Un artículo de Antonio Cardona, director técnico de Grupo El Yate
Cada vez más estudios avalan y relacionan una buena alimentación con una buena calidad de vida para las personas mayores. De hecho, no solo influye en el aspecto preventivo (inmunosupresión, accidentes cerebro vasculares, infartos, inmovilidad, úlceras en la piel, etc.) también en su aspecto terapéutico, ya que contribuye a mejorar enfermedades comunes de la edad (diabetes, osteoporosis, hipertensión arterial, etc.) que pueden producir serias complicaciones.
Conforme la edad avanza van aconteciendo cambios en nuestro organismo que pueden condicionar nuestro día a día. Por citar tres de los más frecuentes: disminuye la masa muscular, al disminuir el músculo disminuye también la fuerza y por lo tanto la movilidad, disminuye el agua corporal lo que puede desembocar en alteraciones de la piel, y disminuye también la masa ósea aumentando la frecuencia de fracturas. Estas alteraciones pueden mejorar e incluso corregirse con una alimentación adecuada.
La alimentación ideal en personas mayores de 65 años debe ser individualizada, pero podemos generalizar que dietas entre 1.700 a 2.500 Kcal/día, es decir unos 30-35 Kcal/Kg de peso /día, sería lo adecuado. No se recomienda dietas por debajo de 1500 Kcal/día. A su vez, es necesario tener en cuenta que al aumentar la edad disminuye el gasto calórico, reduciéndose un 10% aproximadamente cada 10 años a partir de los 60 años de edad.
Este aporte energético total debe repartirse entre los diferentes principios inmediatos y macronutrientes. Se aconseja que la dieta debe estar compuesta por:
- Proteínas 15-20% de la ingesta calórica total como mínimo, de manera que se mantenga el tejido muscular, mejorando su estado de salud y su capacidad funcional.
- Las grasas deben representar el 20-35% del aporte calórico total, abundando las grasas monoinsaturadas o poliinsaturadas (proteínas vegetales, o animal, aceite de oliva, pescado azul, etc.). Si no existe enfermedad de base que lo impida. Deben evitarse grasas saturadas como embutidos, mantequilla, coco, palma, etc.
- Hidratos de Carbono el 45-66% del aporte calórico total, fundamentalmente azucares complejos de absorción lenta (almidones) y >10% de azucares simples (glucosa, sacarosa).
- Fibra 20-30 gr/d, es un nutriente esencial en la regulación del tránsito gastrointestinal y el mantenimiento del ecosistema bacteriano intestinal.
- Agua, aporte mínimo en general 1500 ml/día (30 ml/Kg/día); aumentando los requerimientos en caso de diarrea, vómitos, fiebre… y disminuyendo su frecuencia en caso de insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal, etc.
- Vitaminas y minerales, una dieta variada y equilibrada es suficiente para cubrir los requerimientos diarios de micronutrientes (vitaminas B12, B6, ac. Fólico, vit. C, D, E, K; minerales como hierro, calcio, zinc y selenio).
Una vez que conocemos las necesidades básicas de nuestra dieta, se presenta el segundo problema, nosotros no comemos macronutrientes ni micronutrientes, sino alimentos, entonces ¿cómo traduzco estas necesidades nutricionales basales en alimentos? Para dar respuesta a esta pregunta vamos a valernos de la pirámide de los alimentos.
Del nivel más bajo (agua) se deben tomar de 6 a 8 raciones (vasos) al día como mínimo. En el caso de lácteos, cereales, arroz y pasta serían necesarias 4 raciones diarias. A su vez, verduras y hortalizas deben representar 2 raciones, frutas 3 raciones y aceite de oliva de 3 a 5 raciones. Finalmente en el caso de leche, yogur y queso bajo en grasas 3 raciones; carnes magras, aves, pescados, legumbres, frutos secos y huevos serían 2 raciones. Por último de grupo del pico de la pirámide, dulces y pastelería industrial, se recomienda moderar el consumo todo lo que se pueda.
Las consecuencias de una alimentación incorrecta pueden ser importantes, pero la causa de una mala alimentación no siempre depende de la cantidad que ingerimos. Existen otras causas que se deben tener en cuenta, unas de tipo médico (alteraciones de la dentadura que proporcionan una mala masticación y dificultan la ingesta y digestión de los alimentos, algunos medicamentos que disminuyen el apetito o enfermedades crónicas como la insuficiencia cardiaca, pulmonar, renal, digestivas…); otras psicológicas (la soledad, la depresión, el deterioro cognitivo) y otras sociales (falta de apoyo social, económicas etc.). Todo ello nos lleva a consumir dietas repetitivas, monótonas, no adaptadas a la patología de base, con déficit de aportes de nutrientes y un deterioro progresivo de la persona.
En definitiva, tener una dieta saludable tiene beneficios demostrados que nos ayudaran a afrontar el envejecimiento de forma más activa evitando patologías y complicaciones que pueden desencadenar un incremento en la dependencia.
Sobre el autor: Antonio Cardona
Antonio Cardona es licenciado en Medicina desde hace 30 años y ha desempeñado su tarea como médico de las residencias del Grupo El Yate desde los inicios del mismo, allá en 1996.
Su profesionalidad y saber hacer, le llevaron a dirigir el área médica de la compañía durante ocho años, cargo que dejó para poder hacer frente a un nuevo cargo: Dirección General, desde 2008 hasta 2012. Los últimos años, Cardona los ha invertido dentro del grupo como responsable de la unidad de Rehabilitación y Director Técnico del Grupo, cargo que desempeña en la actualidad.
Es miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología. Asimismo, ha participado como docente en múltiples acciones formativas en el ámbito geriátrico, así como en múltiples trabajos científicos como ponencias, comunicaciones y artículos relacionados con la geriatría.