Un artículo de la Federación Española de Diabetes (FEDE)

El 90% de las personas que padecen diabetes en el mundo tienen la tipo 2, es decir, aquella que está muy vinculada a malos hábitos de vida y por eso, cuando hablamos de salud y diabetes, una buena alimentación tiene mucho que decir.

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Una alimentación equilibrada y la actividad física pueden ayudar a retrasar e incluso evitar la diabetes

Cambiar los hábitos de vida es un imperativo cuando ya se ha diagnosticado una patología crónica como la diabetes, pero es importante saber también que una alimentación equilibrada y la actividad física pueden ayudar a retrasar e incluso evitar la diabetes. Pero una vez se diagnostica la patología, hay que seguir el tratamiento pautado por le profesional sanitario y, en este sentido, además de las pautas farmacológicas establecidas, una alimentación sana forma parte del tratamiento, y debe seguirse para mantener la patología bajo control.
Como señalan desde la Asociación Americana de Diabetes (ADA, según sus siglas en inglés) es importante elaborar con el médico o nutricionista un plan de alimentación adecuado para el paciente, porque tomar buenas decisiones con respecto a la alimentación mejorará su salud en general, facilitará tener la glucosa en niveles correctos e incluso podrá prevenir complicaciones derivadas de un mal control de la diabetes, como son por ejemplo problemas cardiovasculares.

Pero, ¿qué es una alimentación equilibrada en diabetes?

Se considera una alimentación saludable cuando los alimentos que se ingieren combinan un 55% – 60% de carbohidratos; un 15% – 20% de proteínas; y 20% – 30% de grasas. Se trata de una aproximación general en la que, lógicamente, habrá que tener en cuenta también otros factores como la edad, el peso, el sexo, la altura, etc. Hay que tener presente también que una alimentación sana es aquella que incluye comer una gran variedad de alimentos, incluidos vegetales, granos integrales, fruta, productos lácteos sin grasa, menestras, carnes magras, aves de corral o pescado.
No hay ningún alimento perfecto, por lo que es importante incluir una variedad de alimentos diferentes en la dieta y fijarse en el tamaño de las porciones que se ingieren. Además, es necesario asegurarse que los alimentos elegidos para cada comida tengan la más alta calidad de nutrientes, apostando sobre todo por aquellos ricos en vitaminas, minerales y fibra, y evitar los procesados. En este sentido, los alimentos aconsejados para un consumo frecuente son los siguientes:

 Leche y lácteos: leche semi o desnatada, dependiendo de las necesidades individuales, pero en especial se recomienda consumir con mayor frecuencia yogures y otros derivados lácteos poco grasos y, por supuesto, no azucarados. Los hay edulcorados con sacarina que se pueden tomar sin problemas, aunque es aconsejable siempre comprobar el etiquetado de estos.

Carnes, pescado, huevos y derivados: consumidos con la frecuencia que marcan las recomendaciones de alimentación equilibrada.

Cereales y patatas: patata (fécula), arroz, pastas alimenticias y en cuanto a otros cereales, es mejor tomar los integrales (pan, cereales y galletas integrales sin azúcar) a los refinados. Procurar combinarlos siempre con verduras.

Legumbres: se recomienda combinar sólo con patata o arroz y verduras.

Verduras y hortalizas: todas, preferiblemente una ración diaria en crudo (ensalada).

Frutas: frescas, a ser posible con piel y bien lavadas, batidas, cocidas y al horno sin azúcar.

Bebidas: aguas, caldos desgrasados, infusiones, zumos naturales y licuados de frutas sin azucarar.

Grasas: aceites de oliva y semillas (girasol, maíz, soja), mantequilla, margarinas vegetales, mejor en crudo, y frutos secos.

Hay otros alimentos que es mejor evitar o consumirlos de forma excepcional, tales como postres, carnes semigrasas, embutidos, zumos o bebidas comerciales sin azucarar, bollería, mermeladas, mayonesas, fruta en almíbar o confitada, etc.

Importa qué comer, pero también cuándo

Los horarios de la comida son importantes. Recientemente se ha publicado un estudio que asegura que pequeñas modificaciones en los horarios de las comidas y cenas podrían tener importantes implicaciones en la prevención y manejo de la diabetes. De hecho, esta investigación realizada por la Universidad de Murcia analiza que la secreción de insulina por parte del páncreas no es la misma por la mañana que por la noche, y que la sensibilidad de las células y tejidos a la acción de la insulina varía a lo largo del día. Esto demostraría que la sensibilidad a la insulina por parte de las células del tejido adiposo cambia a lo largo del día, siendo mucho mayor a las 12 del mediodía que a las 12 de la noche.

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Es recomendable comer cada 3 ó 4 horas ya que el menor volumen de alimento por toma mejora el control de los niveles de glucosa

Teniendo presente esta investigación, en diabetes, según recomiendan los expertos, hay que comer cada 3 ó 4 horas (alimentación fraccionada), ya que de esta manera se evita una hipoglucemia o bajada en el nivel de azúcar debida a un exceso de medicamento o insulina para la glucosa que hay en sangre. De esta manera, el alimento se ajusta a la acción de los medicamentos para el tratamiento.
Además, al estar fraccionada en 5 ó 6 ingestas diarias, el menor volumen de alimento por toma facilita y mejora el control de los niveles de glucosa (azúcar). Además, es aconsejable comer siempre a la misma hora aproximadamente, porque esto facilita un mejor equilibrio metabólico.
Lógicamente, como en otras dolencias crónicas, el tabaco y el alcohol están desaconsejados. Fumar disminuye la capacidad del cuerpo para utilizar correctamente la insulina y también favorece el acumulo de grasa alrededor de la cintura. La nicotina contrae los vasos sanguíneos y las arterias, altera la circulación de la sangre y eleva la presión arterial; y hay que tener en cuenta que la enfermedad del corazón, así como la hipertensión son dos complicaciones bastante habituales de la diabetes tipo 2, sino se controla de forma adecuada. El alcohol tampoco se aconseja, porque contiene lo que se considera “calorías vacías”, es decir, que no aportan nada positivo a la alimentación del paciente.
En resume, se puede concluir diciendo que las personas con diabetes pueden y deben comer los mismos alimentos de los que disfruta el resto de la familia cuando se sienta a la mesa. Es importante en este sentido que los familiares adapten los menús teniendo en cuenta la realidad de la persona con diabetes, algo que, además, será positivo para todos, ya que se seguirá una dieta más saludable en casa.