Un artículo de Esther García Galbeño,
Directora de la Residencia y Centro de Día Los Llanos Vital
Las capacidades que cada uno de nosotros tenemos a lo largo de nuestra vida nos sirven esencialmente para poder, libremente, tomar decisiones sobre lo que podemos y queremos hacer. Nos vienen dadas desde nuestro nacimiento y son desarrolladas de diferente forma a través del aprendizaje y la progresiva adquisición de habilidades en nuestra vida.
Por el contrario, la aparición de determinados hechos suponen la modificación de nuestra capacidad de hacer, de “acceder a…”. La edad es en la mayoría de los casos el factor más importante de modificación de nuestras capacidades físicas, de forma a veces paulatina, a veces repentina por cualquier episodio traumático que pueda ocurrirnos.
Me pregunto ¿Es importante la razón por la cual nuestra capacidad de “acceder a…” no se encuentre en lo que llamaríamos la normalidad de lo que la media de la población es capaz de hacer en una sociedad en concreto? Yo diría que da igual la razón por la que vayamos en una silla de ruedas, la razón por la que no podamos acceder a un cuarto de baño o al teatro, la razón por la que dejemos de poder correr o andar por la montaña…
La clave está en que en nuestra sociedad, y con más incidencia en los centros en los que residen o acuden personas que no tienen o han perdido las capacidades “normales que tienen la mayoría de las personas de su entorno”, estamos obligados a poner a disposición de todos los que lo necesiten los recursos/ayudas técnicas que eliminen o minoren la modificación de las capacidades físicas, supliéndolas y complementándolas para que sigamos pudiendo “acceder a …”, desde la realización de las funciones de la vida más básicas (avd) hasta las más complejas.
En la Residencia y Centro de Día Los Llanos Vital lo tenemos muy claro, porque una persona con iguales capacidades puede ser totalmente incapaz o capaz dependiendo de las habilidades que se entrenen y de los recursos técnicos que podamos ofrecerle.
Damos toda la importancia que se merece a la accesibilidad de nuestros espacios, porque un pasamanos nos hace capaces de salvar una distancia insalvable; una rampa de acceder al jardín; una silla eléctrica hace que lleguemos al comedor por nuestra cuenta; una barandilla que nos levantemos sin tener que avisar otra persona; una silla de ducha que podamos ducharnos con autonomía; y así podríamos seguir desde las ayudas técnicas más sencillas hasta las más complejas, como sensores, apps o inteligencia artificial. Día a día ponemos nuestro empeño para que no solo los espacios si no también la funcionalidad de ellos sea totalmente accesible porque la accesibilidad es libertad de elección, es autonomía, es dignidad de la persona.
La accesibilidad es más que hacer salvable una barrera. Apostamos por los derechos fundamentales, la libertad, asumiendo como una responsabilidad poder dar la mayor autonomía posible a los mayores, apoyándonos, entre otros recursos, en diferentes ayudas técnicas. Esta filosofía de trabajo implica una búsqueda continua de soluciones y alternativas -de ayudas- que faciliten, faculten y hagan posible la accesibilidad espacial y funcional de cada persona dependiendo de su estado de salud o físico en concreto. En definitiva, gracias a estas ayudas técnicas conseguimos una mayor satisfacción en la vida de nuestros mayores.