geriatricarea Carina Cinalli


Un artículo de Carina Cinalli Ramírez,
Psicóloga
Vicepresidenta Asociación Española de Psicogerontología (AEPG)

“La vida no viene, simplemente, así porque sí al hombre, a veces viene como una tarea, una tarea en dos formas: para modelar la vida resolviendo
problemas y también como un constante dejar cosas atrás y decir adiós”
(Längle y Probst, 2000)


Al hablar de fragilidad en la vejez se nos presentan imágenes que hacen referencia a la disminución de la capacidad funcional, riesgo de dependencia, deterioro de la calidad de vida, etc. La fragilidad es considerada un síndrome clínico basado en la presencia de signos y síntomas específicos. Una persona mayor considerada frágil es aquella que, manteniendo su independencia de manera inestable, presenta un riesgo de pérdida funcional y de tener una situación de dependencia.

La fragilidad es un concepto clave en atención en geriátrica y a lo largo del tiempo se han realizado grandes esfuerzos en la lograr una definición consensuada del término, identificar factores de riesgo, realizar una detección precoz, e intervenir para reducir y/o retrasar su aparición.

geriatricarea fragilidad
La fragilidad es considerada un síndrome clínico basado en la presencia de signos y síntomas específico

Aunque inicialmente la fragilidad se ha referido casi exclusivamente a al área física, con el tiempo se han considerado diferentes dimensiones: cognitiva, psicosocial, etc. Hoy quiero invitaros a reflexionar sobre la fragilidad existencial y la importancia de incluir su abordaje en la atención integral a la persona mayor.

Pickard hace una distinción entre fragilidad contingente y existencial. La primera hace referencia a la que es potencialmente modificable con intervenciones apropiadas por ejemplo para hacer frente a al riesgo de caídas, a la mal nutrición, etc. En cambio, la fragilidad existencial es inherente a la condición humana, no podemos sustraernos a ella, pero podemos integrarla en el itinerario vital y responder de manera significativa. Esta fragilidad se deriva de la interdependencia y la finitud: somos con otros y en el mundo, y la vida tiene un final.

La fragilidad no es exclusiva de la vejez, pero en esta etapa de la vida se conjugan al menos dos factores que aumentan la percepción de fragilidad existencial, y esto puede amenazar lo específicamente humano: el sentido vital, la realización de valores, la relacionalidad, y la trascendencia.

Uno de estos factores es la especificidad del horizonte temporal en la vejez. A pesar de que en la actualidad una persona puede vivir muchos años en esta etapa de la vida, los mayores cuentan con un pasado muy amplio (formado por lo ya vivido) y en cambio la dimensión del futuro aparece más restricta, y esto se acompaña de una conciencia más clara de la finitud.

Otro factor tiene que ver con la mayor probabilidad de experimentar sucesos vitales vinculados a pérdidas, especialmente en lo que se conoce como cuarta edad (Baltes y Smith, 2002). Algunos de estos sucesos se consideran normativos, por ejemplo la jubilación, la viudedad, cambios físicos y funcionales, ingreso en una residencia, etc. Otros, como la pandemia por covid, son eventos globales no normativos.

Todos ellos pueden funcionar como situaciones límites, que según Jaspers (1967) son aquellas que no se pueden cambiar ni resolver sino solo atravesar. Estas situaciones impactan en la identidad de la persona mayor en tanto conmueven el “yo soy” y el “yo puedo”.

“Ya no soy la de antes” “Me miro y no me reconozco”, “Todo lo que me gustaba ya no lo puedo hacer”, son frases que escuchamos habitualmente quienes trabajamos con personas mayores.

Ante esta conmoción identitaria es frecuente que se reactiven o intensifiquen las preocupaciones que están enraizadas en la existencia humana y que según Yalom (2011) son cuatro: la muerte, la libertad, el sentido vital, y la soledad.

“Desde hace unos días me siento nerviosa, tengo algo en mi interior que no se bien qué es, es una tristeza profunda ¿será porque veo que ya tengo muchos años y ya me acerco al final de mi vida?” Dice María de 95 años que desde hace una semana se niega a participar de las actividades de la residencia donde vive.

“Si no me hubiera enfermado podría hacer todo lo que usted me dice, pero ahora las cartas están echadas…¿cómo voy a aprender a vivir con esto?” dice Juana que vive su enfermedad con una actitud de resignación e impotencia y tiende dificultades en reconocer la libertad de elegir la actitud ante sus condicionantes.

