Los expertos advierten sobre el creciente desafío que supone la fragilidad en la población mayor, destacando la importancia de implementar estrategias preventivas. En este sentido, el ejercicio y la nutrición juegan un papel crucial para contrarrestar esta condición. Además, se necesita de una intervención proactiva por parte de los profesionales de la salud para mejorar la calidad de vida y la independencia de los adultos mayores.
La fragilidad en las personas mayores es un estado de vulnerabilidad aumentada debido a la disminución de la reserva y resistencia a los estresores, resultado del envejecimiento acumulativo en varios sistemas fisiológicos. Esto aumenta el riesgo de resultados adversos para la salud, como caídas, deterioro funcional, hospitalización y mortalidad.
Entre las características de la fragilidad se incluyen la pérdida de peso no intencionada, fatiga, debilidad muscular, baja velocidad al caminar y reducida actividad física. La sarcopenia, que es la pérdida progresiva de masa y función muscular asociada al envejecimiento, es un componente clave de la fragilidad, contribuyendo de manera considerable a su manifestación.
Aunque la fragilidad no es inevitable en el envejecimiento, es más frecuente en personas mayores y puede ser prevenida o mitigada mediante intervenciones como ejercicio físico, una nutrición adecuada y un manejo eficaz de las enfermedades crónicas. La detección temprana y el manejo apropiado de la fragilidad y la sarcopenia son esenciales para mejorar la calidad de vida y la independencia en la población de edad avanzada.
En este contexto se celebró el Symposium “Paso a Paso & Plato a Plato. Ejercicio y coaching nutricional contra la Fragilidad desde la Oficina de Farmacia”, impulsado por la marca de nutrición FontActiv. En él, Felipe Isidro, catedrático de Ejercicio Físico y Salud, señaló “la fragilidad y la sarcopenia son dos condiciones comunes que padecen más del 60% de la población sénior, siendo un factor de riesgo que hace que los mayores sean más vulnerables a los diferentes factores externos”.
Promover hábitos saludables para prevenir la sarcopenia y la fragilidad
Este experto añadido que “el ejercicio físico ayuda a mejorar la salud ósea, el equilibrio y la coordinación, todas ellas importantes para disminuir el riesgo de caídas y fracturas, y reduce el riesgo de enfermedades crónicas y metabólicas, que contribuyen al desarrollo de la fragilidad y la sarcopenia”.
Para prevenir estados de sarcopenia y fragilidad en edades avanzadas, se recomienda realizar un entrenamiento que combine ejercicios de fuerza con equilibrio y actividades cardiorrespiratorias. En este sentido, el catedrático aconseja “establecer metas realistas, empezar con metas pequeñas y alcanzables, con una dosis mínima eficaz y adherente, para luego aumentar gradualmente la intensidad y cantidad de ejercicio”.
Por su parte, Lidia Barrajón, farmacéutica y coach nutricional, subrayó la importancia de “una detección precoz de la desnutrición e instaurar una pauta de alimentación adaptada, en la que se ponga el foco en el aporte proteico y vitamínico-mineral, para tratar y prevenir el síndrome de fragilidad y sarcopenia”.
Barrajón explicó que la dieta de una persona mayor debe asegurar “un adecuado aporte de proteínas de alto valor biológico a través de lácteos, huevos, carnes, pescados o legumbres en combinación con cereales, y seguir un patrón de dieta mediterránea con el consumo diario de 5 raciones de frutas y verduras, para asegurar el aporte adecuado de vitaminas y minerales”.
La alimentación es siempre la prioridad a la hora de aportar los diferentes nutrientes, pero en determinadas circunstancias puede ser necesario recurrir a la suplementación de algunos nutrientes, como puede ser en el caso de personas de edad avanzada que no tienen apetito, siguen una alimentación desequilibrada con carencias de algunos nutrientes, o en situaciones concretas de estrés quirúrgico, sarcopenia o atrofia muscular, que los requerimientos nutricionales pueden verse aumentados.
La coach nutricional también remarcó la importancia de cuidar el aporte de vitamina D, cuyo déficit tiene una alta prevalencia en las personas mayores por tener una menor exposición al sol o una menor capacidad de producirla debido a la edad. “No podemos olvidar que la vitamina D contribuye a una correcta función muscular y puede ser de gran importancia para prevenir la fragilidad” ha subrayado.
Ambos expertos defienden el papel de los profesionales de la salud a la hora de promover hábitos saludables para prevenir la sarcopenia y la fragilidad. “Deben involucrar al paciente en la realización de un programa de ejercicios y motivarle para conseguir objetivos que sean realistas a corto plazo, con ejercicios que puedan practicar en su vida diaria o realizar en grupo para mejorar también su sociabilidad”, apuntó Felipe Isidro.
Ademas, Lidia Barrajón propone el cribado del estado nutricional para detectar la desnutrición de forma precoz y la educación nutricional, para dotar a las personas de pautas para seguir una alimentación adecuada a sus necesidades, complementándolo con “herramientas de coaching e inteligencia emocional, que ayuden a combatir la falta de motivación, que está estrechamente relacionada por el hecho de que el adulto mayor es proclive a la negatividad por el sentimiento de soledad, está más inapetente, tiene limitaciones para llevar a cabo la compra de los alimentos y la preparación de la comida o no disfruta del momento de comer”.