Un artículo de
Libertad Álvarez Ramírez de Verger

Presidenta del Comité de Bioética Asistencial de Amavir

 
Los cambios en la estructura de la sociedad están demostrando que cada vez aumenta más la esperanza de vida saludable. Según el Libro Blanco de Envejecimiento Activo del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), en 2018, más de la mitad de las personas mayores iniciaron actividades después de los 65 años.
Este dato es altamente positivo para la población, ya que en 1993 la cifra se quedaba tan solo en el 9,5 por ciento. Los números indican que se ha producido un cambio significativo en el perfil del mayor, una tendencia que nos hace destacar las bondades de un envejecimiento activo saludable.
Los adultos de edad avanzada presentan nuevas expectativas de futuro que deben abordarse desde un escenario de oportunidades de participación e integración social. Envejecer, ya sea viviendo en solitario o en familia, no debe contemplar el abandono de la actividad cotidiana ni aparcar las relaciones personales. Poder disfrutar del tiempo en edad avanzada es más que beneficioso y permite retomar experiencias vitales, actividades y participar en intercambios intergeneracionales que favorezcan el desarrollo personal.
Las residencias de mayores y centros de día se han convertido en un espacio propicio con grandes alicientes para el envejecimiento activo. Los profesionales que trabajan en los centros impulsan a los mayores a mantener la mente ocupada, incentivan las actividades de cooperación en grupo y coordinan talleres de variadas temáticas que generan ambientes de esparcimiento y ocio. Estos recursos son fundamentales para las personas mayores, ya que promueven su desarrollo cognitivo y emocional y les permiten ejercitar capacidades que se van perdiendo con el paso del tiempo.
Los beneficios que aportan los talleres o cursos programados son numerosos y variados. Con cada tarea o ejercicio lúdico, los mayores aumentan sus habilidades y la precisión de movimientos, impulsan su creatividad y estimulan su memoria. Cabe destacar que, aunque los procesos cognitivos se deterioran con la edad, otras funciones de carácter intuitivo y procesos automáticos continúan estables. Esta seguridad proporciona en los mayores un deseo de participación activa, no solo en los espacios habilitados en los centros, sino de forma integral en la sociedad, en colectivos y organizaciones de voluntariado.

En las residencias es fundamental generar vínculos y promover los valores de convivencia, donde las relaciones intergeneracionales juegan un papel importante

 
Conocedores de esta nueva realidad, los profesionales de las residencias están preparados para diseñar programas específicos eficientes que garanticen el bienestar y la actividad física de los mayores y respondan a sus necesidades. Para las residencias, cobra gran importancia la función de generar vínculos y promover los valores de convivencia, donde las relaciones intergeneracionales juegan un papel importante. Aunque las diferencias de edades sean notables, poder compartir experiencias con personas de otras generaciones aporta diversidad en los puntos de vista, crea lazos afectivos y genera confianza a los mayores. También es fundamental potenciar su sentimiento de sociabilidad y autonomía que desde la soledad resulta complicado cultivar.
En este ámbito, los profesionales de las residencias se han convertido en figuras imprescindibles para estimular a los mayores al identificar y reconocer qué actividades resultan más favorables a su desarrollo personal y social. La función de acompañamiento, cuidado y de motivación que se realiza en los centros de mayores es primordial para mejorar la calidad de vida e impulsar el envejecimiento activo potenciando el bienestar físico y mental.

Pedagogía gerontológica, un factor clave

Todas estas propuestas basadas en pedagogía gerontológica ayudan a que los mayores puedan disfrutar de una calidad de vida plena. Ofrecer programas educativos estables abre nuevas vías en el trabajo social con los mayores. Los programas socieducativos se adaptan a necesidades concretas de los participantes atendiendo a unos objetivos y metodología y dan la oportunidad a los mayores de continuar con un proceso de aprendizaje que acaba por convertirse en un reto satisfactorio. Un envejecimiento activo saludable relacionado con la educación proporciona en los mayores una experiencia individual enriquecedora y les hace sentir que todavía pueden cultivarse, decidir y desarrollarse personalmente.
Talleres medioambientales, de nuevas tecnologías, de cine, teatro, tertulias literarias, manualidades… constituyen una buena fórmula de enriquecer a los mayores y derrotar estereotipos que asociamos a la edad. Asimismo, los procesos de aprendizaje en un ambiente amigable y en comunidad generan respeto por las diferencias y dan la posibilidad a los mayores de descubrir talentos desconocidos. Estas sorpresas les proporciona un espíritu positivo que refuerza su autonomía e independencia y aporta dignidad.
Como señala Martínez Rodríguez, envejecer bien es envejecer activamente. Ello implica contar con salud y seguridad, a la par que tener un rol social. Sin duda alguna, la parte activa es la que más importancia tiene en un envejecimiento saludable en el que los mayores se convierten en protagonistas de su destino y participantes de la sociedad en la que están integrados. Y a todas estas particularidades responden los centros y residencias con sus especialistas, que ofrecen un diálogo constructivo y empático a los mayores.

Comunidad accesible

Toda la actividad que realizan las residencias entronca con los retos y desafíos de las administraciones para propiciar una comunidad accesible y amigable con las personas en edad avanzada. En la actualidad, y como planteamos al inicio, el modelo de sociedad está cambiando y los mayores ya no son solo receptores de mensajes, productos y servicios, sino parte activa y dinámica que interactúa y tiene sus propios deseos. Por todos estos motivos, es fundamental extender la cultura del envejecimiento activo y saludable y continuar apostando por la labor que proporcionan los centros especializados.
Envejecer de forma saludable implica a todas las edades y sectores sociales, por eso es importante tomar conciencia de que los mayores pueden transmitir un legado de conocimientos que pueden ser de gran utilidad para inspirar a los jóvenes. En eso consiste estar activo, en implicarse con el entorno y participar del colectivo.
Debemos reconocer el potencial que tienen las personas mayores, y sus capacidades en cualquier ámbito, desde su intervención en los espacios públicos, a las prácticas del voluntariado, la defensa del medio ambiente o los viajes en grupo. Es nuestra misión generar un espacio de encuentro y participación que favorezca la solidaridad y las relaciones sociales de nuestros mayores como integrantes de la sociedad.