El modelo de Atención Integral Centrada en la Persona (AICP) es esencial para mejorar la calidad de vida de quienes sufren demencia, tal y como expuso en un webinar organizado por CEAFA Lourdes Bermejo,  directora de recursos, investigadora y consultora en Atención Integral y Centrado en la Persona (AICP) para personas con demencia.

El modelo de Atención Integral y Centrado en la Persona (AICP) permite comprender de manera integral a las personas con demencia, más allá de la enfermedad, y ofrecerles un acompañamiento que respete su dignidad y derechos, siendo imprescindible para continuar avanzando en el acompañamiento y cuidado de las personas con demencia, recalcó Lourdes Bermejo.

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El modelo AICP aporta criterios generales que ayudan a comprender a las personas con demencia

Tal y como explicó esta experta en el webinar ‘‘¿Qué significa acompañar y cuidar a una persona con demencia desde el modelo de atención centrada en la persona?’ organizado por CEAFA, las personas con demencia tienen grandes dificultades para poder expresar qué necesitan para vivir esta etapa de su vida. Por ello es imprescindible orientar los apoyos y cuidados que se les prestan tratando de comprender lo que ellas nos expresan.

En este sentido, es necesario darles voz y protagonismo para conocer que desean y necesitan, y cuando les sea imposible expresarlo con palabras, aprender a interpretar sus expresiones, sus gestos, su lenguaje verbal. “No se trata solo de saber prestarles unos cuidados físicos y sanitarios, ni de desarrollar terapias cognitivas, se trata de acompañar a personas de forma integral en un momento de su vida, de gran desorientación y sufrimiento, tratando que sean lo más felices posible y preservando su dignidad y sus derechos”, afirmó Bermejo.

Necesidades psicológicas, afectivas, sociales y espirituales

El modelo de AICP permite ampliar la mirada para comprender y aceptar de forma holística a cada persona que tiene una demencia para entender que tiene, como el resto de personas, necesidades psicológicas, afectivas, sociales y espirituales, “que siempre son las difíciles de identificar y satisfacer”, apuntó la experta. Y añadió que “gracias al aporte de autores de diferentes disciplinas y países, durante los casi 20 años que llevamos avanzando en este camino, disponemos ya de experiencias, evidencias científicas y de técnicas concretas que nos ayuda a un mejor y más ético acompañamiento a las personas con deterioro cognitivo”.

En relación a este aspecto, la ponente subrayó que es fundamental no perder de vista nunca a la persona que está detrás de la enfermedad, con una identidad, una trayectoria, una personalidad y unos valores que la hacen única. Partiendo de ese conocimiento, “tendremos que ayudarla a vivir lo mejor posible en sus circunstancias actuales. Ella no es culpable de su enfermedad y sus consecuencias, ni de la necesidad de cuidados que requiere”.

Mirada más ética e integral del cuidado

El modelo AICP aporta criterios generales que ayudan a comprender a las personas con demencia, ya estén en casa, participen en centros de día o vivan en residencias. “Y también contamos con saberes específicos que nos van a orientar en los diferentes momentos de la evolución de las demencias para desarrollar formas de comunicación y relación; situaciones de convivencia gratas y estimulantes, así como en la creación de entornos físicos y humanos en el que las personas puedan desarrollar sus capacidades participando en tareas de la vida cotidiana, en iniciativa, en actividades interesantes y significativas para ellas, sintiéndose a gusto, reconocidas y valiosas”, explicó Lourdes Bermejo.

Esta experta en Intervención Social Integral también subrayó la necesidad de lograr que todas las personas con demencia tengan una vida buena, lo que requiere que las personas responsables de su acompañamiento y/o cuidado también sean ayudadas y capacitadas para esta ardua labor.

En esta sentido, A medida que se avanza en esta mirada más ética e integral del cuidado, aquellos que acompañan o cuidado de esas personas (familiares, amigos o profesionales), necesitan profundizar para intentar aproximarse a la vivencia de quien tiene demencia, para tratar de ofrecer, a cada una, relaciones y contextos de vida que les permitan satisfacer todas sus necesidades (también las psicológicas, emocionales, sociales y espirituales) para que puedan tener una vida que merezca la pena ser vivida, evitándoles, tanto como sea posible, la frustración y el sufrimiento que el deterioro progresivo genera.

“Para poder avanzar y mejorar necesitamos cuestionar nuestra forma de percibir, de interpretar y de actuar. A veces esto resulta doloroso por lo que implica asumir, que hay cosas que no siempre hacemos bien -a pesar de nuestra buena voluntad-, pero este es un camino imprescindible. Un camino a transitar no solo para familiares y profesionales a título individual, sino para los equipos de atención, para las organizaciones involucradas y para las administraciones responsables de las políticas de cuidados. Si queremos acompañar y cuidar a las personas con demencia, garantizando su dignidad y derechos, hemos de ir mucho más allá del diagnóstico o de la enfermedad que padecen”, concluyó Bermejo.