Un artículo de Patricia del Barco,
directora de Operaciones de STIMA Mayores

Las enfermedades neurodegenerativas, entre las que destacan el Alzheimer, el Parkinson, y otras demencias, son patologías crónicas, progresivas y debilitantes que afectan con mayor frecuencia a las personas mayores y su prevalencia aumenta con la edad.

Son dolencias que se caracterizan por la degeneración de neuronas en el sistema nervioso central, lo que conlleva un declive gradual en la función cognitiva, motora y sensorial. En los últimos años, se ha puesto en evidencia la necesidad de abordajes terapéuticos complementarios a los tratamientos farmacológicos convencionales, centrados en mejorar la calidad de vida y ralentizar el avance de estas enfermedades.

Los centros de día especializados en el manejo de estas enfermedades han demostrado ser recursos clave en la atención a los pacientes mayores. Un modelo destacado en este ámbito es el que promovemos desde STIMA Mayores, basado en una metodología propia de estimulación integral que aborda de manera holística las necesidades del paciente.

Geriatricarea Sala Snoezelen STIMA enfermedades neurodegenerativas
Las salas Snoezelen, como esta de STIMA, son espacios que favorece el bienestar físico y emocional de los usuarios con enfermedades neurodegenerativas

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 50 millones de personas padecen demencia en todo el mundo, siendo la enfermedad de Alzheimer responsable de entre un 60 % y un 70 % de los casos. El Parkinson, por su parte, afecta a cerca de 10 millones de personas globalmente, y su incidencia también aumenta considerablemente en los mayores de 60 años.

Las manifestaciones clínicas de estas enfermedades varían según la patología, pero los síntomas comunes incluyen deterioro cognitivo, trastornos motores y del habla, alteraciones en el comportamiento y cambios en el estado emocional.

La pérdida de memoria, las dificultades para realizar actividades cotidianas y la progresiva pérdida de independencia son características prominentes que afectan no solo a los pacientes, sino también a sus familias y cuidadores. Por ello, los enfoques tradicionales basados únicamente en el tratamiento farmacológico resultan insuficientes para abordar las necesidades globales del paciente.

El papel de los centros de día

Los centros de día, al proporcionar un entorno terapéutico y social seguro, se han convertido en un pilar en la atención a personas mayores con estas enfermedades. Estos centros permiten que los pacientes mantengan un nivel de vida activo y estimulado, reduciendo la velocidad de deterioro funcional y cognitivo. En muchos casos, los centros de día también ofrecen un respiro para las familias, que encuentran en ellos un apoyo fundamental para la gestión diaria de la enfermedad.

Uno de los elementos clave en la intervención de los centros de día es la implementación de programas de estimulación integral. Son programaciones basada en una serie de actividades estructuradas y multidisciplinares que buscan mantener o mejorar las capacidades cognitivas, físicas, emocionales y sociales de los pacientes, siempre adaptadas a sus necesidades y al estado de la enfermedad.

Estimulación integral como tratamiento complementario

El concepto de estimulación integral se refiere a un conjunto de intervenciones que buscan activar diferentes áreas del cerebro y del cuerpo, utilizando métodos que abarcan tanto la rehabilitación cognitiva como el estímulo físico, emocional y social. A diferencia de las intervenciones que se enfocan exclusivamente en una dimensión (por ejemplo, la rehabilitación motora o cognitiva), la estimulación integral aborda el bienestar del paciente desde una perspectiva global.

Su objetivo es retrasar el deterioro cognitivo, promoviendo la plasticidad neuronal mediante actividades que implican memoria, atención, lenguaje, funciones ejecutivas y orientación espacial. Estas actividades incluyen desde ejercicios de memoria, resolución de problemas y juegos de mesa, hasta el uso de tecnologías de realidad virtual o interfaces digitales diseñadas para potenciar funciones cerebrales específicas.

Estimulación cognitiva

Hay estudios han mostrado que la estimulación cognitiva regular puede tener efectos positivos en la memoria y la capacidad de atención, lo que se traduce en una mejora en la autonomía del paciente y en una ralentización del avance de la enfermedad.

