Un artículo de Mª Rosa Ovejero Arranz
Psicóloga Clínica Centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia
El perfil psicológico se refiere al conjunto de características que reúne una persona y que determinan su carácter, sus actitudes, aptitudes y comportamientos frente a una situación particular o ante la sociedad como tal.
Cada persona presenta un perfil psicológico único que muestra sus rasgos principales y su modo de ser. Las personas mayores siguen desarrollándose y perfeccionándose a nivel comportamental, aunque con un menor incremento que en etapas anteriores. A lo largo de la vida existen factores psicológicos que experimentan ganancias y otras pérdidas.
Existe gran variabilidad entre los procesos y funciones psicológicas, así como entre los comportamientos de las personas en esta etapa de la vida. Las personas llegan aquí con distintas experiencias y vivencias debido al estado de su organismo así como las circunstancias que les ha tocado vivir y su propia historia de aprendizaje.
Las situaciones psicosociales y la propia personalidad del mayor pueden cambiar en función del estado de salud, grado de autonomía, y cambios que pueden afectarlo. De ahí que no se puede encasillar a la persona mayor dentro de determinados prototipos. El envejecimiento psicológico de una persona es el resultado de la acción del tiempo vivido y percibido por ella sobre su personalidad.
Siguiendo a R. Fernández Ballesteros, vamos a hacer referencia a los cambios producidos por la edad en las funciones psicológicas más importantes, como son las funciones cognitivas y las funciones afectivas.
Funciones Cognitivas
Es importante señalar que las personas mayores tienen una amplia capacidad de aprendizaje. Durante el proceso de envejecimiento se produce un enlentecimiento y una menor eficiencia del funcionamiento cognitivo. Aunque estos cambios ocurren desde muy temprano en la vida, las personas mayores tardan más en responder a la información que reciben, sobre todo cuando las tareas que se le demandan requieren muchos recursos atencionales. A pesar de las quejas de memoria en los mayores, tan solo la memoria de trabajo (operativa) y la episódica parece que sufren cambios negativos asociados a la edad.
Las funciones cognitivas o intelectuales se expresan en una estructura psicológica que es la inteligencia, entendida como la capacidad de adaptación al medio, o como un conjunto de competencias que permiten resolver problemas contextualmente relevantes.
La inteligencia fluida (biológica) que se refiere a fluidez verbal, aptitudes, velocidad perceptiva, razonamiento o aptitudes espaciales, suele declinar a partir de los 30.
La inteligencia cristalizada (cultural), que se relaciona con el vocabulario, comprensión, aptitudes de información, etc, una vez que alcanza una meseta se mantiene constante o incluso puede incrementarse hasta edades avanzadas.
También parece que existe evidencia de que la actividad y el ejercicio intelectual, como pueda ser hacer crucigramas, juegos de mesa, etc, mejoran este funcionamiento en la vejez. Incluso las personas que realizan actividad intelectual en su vida cotidiana son menos propensas a presentar problemas de demencia.
En las personas mayores, junto con el declive que pueda producirse, también se sabe que se producen cambios positivos en el funcionamiento intelectual. Bales y Cols. lo identifican como un “conjunto de conocimiento de experto en la pragmática de la vida”.
Epicuro en su carta a Medeo decía: “han de amar la sabiduría tanto el joven como el viejo; éste para que sintiéndose anciano rejuvenezca y aquél para que sea joven y viejo al mismo tiempo”. La sabiduría es un atributo cognitivo con componentes emocionales e intelectuales.
Funciones Afectivas
Como importante ámbito psicológico, los sentimientos y las emociones conforman la afectividad. Las personas somos organismos emocionales en los que la inteligencia se entremezcla con el sentimiento y la pasión. Los mejores predictores de la afectividad son la personalidad y el funcionamiento intelectual.
Esta etapa de la vida suceden situaciones como enfermedades, pluripatologías, pérdida de seres queridos, marcha de los hijos y, a veces, discapacidad y/o dependencia, además de ser un momento que se puede percibir que se acerca el final de la vida. Junto a esto, pueden suceder otras situaciones negativas que producen en ocasiones reacciones afectivas como: depresión, soledad y sufrimiento.
Sin embargo, diversas investigaciones explican que no existe influencia de la edad en la expresión verbal de la experiencia de la felicidad y que las personas mayores no expresan menor felicidad, bienestar o satisfacción con la vida en comparación con los más jóvenes.
En los estudios en los que se compara la afectividad en distintas etapas entre los 18 y más de 90 años se concluye que:
- Las personas mayores experimentan emociones con la misma intensidad y frecuencia que cuando se es más joven.
- A partir de los 60, la experiencia emocional negativa es menos frecuente. A esas edades se expresa más “felicidad, gratitud, alegría”, que “tristeza, frustración…”
- La conclusión de autores que investigan el mundo afectivo, como Catersen, la edad permite una mayor cohesión entre cognición y afectos, lo cual favorece una mayor regulación de la emoción en esta etapa de la vida, lo que lleva a una maximización de aspectos positivos y minimización de los negativos.
Concluyendo, parece que en el mundo cognitivo de las personas mayores ocurren cambios negativos debido a la edad y en el mundo afectivo parecen ocurrir cambios positivos ligados a un declive de la emocionalidad negativa que algunos autores han conceptualizado como una mejor integración o elaboración emocional.
1 Comment
Deja una respuesta
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
[…] El envejecimiento psicológico es el resultado de la acción del tiempo vivido y percibido […]