Se estima que en menos de 15 años el número de casos de ictus aumentará en un 35%. Además, si no se toman medidas preventivas, se espera un aumento del 45% en las muertes por ictus y un aumento del 25% en el número de supervivientes con discapacidad en los próximos 10 años en Europa, según las proyecciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El ictus es un trastorno cerebrovascular que ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se interrumpe y puede tener efectos devastadores en la calidad de vida de los pacientes y sus cuidadores. Por ello, el enfoque en la prevención es crucial, ya que una proporción significativa de casos de ictus pueden evitarse al controlar los factores de riesgo modificables. Estos incluye la gestión de la presión arterial, los niveles de colesterol y la diabetes, así como la reducción del consumo de alcohol y tabaco, junto con la promoción de una dieta saludable y la práctica regular de ejercicio físico.
Tal y como señala la Dra. María del Mar Freijo Guerrero, neuróloga en el Hospital Universitario de Cruces de Barakaldo y Coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN, «el control estricto de los factores de riesgo vascular, los hábitos de vida saludables y el cumplimiento del tratamiento puede reducir el riesgo de recurrencia hasta en un 80%«.
Esta experta resalta la importancia del apoyo post-ictus para pacientes y cuidadores, destacando cifras mundiales alarmantes, como las 6,6 millones de muertes por ictus en 2020, con una proyección de aumento del 150% para 2050. En Europa, 1 millón de personas son afectadas y fallecen, representa el 35% de discapacidad en el adulto siendo su principal causa.
Ante estas cifras Freijo hace hincapié en la necesidad de promover la conciencia sobre factores de riesgo vascular y estilos de vida saludables, señalando la falta de conocimiento general sobre el ictus, revelada por el 62% de los pacientes con un conocimiento limitado antes del episodio y el 22% después.
Además, la Coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN advierte la importancia de una detección temprana en la fase hiperaguda, enfatizando la relevancia de buscar atención médica urgente a través del 112 al presentarse síntomas de ictus. También incide en la importancia de brindar apoyo tanto al paciente como a los cuidadores después de un episodio de ictus, con el objetivo de mitigar su impacto en la calidad de vida de ambas partes.
Secuelas cognitivas, conductuales, emocionales, comunicativas y físicas
El ictus puede ocasionar lesiones cerebrales visibles e invisibles, y sus efectos no siempre son evidentes de inmediato. Y es que además de los problemas de movilidad, puede generar secuelas cognitivas, conductuales, emocionales, comunicativas y físicas, tal y como señala la psicóloga clínica Aurora Lassaletta Atienza, autora del libro «El Daño Cerebral Invisible» y presidenta de la Asociación Daño Cerebral Invisible.
A juicio de esta experta, es crucial comprender que estas secuelas no reflejan la voluntad de la persona, sino que son el resultado de una lesión orgánica en el cerebro. «Reconocer y comprender estas secuelas puede mejorar la autoestima y facilitar la reconstrucción de la personalidad de los afectados. Es importante destacar la importancia de comprender y reconocer estas secuelas invisibles, sin asumir que su invisibilidad implica una levedad en su impacto», indica.
Por su parte, el Dr. Marcos Ríos-Lago, de la Unidad de Daño Cerebral del Hospital Beata María Ana y el departamento de psicología básica II de la UNED, recalca que las lesiones cerebrales pueden ocasionar una variedad de alteraciones físicas, cognitivas y emocionales. Algunas de estas dificultades son visibles externamente, mientras que otras requieren una interacción cercana para ser detectadas. Estas alteraciones «invisibles» pueden tener un impacto significativo en el estado de ánimo, la fatiga, la memoria y la atención, afectando la calidad de vida y la participación en la sociedad.
Sin comprender la relación entre estas dificultades y la lesión cerebral, la sociedad puede malinterpretarlas, lo que coloca una carga adicional en los pacientes para desempeñarse sin errores. «De este modo, es muy importante que los pacientes, las familias y los profesionales, seamos conscientes de la gravedad de estos síntomas y los consideremos adecuadamente, afirma el Dr. Ríos-Lago.
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Considero que los trastornos del estado de ánimo y la ansiedad, influyen en los trastornos del sueño y comprometen la atención, memoria y pensamiento abstracto. El abordaje temprano y oportuno de estos factores, sumados a la dieta y actividad física retardaran el deterioro cognitivo.