La fragilidad es un problema sanitario y sociosanitario de primera magnitud que puede poner en jaque al sistema sanitario en los próximos años, tal y como se expuso en un encuentro celebrado en por Academia de Ciencias Médicas de Bilbao (ACMB/BMZA) y la Sociedad Iberoamericana de Osteología y Metabolismo Mineral (SIBOMM).
Especialistas en Geriatría, Ginecología y Obstetricia, y Cirugía Ortopédica y Traumatología, analizaron la fragilidad en la actividad formativa bajo el título ‘La fragilidad y la fractura como causas de pérdida de calidad de vida. Documento de consenso’ celebrada en Bilbao. En la misma intervinieron la geriatra Naiara Fernández, el ginecólogo José Luis Neyro y el traumatólogo Íñigo Etxebarria. La actividad contó con la moderación de Agurtzane Ortiz, presidenta de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao.
La primera en intervenir fue la Dra. Naiara Fernández, especialista en Geriatría, quien trató el abordaje de la fragilidad para garantizar la calidad de vida. Debido a una afonía repentina, su exposición fue verbalizada por la geriatra Pilar Sorando, adjunta al servicio de Medicina Interna del Hospital Santa Marina de Bilbao.
El contenido de su exposición de Naiara Fernández recordó a los presentes que la fragilidad es el síndrome biológico caracterizado por una disminución de la reserva funcional y resistencia a los estresores, debido al declive acumulado de múltiples sistemas fisiológicos, que originan una pérdida de la capacidad homeostática y vulnerabilidad a eventos adversos.
Fernández explicó que «es, por tanto, un estado previo a la dependencia funcional, pudiendo conducir a la instauración de discapacidad. Por ello, debe ser considerada como una oportunidad para coordinar una intervención que evite la dependencia futura».
Tal y como desgranó, para la identificación y diagnóstico de la fragilidad se cuenta con dos maneras de medirla. «Por un lado, podemos identificar personas en riesgo o prefrágiles, centrándonos en aspectos relacionados con el rendimiento funcional, siendo una constante en las escalas de medición la velocidad de marcha, la aparición de fatiga muscular y la pérdida de peso no intencionada. La identificación precoz permite el inicio de un plan de intervención coordinada, que evite la instauración de dependencia», señaló.
Además, se han desarrollado otras herramientas de medición de fragilidad, más centradas en establecer la carga de acumulación de déficits: comorbilidad, dependencia para actividades de la vida diaria, o presencia de síndromes geriátricos, que tienen «un impacto directo en la supervivencia y la calidad de vida, permitiendo intervenir específicamente en ítems tales como la polifarmacia o la desnutrición, con el objetivo de revertir la condición de ‘frágil’».
En cuanto a las principales medidas para el abordaje desde la geriatría, la directora Asistencial de IMQ Igurco puso de relieve que las intervenciones que han mostrado una mayor eficacia son «el ejercicio físico multicomponente (fuerza y resistencia muscular, flexibilidad, equilibrio y aeróbico) y la intervención nutricional mediante una dieta rica en proteínas, siguiendo las recomendaciones del estudio PROT-age con una ingesta de 1,3 a 1,5 gramos de proteína por cada kilogramo de peso al día, además de la suplementación con calcio y vitamina D, sobre todo, en casos de sarcopenia (disminución de la masa y fuerza muscular) y osteosarcopenia (sarcopenia y baja densidad mineral ósea)».
Otras intervenciones eficaces, según el modelo ICOPE de atención integral a las personas mayores (OMS) para un envejecimiento saludable, «se centran en la intervención sobre síndromes geriátricos: reducción de polifarmacia, intervención en la mejoría de las esferas cognitiva y afectiva, y la integración de la personas mayores en la comunidad».
Documento de consenso sobre prevención de fracturas por fragilidad
El Dr. José Luis Neyro, médico especialista en Obstetricia y Ginecología, presidente de la sección de Relaciones con Hispanoamérica de la ACMB/BMZA y presidente de la Sociedad Iberoamericana de Osteología y Metabolismo Mineral, expuso ante la audiencia, el ‘Documento de consenso sobre recomendaciones relacionadas con la prevención de fracturas por fragilidad’, firmado por 24 sociedades científicas de España, Dinamarca, Grecia y Portugal, y presentado el pasado 8 de marzo en la VII Reunión del Registro Nacional de Fracturas de Cadera.
