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Un artículo de Iván Iniesta López,
neurólogo de la Unidad Avanzada de Neurorrehabilitación del Hospital Los Madroños 

1. Pérdida de memoria reciente entre los primeros síntomas

La pérdida de memoria a corto plazo, junto con la capacidad para adquirir y retener nueva información, así como la de evocar aquella previamente aprendida, son habitualmente los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer. Dichas situaciones vienen acompañadas a lo largo de la evolución de la enfermedad de un empobrecimiento del lenguaje, el olvido de tareas anteriormente aprendidas, e incluso el no reconocimiento de objetos y/o personas previamente conocidas.

A medida que avanza el deterioro, se producen cambios en el comportamiento de la persona, así como una pérdida de la autonomía y, en cierta modo, de la libertad del individuo, generándose una creciente dependencia para realizar actividades básicas del día a día tales como vestirse, asearse o cocinar.

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A medida que avanza el deterioro provocado por el Alzheimer, se producen cambios en el comportamiento de la persona y pérdida de la autonomía

2. Una enfermedad directamente relacionada con la edad

Aunque la regla es que la enfermedad debute a partir de los 65 años, incrementándose el riesgo claramente con el envejecimiento, existen algunos casos de inicio precoz donde solemos encontrar una importante carga genética. También se ha demostrado que las mujeres tienen aproximadamente el doble de riesgo que los hombres para desarrollar este tipo de demencia, no sólo debido a su mayor expectativa de vida, sino también a otros factores como son la pérdida de estrógenos tras la llegada de la menopausia.

3. La estimulación cognitiva y la terapia ocupacional, fundamentales en el tratamiento

Desde un abordaje no farmacológico, la estimulación cognitiva, el ejercicio, la terapia ocupacional, junto con un buen entorno psicosocial resultan fundamentales a lo largo de la enfermedad. Más allá de un tratamiento sintomático, los tratamientos farmacológicos disponibles actualmente para modificar el curso de la enfermedad son escasos. 

  

4. Diferentes tratamientos según la etapa de la enfermedad

La colinesterasa es una enzima que ayuda al sistema nervioso a funcionar correctamente. Un efecto de la pérdida progresiva de neuronas que caracteriza a la enfermedad de Alzheimer es un descenso en los niveles de acetilcolina, que es un neurotransmisor importante para el buen funcionamiento del cerebro. Los inhibidores de la colinesterasa pretenden prevenir la descomposición de la acetilcolina, incrementando la disponibilidad del neurotransmisor para las neuronas funcionantes.

Entre los conocidos como inhibidores de la colinesterasa encontramos el donepezilo, la galantamina y la rivastigmina, que están preferiblemente indicados para las fases iniciales de la enfermedad. En fases más avanzadas suele utilizarse la memantina, otro fármaco neuroprotector que actúa como antagonista sobre unos receptores del cerebro (NMDA) con el objetivo de mejorar la transmisión de las señales nerviosas.

5. Las 3 Cs que ralentizan la enfermedad

La enfermedad de Alzheimer es un proceso neurodegenerativo e irreversible del cual se desconocen, en gran parte, las causas y para el cual no existe un tratamiento eficaz. Sin embargo, existen tareas cotidianas que pueden ayudar a ralentizar el proceso de la enfermedad.

En consulta lo llamo el tratamiento de las tres Cs: Crucigramas, Compañía y Caminar. La primera nos obliga a pensar y supone una gimnasia mental, además de un reto necesario para mantenernos activos cognitivamente. Y quien dice crucigramas dice jugar al ajedrez o a los naipes, que además conlleva el componente social; la compañía, esencial también para el estado de ánimo del paciente; y la tercera, caminar, porque la práctica de ejercicio contribuye a enlentecer el deterioro cognitivo.

6. Lecanemab, el último avance fármaco indicado para una fase inicial

Con el objetivo de ralentizar el proceso neurodegenerativo asociado a la enfermedad de Alzheimer, están desarrollándose un grupo de fármacos dirigidos contra las placas de beta-amiloide que se acumulan en el cerebro enfermo y que son depósitos anormales de proteínas directamente implicadas, al igual que los ovillos neurofibrilares (unos conglomerados de proteínas anómalas) en el deterioro cognitivo propio de esta enfermedad. Lanzado en los Estados Unidos de América, Lecanemab está indicado en fases tempranas de la enfermedad y llegará próximamente a Europa. 

 

7. La falta de apoyo y aislamiento pueden acelerar la enfermedad

La soledad no deseada, así como la falta o el exceso de estímulos son elementos que pueden acelerar la evolución de la demencia. Una dieta poco equilibrada y un mal control de los factores de riesgo cerebrovasculares pueden asimismo contribuir a que empeore la enfermedad. En contraposición, un entorno tranquilo, donde exista una rutina bien estructurada y un grado de estimulación cognitiva adecuado ayudan y mejoran la calidad de vida del paciente en su día a día.

8. No todos los fallos mnésicos son necesariamente enfermedades neurodegenerativas

El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer es fundamentalmente clínico, si bien existen una serie de biomarcadores y pruebas complementarias fundamentales como apoyo para su estudio.

Es frecuente ver en consulta a pacientes que presentan fallos mnésicos, es decir, olvidos que no constituyen parte necesariamente de una enfermedad neurodegenerativa. Ante un paciente con problemas de memoria, conviene ante todo descartar enfermedades curables como la depresión, la ansiedad, así como otras afecciones sistémicas tales como el hipotiroidismo, el déficit de vitamina B12 o de ácido fólico, además de otras enfermedades del sistema nervioso potencialmente reversibles.