Un artículo de Clara Díaz Henche,
Psicólogo General Sanitaria, neuropsicóloga
y experta en intervención gerontológica
Vicepresidenta de la Asociación Española de Psicogerontología
y autora del Blog sobre envejecimiento Serendipity-psico
La personalidad es un concepto complejo y muy variable en las personas. Ésta depende de la interrelación de dos factores globales: biológico y ambiental. La programación genética de cada uno le predispone a una serie de rasgos de personalidad, que en interacción con las condiciones ambientales irá moldeando el perfil de personalidad de cada persona.
El factor biológico se considera como predeterminado o estático en función de la herencia, pero el factor ambiental es cambiante. Como se ha apuntado antes, la predisposición a determinados rasgos de personalidad viene impuesta biológicamente, no obstante cada experiencia e influencia del ambiente moldeará ese rasgo a lo largo de toda la vida. En cuanto al ambiente se debe tener en cuenta multitud de factores influyentes como por ejemplo: familia, escolaridad, alimentación, experiencias, sociedad etc.
Siendo esto así, cuanto mayor tiempo ejerza influencia el ambiente, más posibilidades de moldear la personalidad y mayor variabilidad en los perfiles personales y psicológicos habrá.
Las personas mayores son el grupo de edad donde mayor variabilidad hay. Hablar del perfil psicológico del mayor es algo que quizás carezca de sentido, ya que aquello que comparten estas personas en cuanto a su personalidad es más dispar que lo que puede compartir un grupo de niños, adolescentes o adultos jóvenes entre sí.
A pesar de ello, si es conveniente destacar una serie de características o particularidades que pueden aparecer con mayor frecuencia en las personas mayores atendiendo a las influencias ambientales que han podido vivir.
Si ponemos la atención en las personas mayores a día de hoy, es innegable que muchas de ellas están influenciadas por la religión y espiritualidad. Este modo de vida les puede guiar hacia una serie de conductas y modos de pensar comunes.
El sentido de la gratitud por las condiciones de vida que se tienen a pesar de ser mejorables, la importancia de la resignación ante las dificultades como un modo de afrontamiento, y el consuelo y reporte que les proporciona el rezo y pensamiento de que Dios está a su lado, son conductas y pensamientos que influyen en el modo de afrontamiento y estilo de vida en las personas mayores.
Por otro lado, teniendo en cuenta la cantidad de estereotipos ligados a la edad que existen en la sociedad y siendo la mayoría de ellos ligados a aspectos negativos como la dependencia, enfermedad e inutilidad, es común pensar que las propias personas mayores también tenga asumidas determinadas “reglas” hacia sus competencias y destino. Creencias como que a partir de determinada edad solo deben esperar enfermedad y dependencia, que no son capaces de aprender, que no son productivos o que no deben proponerse objetivos porque ya los han cumplido todos, son pensamientos que les alejan del concepto de autodeterminación.
Es por ello por lo que, independientemente de la personalidad que se haya moldeado a lo largo de los años gracias a la herencia y al ambiente en el que se han desenvuelto las personas mayores, los efectos de determinadas creencias ligadas a estereotipos o actitudes y pensamientos relacionados con la espiritualidad pueden determinar su comportamiento haciendo pensar que estas respuestas representan sus verdaderos rasgos de personalidad.
Es posible que en determinadas ocasiones, las condiciones ambientales minen aquellos rasgos que han quedado sepultados por la depresión, la dependencia y la resignación, o que aquellos otros rasgos se vean fortalecidos por creencias que les permiten sentirse en paz.
Rasgos vs. Aprendizajes. ¿Cómo diferenciarlo?
El psicogerontólogo es el profesional que pone especial interés en conocer el perfil psicológico de las personas mayores para poder orientar su intervención. Este profesional presta atención a cada persona de manera individual y teniendo en cuenta sus circunstancias personales y ambientales.
Una atención centrada en la persona, teniendo en cuenta su grupo de edad pero sin caer en generalizaciones guiadas por estereotipos es la práctica adecuada. Esforzarse en conocer cada caso, evitar juzgar, y comprender por qué se comportan de la manera que lo hacen, es la actitud acertada.
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