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Un artículo de Amèrica Morera,
subdirectora de la Unidad de Atención Diurna
de
Fundació ACE

 
La OMS define el envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen».
El envejecimiento activo se aplica tanto a los individuos como a los grupos de población. Permite a las personas realizar su potencial de bienestar físico, social y mental a lo largo de todo su ciclo vital y participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, mientras que les proporciona protección, seguridad y cuidados adecuados cuando necesitan asistencia.
Este concepto se fundamenta en cuatro aspectos clave: la salud física y mental, la participación en la sociedad, la seguridad y el aprendizaje durante toda la vida. Pero envejecer, para la mayoría de las personas, no resulta un proceso fácil y, en muchas ocasiones, requiere de aceptación y de aprendizaje.
No todos los mayores son felices y están activos física e intelectualmente, ni tampoco todos tienen un papel significativo en la sociedad. Muchos son los factores que influyen en ello; la personalidad basal de cada individuo tiene un papel importante, así como también la salud física o el estado cognitivo y emocional, claves para determinar cómo se acepta esta etapa de la vida.
Por ello, el papel del profesional que trabaja en el ámbito de la salud y, en concreto, con población mayor, debería ir hacia esta dirección: promover la adopción de hábitos saludables, desde que se es un adulto joven, en el aspecto físico, psíquico y emocional, con el fin de envejecer con calidad.
Una buena intervención debería implicar acercarse a la realidad de cada persona, conocer el tipo de vivencia que se tiene acerca del envejecimiento, entender cuáles son las posibles limitaciones con las que se encuentra y motivar a aceptar los cambios que van a sucederse en el futuro, ofreciendo las herramientas necesarias para ello.

Un estado de salud satisfactorio o compensado permite mantener la autonomía y, por consiguiente, aportar calidad a la vida

 
Para esta labor debemos ser creativos y ayudar a construir una rutina que no pierda de vista al individuo, promoviendo hábitos saludables sin intentar cambiar a las personas. A menudo estos pequeños cambios pueden ser simplemente ponerse objetivos alcanzables o huir de actividades invasivas que puedan generar rechazo. Ser respetuosos con la forma de ver la vida del otro y no intentar convencer sino simplemente exponer los beneficios de mantener dichos hábitos para conseguir un mayor bienestar personal. En esto reside el papel de los profesionales.
No existe una fórmula que sirva para todos los individuos. Cada persona es única, cada uno de nosotros partimos de nuestra personalidad, nuestras vivencias, nuestras circunstancias y nuestras creencias, y esto es lo que constituye, al fin y al cabo, nuestra realidad.

El estado de salud, clave en el envejecimiento activo

Uno de los pilares en el que se fundamenta el envejecimiento activo es el ámbito de la salud. Un estado de salud satisfactorio o compensado, permite mantener nuestra autonomía y, por consiguiente, aportar calidad a la vida.
El mantenimiento de hábitos saludables pasa por llevar una alimentación equilibrada, buenas rutinas de sueño, hábitos higiénicos, ejercicio físico regular, campañas preventivas, controles médicos periódicos, cumplimiento terapéutico y tener seguridad personal y en el domicilio (ayudas técnicas, supresión de barreras arquitectónicas y uso de NNTT) etc.
No podemos dejar de lado tampoco la salud mental, tanto en lo que se refiere a la cognición como a la emoción, como un aspecto fundamental en este proceso de envejecimiento. Por ello, debemos estar atentos a cualquier cambio que pueda aparecer en las rutinas, como puede ser el progresivo abandono de intereses sociales o intelectuales, descuidos en las citas, olvidos frecuentes, cambios en el autocuidado, etc.
Mantenerse mentalmente activos mediante la estimulación cognitiva resulta esencial tanto para el mantenimiento de las funciones cognitivas y la prevención del deterioro, como para la rehabilitación en personas que padecen deterioro cognitivo o demencia.
Los hábitos cognitivos saludables son aquellos que se basan en la realización de tareas cognitivas (a nivel individual o grupal), utilizando técnicas centradas en la estimulación cognitiva tanto para la prevención como para el mantenimiento o rehabilitación de las funciones cognitivas.
En personas sanas, el objetivo sería ejercitar o “entrenar” las funciones cognitivas para un funcionamiento cerebral óptimo mientras que, en el caso de personas con cierto deterioro cognitivo o demencia, el propósito es el de “mantenerlas” y/o “ralentizar” la pérdida de estas capacidades cognitivas. Existen muchas fórmulas para ejercitar la mente: desde actividades específicas de memoria, razonamiento, atención o cálculo hasta ejercicios más complejos que trabajen múltiples competencias cognitivas como pueden ser el aprendizaje de idiomas o la informática.
Actualmente, contamos con variadas herramientas multimedia que facilitan el acceso a programas de entrenamiento cognitivo estructurados y personalizados, así como APPS que pueden hacer que la estimulación sea más llevadera y atractiva.

Mantenerse mentalmente activos resulta esencial tanto para el mantenimiento de las funciones cognitivas como para evitar su deterioro

 
En el caso de personas con deterioro cognitivo, es recomendable realizar diariamente una rutina de ejercicios o tareas cognitivas (www.fundacioace.com), a la vez que se recomienda aprovechar las actividades del día a día para trabajar la cognición. Por ejemplo, realizar listas (compra, tareas…), llevar una agenda simple o anotar en el calendario las actividades previstas (citas médicas, talleres, visitas…), leer en voz alta, denominar de objetos, lugares y personas, realizar de forma autónoma o, con la mínima supervisión necesaria, todas aquellas actividades de la vida diaria que la persona sea capaz (autocuidado, limpieza del hogar, realizar pequeñas compras, cocinar…), priorizando siempre su seguridad.
A nivel emocional, también es importante permanecer atentos a cualquier cambio en el estado de ánimo o descuido de hábitos, pues estos pueden ser un signo de que algo no va bien. Evitar la soledad y el aislamiento, intentar buscar apoyos, cultivar las relaciones interpersonales y fomentar hábitos lúdicos y recreativos (como apuntarse a talleres, clases de idiomas, informática, manualidades, tai-chi, mindfulness, etc) pueden ser una buena opción para compartir y socializarse.
También es aconsejable la participación activa en la sociedad mediante acciones de las que se puedan beneficiar tanto la persona mayor, en concreto, como el conjunto de la sociedad, ya sea en el ámbito cultural, cívico y/o espiritual. La colaboración en organizaciones u asociaciones como consultor, el voluntariado social, o la participación en actividades intergeneracionales, transmitiendo conocimientos y vivencias, pues resultar muy beneficiosos.
Lo importante no es que hagamos una gran cantidad de cosas para mantenernos y después pasar periodos en los que nos abandonemos, sino la suma de acciones, a veces pequeñas, encaminadas a mantener buenas rutinas de vida.