Un artículo de Carmen de Grado, del Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (InICiEn)

Consideremos la revolución tecnológica que tan profundamente está cambiando nuestra vida para pensarla en relación a la población mayor de hoy. Refiero a lo que podemos llamar la revolución digital o del ordenador hacia 1960 y la informática personal de los pequeños dispositivos que llevamos en nuestros bolsillos y nos comunican en unos minutos con variadísimas situaciones, especialmente desde 1990 mediante internet.

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La persona mayor oscila entre el entusiasmo y el aprendizaje continuo respecto de las nuevas tecnologías y el rechazo de incursionar en ella

En el curso de la vida personal, dentro del proceso de envejecimiento, pasamos por muchas situaciones de pérdida, algunas espectables y otras que nos conmueven profundamente porque no las esperábamos. Entre las espectables, si vivimos muchos años, están la pérdida del cuerpo joven, de lozanía, fortaleza y seguridad en los movimientos físicos, muerte de los padres y amigos, el mundo como era conocido en la infancia y juventud, etc.

Todas ellas, como aquellas para las que no estábamos preparados, nos llevan a un proceso de duelo de mayor o menor complejidad pero en el que tenemos la posibilidad de realizar aprendizajes con desarrollo de potencialidades que desconocíamos. Obtenemos entonces ese factor protector por excelencia para un envejecimiento saludable que es compensar pérdidas con ganancias.

La población envejecida de hoy se mueve en un contexto con cuestiones planetarias amenazantes de las que todos, mayores o jóvenes, tenemos noticia: guerras, cambio climático con consecuencias graves para muchos, migraciones en situación de emergencia, desigualdad socio económica, por tomar lo más saliente. Es a considerar la reducción de personas que puedan ocuparse de cuidados al mayor.

También el mundo, como fue conocido, ha cambiado radicalmente a partir de los encuentros virtuales de todo tipo. Desde la posición subjetiva del mayor vemos actitudes muy diferentes, oscilan entre el entusiasmo y el aprendizaje continuo respecto de las nuevas tecnologías, al rechazo de incursionar en ellas.

El mundo digital que vivimos hoy puede verse como facilitador: rapidez para realizar algunas operaciones, comprar o vender bienes y servicios, encontrar información de todo tipo, saber de otros lugares del mundo, relacionarnos con seres queridos que se han trasladado a otro lugar, con todo tipo de gente que vive en otros sitios sin tener que viajar a ellos, dispositivos específicos para el seguimiento de una persona mayor que necesita cuidados cuando no se puede estar al lado de ella en todo momento. ..

No obstante, no podemos ignorar las desventajas que la comunicación por internet puede traer: anular a veces lo directo y presencial con toda la riqueza y encanto que eso tiene, una postura corporal sostenida frente a una computadora o teléfono móvil, dificultades en la visión, exposición a la radioactividad, etc.

La riqueza psíquica y creatividad se pueden ver incrementadas hoy ante tanto estímulo sensorio y cognitivo que nuestro medio nos ofrece o entorpecida justamente por la misma razón, la cantidad de información es tanta y tan variada que corremos el riesgo de cerrarnos a ella o de no poder seleccionarla convenientemente. Sin embargo, muchos mayores, ejerciendo su capacidad de adaptación, usan los beneficios de esta nueva tecnología que cambia las tareas cotidianas.

Desde la Psicogerontología como campo interdisciplinario, vemos la adaptación a los cambios como uno de los factores protectores centrales que contribuyen a un envejecimiento saludable.

Llegar a los muchos años que se nos proponen con autonomía y bienestar supone un camino creativo de permanentes aprendizajes. La flexibilidad yoica para adaptarse a los cambios dependerá de un psiquismo que busca permanentemente investir el mundo. Los movimientos de investidura surgen de las situaciones de pérdida en los sucesivos duelos que afrontamos.

Que el mundo de hoy siga teniendo sentido para el mayor depende de continuar enriqueciendo los vínculos con los otros mediante un trabajo articulado de comprensión e interpretación. Podemos sentir un nivel de integración productor, incluso de alegría, porque el disfrute afectivo emocional que nos permite crear espacios de encuentro con los otros favorece una vida más feliz.

Desde una visión psicogerontológica se trata, no solamente de que los cambios sean más o menos intensos y estresantes, sino de la actitud, que como mayores tomemos hacia ellos para adaptarnos y optar por una postura resiliente y crítica que contribuya a favorecer también a las generaciones que nos continuarán.

Bibliografía:
Schwab, K. (2016).La cuarta revolución industrial, Penguin Random House Editorial.
Zarebski, G. (editora) (2019) La Identidad Flexible como Factor Protector en el Curso de la Vida. Acceso libre: www.inicien.com