La depresión es el segundo síntoma neuropsiquiátrico más frecuente en la enfermedad de Alzheimer, tras la apatía, tal y como indica la Sociedad Española de Neurología. Pese a ello, existe un importante infradiagnóstico de depresión en las personas afectadas por Alzheimer.
En casos de deterioro cognitivo leve, la prevalencia de depresión es de aproximadamente el 25% en muestras comunitarias y del 40% en muestras clínicas. Entre los adultos mayores con demencia por todas las causas, la prevalencia del trastorno depresivo mayor es del 14,8 % en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
La progresión del Alzheimer se asocia, generalmente, con una apatía más severa y una depresión y ansiedad menos graves, pero los síntomas afectivos son prevalentes en todas las etapas de la demencia.
A pesar de su frecuencia, la depresión no siempre se diagnostica en las enfermedades neurológicas de una forma adecuada, pudiendo llegarse a confundir los síntomas de depresión con los propios de la enfermedad neurológica, como puede suceder en la enfermedad de Alzheimer.
Como explica la doctora Sagrario Manzano, especialista en Neurología del Hospital Universitario Infanta Leonor, “la manifestación clínica de la depresión en el marco de una demencia no es la clásica, con esa pérdida de placer, sentimientos de desesperanza o culpa, sino que se puede experimentar menor rendimiento cognitivo, lentitud de la velocidad de procesamiento, dificultades de concentración, alteración en el ciclo vigilia-sueño, pérdida del apetito, incluso, a veces, síntomas de la esfera psicótica, ideación y tentativa suicida”.
“Es decir, que la expresión clínica de esa depresión en el marco de una demencia es muy variada, y tenemos que estar abiertos a esa heterogeneidad de síntomas que muchas veces lo que está traduciendo es esa enfermedad neurodegenerativa de base”, señala la experta en Neurología.
Además, señala que “la depresión tiene un peso específico muy alto (3%) como factor de riesgo de una demencia cuando se padece en la edad media de la vida, tal y como ha puesto de manifiesto la Comisión The Lancet, pero muchas veces el debut de sintomatología depresiva tardía y demencia, significa la coexistencia de ambas patologías, y existe el deber de tratar las dos. Es muy importante que los neurólogos detectemos y tratemos adecuadamente la depresión en los pacientes neurológicos para mejorar su calidad de vida”.
Sintomatología de la enfermedad de Alzheimer en sus distintas etapas y tratamiento
Un documento de consenso reciente ha concluido que la depresión en las primeras etapas del Alzheimer podría caracterizarse por síntomas somáticos que podrían diferenciarse de la apatía por la presencia de tristeza, pensamientos depresivos y despertarse temprano por la mañana. En las fases más avanzadas de la enfermedad, los síntomas de depresión incluirían inversión del ciclo sueño-vigilia, comportamiento agresivo y agitación.
Como indica la Dra. Manzano, “la agitación en casos de demencia avanzada muchas veces supone la expresión de un síntoma afectivo como la depresión. El gran reto es la demencia avanzada, donde los pacientes, de forma mayoritaria, no pueden verbalizar esos síntomas afectivos y la única forma de hacerlo es la agitación, algo que se debe tener en cuenta a la hora de plantear el abordaje terapéutico”.
La enfermedad neurodegenerativa de Alzheimer cursa con distinta sintomatología cognitiva, conductual y funcional, explica la neuróloga, que insiste en la importancia de “ser capaz de tratar todo lo antes posible, por el bienestar del paciente”.
“Si tengo bien controlado un síntoma afectivo desde el inicio, evitaré situaciones catastróficas en fases avanzadas. Hacer esa política de tratamiento precoz reducirá la complejidad o incluso no aparecerá esa sintomatología afectiva conforme vayamos andando el camino de esta enfermedad tan larga, compleja y heterogénea”.
En cuanto al tratamiento de la enfermedad de Alzheimer comórbida con depresión, la neuróloga del Hospital Infanta Leonor de Madrid explica que, “en general, recomendaremos utilizar, de forma escalonada, fármacos antidepresivos que tengan un perfil óptimo para los pacientes con demencia, según los consensos Delphi de nuestro país, en los que se recomiendan determinados fármacos por su perfil de seguridad, de mejoría de la sintomatología depresiva y de su impacto sobre la cognición y, algunos como vortioxetina, sobre la conducta, la funcionalidad y la calidad de vida, como se ha visto en distintos ensayos clínicos”.
Impacto de la depresión en la enfermedad de Alzheimer
La depresión en personas con enfermedad de Alzheimer y otras demencias se ha vinculado con una mayor dificultad para realizar las actividades de la vida diaria, mayor deterioro cognitivo e institucionalización temprana.
En palabras de la Dra. Manzano, “cualquier síntoma neuropsiquiátrico, de los denominados síntomas psicológicos y conductuales asociados a la demencia, como es el estado depresivo, impactan negativamente si no se tratan bien y precozmente, suponiendo una merma de la calidad de vida del paciente, con una aceleración de su declinar cognitivo y funcional, y una mayor progresión de la demencia, así como una sobrecarga del cuidador. Si garantizamos el bienestar afectivo del paciente, tendremos también el de la familia”.
La depresión es, además, un claro factor de riesgo de suicidio, pudiendo llegar a aumentar el riesgo en hasta 20 veces. El riesgo de suicidio también crece de forma marcada en aquellos pacientes con enfermedad de Alzheimer que presentan depresión como comorbilidad, siendo mayor en aquellas personas con enfermedad de Alzheimer poco avanzada.
La depresión, posible causa del 10% de casos de Alzheimer
Tal y como indican desde Lundbeck, compañía especializada en investigación, desarrollo y comercialización de terapias para diversas enfermedades del cerebro. la evidencia indica que existe una relación bidireccional entre la enfermedad de Alzheimer y la depresión, de forma que la depresión puede preceder a la enfermedad de Alzheimer y suponer, también, un factor de riesgo para sufrir este trastorno neurodegenerativo.
La depresión puede ser la primera manifestación de la enfermedad de Alzheimer. Además, los pacientes con historia de depresión tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, casi el doble que los individuos sin depresión, un riesgo que, además, es mayor en pacientes con antecedentes de depresión crónica. Algunos autores han llegado a estimar que un 10% de casos de enfermedad de Alzheimer que se producen cada año podrían ser atribuibles a la depresión.