamente, que incluye test de valoración nutricional, de fragilidad, de funcionalidad y cognitivos.
A parte de los factores nutricionales señalados, existen los factores mecánicos, que condicionan el mantenimiento de la fuerza y masa muscular, siendo fundamentales para el mantenimiento de la independencia funcional; precisamente en este punto es donde entra en juego la importancia del ejercicio.
Hay que diferenciar entre actividad física, entendida esta como las actividades que hacen que el cuerpo se mueva, como trabajar en el jardín, sacar el perro a pasear, bailar, subir y bajar escaleras y los ejercicios propiamente dichos, que son una actividad física específicamente planeada, estructurada y repetitiva, tal y como el uso de pesas, taichí, o una tabla de ejercicios aeróbicos.
Tanto la actividad física, como los ejercicios, pueden ayudar a mejorar las habilidades para realizar las actividades diarias y la salud cardiovascular. Por el contrario, el sedentarismo incrementa la mortalidad.
Al respecto de la eficacia de los ejercicios, los ejercicios de equilibrio y flexibilidad y sobre todo los ejercicios de fuerza o resistencia, han demostrado ser eficaces en ancianos frágiles para aumentar la fuerza muscular, prevenir y tratar la fragilidad en el anciano, disminuir el riesgo y tasa de caídas, mantener o aumentar la densidad mineral ósea, prevenir y tratar el síndrome metabólico al disminuir la grasa , incluida la abdominal y reducir la resistencia a la insulina.
Por todo ello, en ORPEA damos especial relevancia a la valoración geriátrica integral realizada por todos los profesionales implicados en la atención de nuestros mayores, que valora el estado nutricional, funcional y cognitivo , así como las reservas funcionales, sin olvidar al verdadero protagonista y poniendo el foco en el residente, quien con su testimonio e historia de vida, nos ayudará a trazar un plan de cuidados que incluye adaptar la dieta y el ejercicio a las necesidades, gustos y capacidades , estableciendo unas terapias y un tipo de dieta que favorezca el envejecimiento activo y con ello la autoestima y calidad de vida de nuestros residentes.