Un artículo de Carmen Martínez,
responsable de formación de Atención Integral a la Dependencia (AID)

La demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia en las personas mayores. Esta enfermedad neurodegenerativa afecta la memoria, el pensamiento, la orientación, el comportamiento y las habilidades cognitivas. A medida que la demencia avanza, muchas personas desarrollan conductas desafiantes que pueden generar situaciones difíciles para los profesionales que las acompañan. Entender y manejar estas conductas es fundamental para mejorar la calidad de vida de los personas y su entorno.

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¿Qué son las conductas desafiantes?

Las conductas desafiantes son aquellas que resultan inusuales o disruptivas, que pueden incluir agresividad física o verbal, deambulación, agitación, alucinaciones, y comportamientos repetitivos o inapropiados.

El manejo de las conductas desafiantes no solo tiene el objetivo de reducir los episodios disruptivos, sino también de mejorar el bienestar general del paciente. Si no se abordan adecuadamente, estas conductas pueden llevar a una mayor institucionalización, uso excesivo de medicamentos, o incluso maltrato involuntario por parte de cuidadores que se sienten abrumados. Además, los cuidadores experimentan altos niveles de estrés, fatiga y desgaste emocional cuando no cuentan con estrategias adecuadas para enfrentar estos desafíos.

En este sentido, es crucial abordar las conductas desafiantes como un aspecto esencial del cuidado de las personas con demencia. Este manejo puede mejorar no solo la calidad de vida de la persona, sino también la de sus cuidadores, favoreciendo un entorno más seguro y humano.

Estrategias para el manejo de conductas desafiantes

El manejo adecuado de estas conductas comienza por la comprensión de sus causas subyacentes. A menudo, las personas con demencia expresan sus necesidades o malestares a través de su comportamiento cuando no son capaces de hacerlo verbalmente. Factores como el dolor, la incomodidad, el hambre, el miedo, la soledad o la confusión pueden desencadenar estas respuestas.

  1. Comunicación Efectiva
    Una de las herramientas más poderosas en el manejo de estas conductas es la comunicación. Hablar con la persona de manera clara, calmada y en un entorno tranquilo puede ayudar a reducir la agitación. Es útil usar frases cortas, hacer contacto visual y ser paciente en la interacción. La capacidad de escuchar también es esencial, ya que a veces las personas con demencia intentan transmitir un mensaje que no pueden expresar con palabras.

  2. Ambiente Adecuado
    Crear un entorno familiar y seguro puede reducir considerablemente las conductas desafiantes. Mantener una rutina estructurada, pero flexible, puede dar a la persona una sensación de control y previsibilidad. Evitar entornos con exceso de estímulos, como ruido o aglomeraciones, también puede ayudar a prevenir la agitación.

  3. Atención a las Necesidades Físicas
    Las necesidades básicas, como el hambre, la sed, el sueño y el confort físico, deben ser atendidas regularmente. Muchas veces, la irritabilidad y la conducta desafiante pueden ser resultado de una incomodidad física que no se ha identificado. Por ejemplo, algo tan simple como una habitación demasiado fría o caliente, o la falta de sueño reparador, puede ser el origen del comportamiento problemático.

  4. Enfoque No Farmacológico
    Siempre que sea posible, se deben priorizar las intervenciones no farmacológicas para el manejo de conductas desafiantes. Estas incluyen actividades significativas, musicoterapia, reminiscencias  y técnicas de relajación.

  5. Apoyo al Cuidador
    El cuidador juega un papel vital en el manejo de las conductas desafiantes. Ofrecer apoyo, formación y recursos a los cuidadores es esencial para que puedan manejar estas situaciones de manera adecuada. Grupos de apoyo, formaciones especializadas y descansos regulares pueden ayudar a reducir el estrés y prevenir el agotamiento.

Conclusión

El manejo de las conductas desafiantes en personas con demencia es un desafío, pero es posible abordarlo de manera efectiva a través de estrategias centradas en la persona, la creación de entornos seguros y una comunicación adecuada. El bienestar tanto del persona como del cuidador debe ser el objetivo final. Con una formación adecuada, apoyo emocional y herramientas prácticas, los profesionales de la salud pueden ofrecer una atención más humana y eficaz, mejorando significativamente la calidad de vida de las personas con demencia.