Un artículo de Virginia De Los Santos,
Psicóloga y Coordinadora de Proyectos de Vida de la Residencia y Centro de Día Pare Batllori
El envejecimiento poblacional es un fenómeno que continuará intensificándose en el futuro gracias, entre otros factores, al aumento de la esperanza de vida y la disminución de la natalidad. Ante este hecho, cobra especial importancia la calidad de vida en estos años que ganamos: lograr que sean unos años saludables y sin discapacidad.
La importancia “de dar vida” a estos años, y no solo de “dar más años a la vida”. El reto es que estos años sean activos y satisfactorios. La buena noticia que la ciencia nos da, la biología, en particular, es que esta calidad de vida en el envejecimiento depende en un 75 por ciento del individuo, es decir, de su conducta y de sus formas de actuar, pensar y sentir, y solo en un 25 por ciento a factores puramente genéticos. En definitiva, es tanto como decir que los individuos son agentes de su propio envejecimiento y que las formas en las que envejecemos (cada uno de nosotros) no ocurrirán al azar.
Uno de los primeros escollos con los que se encuentra la promoción del envejecimiento activo son los estereotipos que existen y que gran parte de la población mantiene. Población de diferentes edades y niveles culturales. Son, como dice Rocío Fernández Ballesteros, “las arrugas sociales”. El edadismo puede estar constantemente frenando el concepto y la promoción del envejecimiento activo, percibiendo la vejez como una etapa necesariamente patológica y no potencialmente positiva.
El envejecimiento activo ha de abordarse desde una perspectiva absolutamente multidimensional, abarcando:
- 1 la salud y ajuste físico
- 2 el funcionamiento cognitivo
- 3 el afecto positivo (bienestar subjetivo)
- 4 la participación e implicación social
- 5 y en los últimos años, añadiríamos: la espiritualidad y sentido de trascendencia de la persona, no hablando necesaria o únicamente de religiosidad
Es importante destacar que estas dimensiones se interrelacionan y potencian a lo largo de toda nuestra vida. Por ejemplo, el aprendizaje continuo permite adquirir y actualizar conocimientos y habilidades que mejorarán y promoverán una mayor participación en nuestro círculo social y ampliarlo.
Cuando nos referimos al envejecimiento activo, hablamos de transitar de manera activa el proceso de envejecimiento en los diferentes contextos sociales, de acuerdo a las necesidades, deseos y capacidades del individuo.
El cambio de paradigma es esencial, ya que pasamos de una visión de la vejez basada en las necesidades, a verla desde el prisma de sus derechos y posibilidades.
La psicología tiene mucho que aportar con la generación de diferentes tipos de programas de promoción de la salud y desarrollo personal. Son importantes la actividad cognitiva, las relaciones interpersonales, los estilos de manejo del estrés, la resiliencia, la percepción de control y autoeficacia y un pensamiento y actitud positiva.
Todas estas conductas son predictoras de longevidad y envejecimiento saludable. Pero no solo depende de la psicología, todos y cada uno de nosotros tenemos algo que aportar a este cambio de paradigma que subyace en la consecución del envejecimiento activo. Desde las políticas sociales a la interacción directa del individuo con su círculo más cercano.
Pero fundamentalmente, en mi opinión, con un examen de conciencia de cada uno de nosotros acerca de nuestros prejuicios, discriminación y estereotipos frente a la vejez. Esto supone revisar nuestros afectos, cogniciones y conductas, respectivamente, ante el envejecimiento.