En pacientes con Alzheimer, por ejemplo, la estimulación cognitiva puede prolongar el tiempo durante el cual conservan capacidades funcionales, como la comunicación y la capacidad para realizar actividades básicas de la vida diaria.

Estimulación física

El ejercicio físico es otro componente esencial de la estimulación integral, con un impacto positivo tanto en la movilidad como en la función cognitiva. Numerosos estudios han evidenciado que la actividad física regular, como ejercicios de equilibrio, fuerza y movilidad, puede mejorar la función motora, reducir el riesgo de caídas y ralentizar el deterioro motor, especialmente en pacientes con Parkinson.

Además, el ejercicio tiene beneficios neuroprotectores al aumentar los niveles de factores neurotróficos, como el derivado del cerebro (BDNF), que promueve la supervivencia y el crecimiento de las neuronas.

La estimulación física también está relacionada con una mejora en el estado de ánimo y la reducción de síntomas de ansiedad y depresión, condiciones que comúnmente coexisten con las enfermedades neurodegenerativas. En este sentido, la actividad física guiada, como la fisioterapia y los programas de ejercicio adaptados, no solo favorecen la función motora, sino que también contribuyen a mejorar el bienestar psicológico del paciente.

Estimulación emocional

Finalmente, el bienestar emocional y social es crucial en el manejo de las enfermedades neurodegenerativas. La interacción social y el apoyo emocional son elementos fundamentales para mitigar los sentimientos de soledad y aislamiento que muchas personas mayores experimentan.

Las actividades grupales, como talleres creativos y culturales, no solo mantienen al paciente cognitivamente activo, sino que también refuerza los lazos sociales y proporciona un apoyo emocional constante. Estas actividades promueven la interacción y ayudan a los usuarios a conservar un sentido de pertenencia y utilidad, lo que tiene un impacto directo en su autoestima y bienestar emocional.

Esta estimulación emocional puede incluir desde terapias psicológicas individuales y grupales hasta actividades lúdicas que fomenten la expresión de emociones y el fortalecimiento de la autoestima. Son intervenciones particularmente importantes en etapas avanzadas de las enfermedades neurodegenerativas, donde el paciente puede experimentar episodios de agitación, ansiedad o apatía.

La inclusión de terapias de apoyo emocional y el fomento de la interacción social contribuyen a la creación de un entorno de apoyo y comprensión, que a menudo mejora la adherencia a los tratamientos y la percepción del propio bienestar.

Estimulación multisensorial

El entorno multisensorial ofrece un espacio donde los usuarios con enfermedades neurodegenerativas pueden explorar de manera segura y disfrutar de estímulos que favorecen su bienestar físico y emocional, lo que convierte a estas salas en un pilar de nuestra oferta de servicios.

En el desarrollo de las actividades se utilizan diferentes objetos o recursos. En concreto, las Salas Snoezelen, están formadas por diferentes elementos y materiales para proporcionar un conjunto de sensaciones y estímulos específicos.

Entre esos elementos destacan: los específicos para la estimulación táctil, la propioceptiva, la estimulación vestibular, la vibratoria, la auditiva, la visual y la olfativa. El manejo de la sala se lleva a cabo a través del sistema SHX, una herramienta tecnológica que dispone de un gran contenido audiovisual y hace que la sala sea inmersiva, personalizable e interactiva y pueda ser manejada con solo pulsar un botón.

Bibliografía:

Clare, L., et al. (2010). Cognitive training and cognitive rehabilitation for people with early-stage Alzheimer’s disease: A review. Neuropsychological Rehabilitation, 20(3), 385-401.

Goodwin, V. A., et al. (2008). The effectiveness of exercise interventions for people with Parkinson’s disease: A systematic review and meta-analysis. Movement Disorders, 23(5), 631-640.

Ahlskog, J. E., et al. (2011). Physical exercise as a preventive or disease-modifying treatment of dementia and brain aging. Mayo Clinic Proceedings, 86(9), 876-884.