El síndrome del inmovilismo se ha convertido, sin lugar a dudas, en uno de los principales factores que contribuye al desarrollo de la fragilidad del mayor. En estos momentos se considera un síndrome geriátrico principal, que cobra mayor importancia en los casos de patología aguda donde es necesaria la hospitalización.
La causa de este síndrome es variada y en la mayoría de los casos suele ser multifactorial. La aparición del cuadro en personas mayores provoca la disminución de la masa muscular y ósea, trastornos de equilibrio, alteraciones de la integridad de la piel facilitando la aparición de úlceras e incluso puede afectar a los niveles cognitivos debido a la falta de estímulos.
La clave para evitar el deterioro de la salud que trae consigo la inmovilidad consiste en adoptar medidas preventivas. Podemos agrupar las medidas de prevención en tres grupos: actuar antes de que ocurra (primaria), actuar para corregirla o evitar su evolución una vez que ha aparecido (secundaria) y por último, la prevención de las complicaciones derivadas del estado de inmovilidad (terciaria).
La prevención primaria agrupa a todas las actuaciones encaminadas a prevenir las consecuencias propias de la inmovilidad antes de que esta aparezca. En primer lugar es imprescindible dar un tratamiento ajustado a la patología que sufre la persona mayor con el objetivo de mantener y recuperarla funcionalidad existente. A su vez, incorporar la realización de ejercicios aeróbicos de baja intensidad a su rutina, por ejemplo con tablas de gimnasia de movimiento, ayudará a conservar la movilidad activa.
Cuando hablamos de prevención secundaria las actuaciones más importantes comienzan con una exploración funcional que nos sirva como evaluación de la situación real. A partir de ese punto podemos introducir elementos correctivos como favorecer los desplazamientos en el entorno del paciente incorporando camas bajas, sillas de altura adecuada o suelos seguros. Por otro lado, es fundamental mantener un adecuado nivel sensorial incorporando las ayudas necesarias como gafas o audífonos. Hay que estimular la realización de actividades en su vida diaria, hacer que se vista solo por ejemplo. Incluso podemos monitorizar estas actividades para observar los cambios en las mismas.
Por último en el caso de la prevención terciaria, empezaríamos siempre por un adecuado tratamiento postural cuyo objetivo final es conseguir que el paciente no sufra complicaciones derivadas del encamamiento. Esto se basa en el mantenimiento de la postura correcta y la realización de cambios posturales. Además hay que prevenir la debilidad y la atrofia muscular con ejercicio, tratar las contracturas musculares con ejercicios flexores o movilización activa y pasiva precoz, prevenir la osteoporosis con ejercicios isotónicos e isométricos, observar la evolución del mayor respecto a otras complicaciones como la pérdida del control motor, problemas cardiovasculares, complicaciones respiratorias y digestivas.
El síndrome del inmovilismo es una de las principales causas del aumento de la morbilidad y la mortalidad de la tercera edad. Pero además contribuye a empeorar notablemente su calidad de vida como consecuencia de las complicaciones psicológicas derivadas, como el síndrome de la postcaida que conduce a las personas mayores a la inmovilidad por miedo a una nueva caída lo que conlleva a su vez una menor actividad social.
Por ello, una vez valorada la persona, establecidas unas vías de intervención y objetivos, se debe diseñar un plan de cuidados para reentrenarla de forma que consiga conservar el mayor grado de movilidad posible. Muchas veces somos los propios cuidadores y familiares quienes contribuimos a perpetuar estas situaciones con actitudes sobreprotectoras que pueden llegar a ser más perjudiciales que beneficiosas.
Sobre el autor: Antonio Cardona
Antonio Cardona es licenciado en Medicina desde hace 30 años y ha desempeñado su tarea como médico de las residencias del Grupo El Yate desde los inicios del mismo, allá en 1996.
Su profesionalidad y saber hacer, le llevaron a dirigir el área médica de la compañía durante ocho años, cargo que dejó para poder hacer frente a un nuevo cargo: Dirección General, desde 2008 hasta 2012. Los últimos años, Cardona los ha invertido dentro del grupo como responsable de la unidad de Rehabilitación y Director Técnico del Grupo, cargo que desempeña en la actualidad.
Es miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología. Asimismo, ha participado como docente en múltiples acciones formativas en el ámbito geriátrico, así como en múltiples trabajos científicos como ponencias, comunicaciones y artículos relacionados con la geriatría.