Un artículo del Dr. Carlos Martín Lorenzo,
Médico especialista en Geriatría y Director médico de los Centros de Hermanas Hospitalarias en Palencia y Burgos
En las personas mayores los hábitos de vida saludables contribuyen a la prevención y control de las enfermedades y mejoran la percepción subjetiva del estado de salud, evitando o retrasando la aparición de la dependencia.
En concreto, una alimentación saludable es clave para la prevención primaria de la situación de dependencia (medidas dirigidas a evitar su aparición, interviniendo sobre los factores de riesgo modificables), y para la prevención secundaria (detección precoz e intervención sobre el deterioro funcional incipiente, cuando todavía es reversible o modificable). Existen factores ambientales-sanitarios-sociales que son capaces de modificar la aparición de dependencia a nivel individual, siendo uno de ellos realizar una correcta alimentación.
3 grandes líneas de intervención para una menor incidencia de la situación de dependencia en personas mayores
1. Medidas de prevención y promoción de la salud
Recomendar a cada persona mayor, en coherencia con su historia y proyecto de vida, una alimentación saludable, siendo el prototipo en nuestro medio la dieta mediterránea. Aconsejaremos una dieta de 27 – 30 kcalorías / kg de peso / día, rica en proteínas (1,2 – 1,5 gr / kg de peso / día) y rica en fibra (frutas, verduras, legumbres) y reducida en hidratos de carbono (especialmente azúcares refinados), en grasas (sobre todo saturadas) y sin exceso de sal. Debe ir acompañada de una ingesta hídrica suficiente (entre 1,5 y 2 litros de agua al día, según la estación del año). El objetivo en personas mayores sería mantenerse en normopeso o, si no es posible, en un ligero sobrepeso.
Promover intervenciones comunitarias de alimentación saludable, como el desarrollo de talleres en las asociaciones y centros de ocio de personas mayores, para mejorar las capacidades de adquisición y de preparación de los alimentos, insistiendo en los aspectos que tienen que ver con el incremento de la salud y la vitalidad, es decir, acentuando los componentes atractivos y agradables de la alimentación, los placeres de la mesa y de la compañía.
2. Detección y actuación sobre personas mayores de riesgo
Actividades de protección de la salud preventivas de factores de riesgo (obesidad, dislipemia, hipertensión arterial) y prevención de enfermedades asociadas a la nutrición (cardiovasculares, diabetes, osteoporosis) o de trastornos crónicos relacionados con la alimentación (problemas dentales, disfagia, estreñimiento).
3. Abordaje de los síndromes geriátricos, como la malnutrición
Valoración nutricional dentro de la rutina de valoración física de las personas mayores, especialmente en situación de fragilidad o de dependencia.
Abordaje conjunto de los profesionales de salud y de los servicios sociales en las zonas básicas de salud para la detección y seguimiento de personas mayores de riesgo.
Formación en dietética de los profesionales de atención directa, de apoyo domiciliario y trabajadores del hogar.
Proporcionar, por parte de hospitales, centros sociosanitarios y residenciales, una oferta de dietas variada y adaptada en textura, que priorice los gustos y preferencias de cada persona mayor.
Las estrategias preventivas en Geriatría tienen como fin último evitar la aparición o el empeoramiento de enfermedades que pueden llevar a una situación de dependencia, aumentando así la calidad de vida y bienestar de las personas mayores.