Un artículo de Joaquín Mateu Mollá,
director de la Maestría Oficial en Gerontología y Atención Centrada en la Persona de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

La nostalgia y la soledad son sentimientos que suelen acentuarse más en Navidad y Año Nuevo. Son fechas que, por el contexto social, se nos han transmitido como un momento que debe compartirse en familia y con amigos. No obstante, esto puede repercutir en aquellas personas que se ven obligadas a pasar las fiestas sin compañía.

Aunque se trate de una tradición, no es un secreto que en Navidad experimentamos un bombardeo publicitario donde vemos familias en situaciones casi idílicas de extrema felicidad, reafirmando una idea no muy realista de las fiestas navideñas.

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Sentimientos como la nostalgia se suelen acentuar más en Navidad, especialmente en las personas que pasan en soledad estas fiestas

En Navidad se inflama la norma social de que debemos rodearnos de personas, sin importar demasiado si nos apetece o no hacerlo, y la sociedad puede percibir con cierta desconfianza a quienes se aventuran a cuestionar los imperativos de este tipo, impuestos a través de un sofisticado entramado publicitario. Lo cierto es que el tiempo y la forma en que nos relacionamos con los demás siempre ha de ser una elección personal.

Pasar Navidad en soledad por decisión propia o circunstancias ajenas

Aquellas personas que deciden pasar estas fechas sin compañía puede ser porque, posiblemente, disfrutan del tiempo consigo mismos, lo que puede ser una oportunidad gratificante. Es un distanciamiento muchas veces necesario que permite reflexionar y replantearse el futuro; es una oportunidad para el autodesarrollo, el descanso de la algarabía cotidiana y la planificación de propósitos personales. Estos son los aspectos positivos de una Navidad sin compañía.

Por otro lado, están aquellas personas cuyas circunstancias personales contribuyen a que pasen en soledad estas fiestas, aún a pesar de que quisieran estar acompañados durante la Navidad, lo que es en gran medida dañino para la salud mental, pues pueden detonarse percepciones de marginación, aislamiento, frustración y tristeza

Para las personas en esta situación, recordar el pasado puede sumirlos en la nostalgia, especialmente cuando se recuerda a seres queridos que ya no están y con quienes solían compartir estas fechas especiales. El duelo adquiere matices relevantes y difíciles para quienes aún lidian con él y deberán enfrentarlo a solas un año más.

Para estos casos, disponer de la calidez de otro ser humano puede ser un verdadero alivio para su pesada carga emocional. Las familias deberían ser muy sensibles a este asunto y cuidar con sensibilidad de quienes transitan por esta delicada vulnerabilidad existencial.

El mensaje publicitario detrás de la unión familiar en Navidad

Las compras en las temporadas altas como la Navidad se ven beneficiadas por la impulsividad y el estado de ánimo. Se ha demostrado que cuando alguien está alegre es más propenso a gastar dinero en comparación a quien atraviesa sentimientos como la tristeza o miedo. De ahí que el mercado sepa estimular el concepto de estar feliz y en compañía, además de reforzar la idea de comprar y obsequiar como un ejercicio de ser buenos con los demás.

Hay, entonces, un objetivo netamente económico al incentivar el tono afectivo necesario para activar la insaciable rueda del consumismo. Se trata de un fenómeno bien conocido en publicidad y que se explota durante la Navidad, dejando tras de sí ese énfasis artificioso en reuniones sociales que podrían desplegarse perfectamente en otros momentos del año.

Ante una imposición tan fuerte de un mensaje que puede generar el efecto contrario en aquellas personas que no desean o no pueden pasar Navidad en familia, es importante respetar y ser conscientes de que no hay una sola correcta manera de disfrutar la Navidad.

Mientras para algunos es una época en la que disfrutar, otros la viven como algo desagradable, ya sea porque deberán estar solos o porque se verán forzados a reunirse y compartir con personas a las que no aprecian genuinamente y se pueden ver sometidos a fingir alegría, algo que genera mucho más peso emocional que puede ser insostenible.

En estos casos, los mensajes publicitarios pueden resultar especialmente dolorosos, dado que nutren la idea de cómo habría de ser una Navidad perfecta y sobredimensionan la distancia respecto a la que ha correspondido vivir.