El experto invitó a su adhesión e incorporación a sociedades científicas de Iberoamérica interesadas en el metabolismo mineral, la fragilidad, la fractura osteoporótica y la calidad de vida de los pacientes afectados.
La primera de las principales recomendaciones de prevención de la fragilidad reflejadas en el documento de consenso es «el reconocimiento de la fragilidad, de la existencia de la fractura como un proceso global que entraña la enfermedad de base (la osteoporosis), de la que la fractura es la complicación principal. Tras una fractura por fragilidad, ningún paciente debiera salir de ningún centro sanitario sin el estudio completo de su enfermedad y sin el tratamiento integral».
Dicho tratamiento incluye «los necesarios hábitos de vida saludable, con una ingesta de calcio dietético suficiente, la rehabilitación que precise la fractura y, en su caso, el necesario ejercicio de fuerza para recuperar la musculatura de manera óptima en cada caso».
Además, otra recomendación puesta de relieve por el Dr. Neyro, en relación con el tratamiento farmacológico que precise cada paciente, consistió en que dicho tratamiento «se compone de tres elementos indispensables: suplementos de calcio (si no se llega con el de la dieta a los 1.200 mg diarios); suplementos de vitamina D en la forma medicamentosa que se decida; y el medicamento preciso para cada caso, sea antirresortivo u osteoformador si el paciente es de muy alto riesgo de fractura)».
El Dr. Neyro explicó durante su alocución la relación entre el metabolismo mineral, la fragilidad, la fractura osteoporótica y la calidad de vida de los pacientes afectados. «Sintéticamente, cuando el metabolismo mineral se altera, disminuye el calcio de los huesos y el paciente «pierde» (cantidad y calidad de) hueso a lo largo de los años, en un proceso silente pero fácilmente diagnosticable».
Este proceso da como resultado «la fragilidad del esqueleto global, hasta que un día se produce una fractura por fragilidad, cuyas secuelas suelen ser la inmediata limitación de la movilidad, la dependencia de terceras personas, el síndrome de dismovilidad y el dolor crónico, con la consecuente pérdida de calidad de vida».
El presidente de la Sociedad Iberoamericana de Osteología y Metabolismo Mineral recordó que los distintos tipos de fracturas osteoporóticas matan cuatro veces más mujeres que el cáncer de mama.
Repercusiones de las fracturas por fragilidad
Por su parte, el Dr. Íñigo Etxebarria, médico especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología y jefe de servicio de Traumatología del Hospital Alto Deba de Osakidetza, fue el último experto intervenir en este encuentro con la ponencia ‘Repercusiones clínicas, sociales y económicas de las fracturas por fragilidad’.
Durante su charla, se refirió a las principales medidas que se pueden adoptar para el abordaje de las repercusiones clínicas, sociales y económicas de las fracturas por fragilidad.
Así, destacó que la principal estrategia es la prevención. «Sabemos que el escenario de riesgo de fracturas cada vez es mayor, dado el progresivo envejecimiento de la población. La fractura se produce, en términos generales, por dos cuestiones: una caída (las fracturas generalmente se producen tras una caída) y un hueso más deteriorado por diversas circunstancias, pero que va empeorando según se van cumpliendo años», declara.
El Dr. Etxebarria abogó por realizar un abordaje sobre dos cuestiones: «por un lado, intentar evitar las caídas y, por otro, reforzar la vulnerabilidad de los huesos». Las repercusiones de las fracturas en personas con fragilidad son «importantes tanto en el ámbito clínico (dolor, limitación funcional y otros), como social (grado variable de dependencia, etc.) y también económico, ya que el coste es considerable (una fractura de cadera supone un coste aproximado de entre 10.000 a 12.000 euros al sistema sanitario)», concluyó.