“Desde que me quedé sola todos los días son iguales, como el día de la marmota. Cuando me despierto me pregunto ¿para qué me voy a levantar, si no tengo nada que hacer? Luego me levanto, voy a las actividades pero la verdad es que no me aportan nada”. Dice Juana de 75 años que participa en un taller de memoria en el centro de mayores.

Estos relatos nos hablan de formas de experimentar la vejez. Si bien existe una gran heterogeneidad en el afrontamiento los cambios, muchos mayores experimentan la fragilidad existencial como pérdida de control percibido sobre uno mismo y sobre las circunstancias de la vida, falta de sentido, soledad existencial, cansancio vital, aburrimiento, desesperanza, sensación de inutilidad, etc.

En muchos casos la fragilidad existencial puede estar detrás de conductas como exceso de actividades (hacer por hacer), restricción conductual, dificultad para construir un proyecto vital, etc.

Si no se atiende a esta fragilidad existencial, si no se facilita su expresión, puede ser causa de un gran sufrimiento e incluso psicopatología, y puede conducir a la persona mayor más cerca de la desesperación que de la integridad (Erikson, 2000).

La fragilidad existencial puede ser catalizadora del sentido de vida en la vejez. Trabajar con personas mayores requiere poder identificar y prestar atención a las preocupaciones existenciales más frecuentes en esta etapa del ciclo vital.

Es importante tener en cuenta que los mayores no siempre expresan claramente la necesidad de hablar sobre cuestiones existenciales. Los profesionales de la salud ¿estamos habituados a trabajar con aspectos existenciales? ¿Somos conscientes de cómo nos vinculamos con nuestra propia fragilidad existencial? Lundmark (2006) plantea que si bien hablar con otros sobre cuestiones existenciales es importante, hacerlo es difícil para los profesionales de la salud.

¿Cómo ayudar a los mayores a responder a la fragilidad existencial de manera significativa? ¿Cómo contribuir a que la vejez siga siendo una trayectoria significativa dentro del itinerario vital? Derx (2018) plantea que existen ciertas necesidades que deben ser satisfechas en la atención a personas mayores para que surja la experiencia de vivir a gusto con una vida significativa a pesar de la fragilidad. Las siete necesidades son:

  1. Propósito: hace referencia a percibir que se tiene una dirección, que las acciones cotidianas se conectan con un estado futuro valorado.

  2. Valor moral: se refiere a la consideración de que las propias acciones son positivamente valoradas.

  3. Autoaceptación: la aceptación de uno mismo en términos de logros y de relaciones.

  4. Control percibido: sentir que se puede elegir y decidir diferentes aspectos de la propia vida, y que esas decisiones cuentan.

  5. Coherencia: hace referencia a la necesidad de comprender el presente integrado en una narrativa vital coherente, que aporte sentido de continuidad a la identidad a pesar de los cambios.

  6. Emoción: los mayores necesitan emocionarse, de incluir el asombro y la novedad en sus vidas, despertar la curiosidad que mueva a la acción en la rutina diaria. Pero no solamente hablamos de emociones positivas, también el enfado o el miedo pueden movilizar acciones de mejora.

  7. Conectividad: hace referencia a la necesidad de realizar la experiencia del amor, la conexión y la entrega con otros y con el mundo.


Frankl (1990) plantea que existen tres caminos para experimentar sentido en la vida y que facilitan la plenitud existencial en la vejez. Estos tres caminos se corresponden con la realización de tres categorías de valores:

  1. Valores creativos: se realizan cuando una persona se compromete con la realización de actividades, proyectos, etc., que son percibidos como un aporte al mundo. Puede tratarse de proyectos de gran alcance o de expresiones simples en la vida cotidiana. Incluye por ejemplo crear una obra de arte, cuidar el jardín, ayudar a otra persona.

  2. Valores vivenciales: Hace referencia a la conexión con lo que se recibe del mundo, lo que está disponible para disfrutar de ello a pesar de las limitaciones y condicionantes. Estos valores se realizan a través de encuentros y experiencias significativas con la naturaleza (disfrutar de una puesta de sol), con el amor (en el diálogo con una persona significativa), con la belleza (cuando observamos una obra de arte), etc.

  3. Valores de actitud: estos valores tienen que ver con la capacidad de elegir la actitud frente a situaciones desfavorables y en muchos casos irremediables, tal como sucede en las situaciones límites. Estos valores nos permiten experimentar sentido más allá o a pesar del sufrimiento inevitable.

Existen intervenciones que facilitan la integración saludable de la fragilidad existencial y favorecen por tanto la tarea propia de la vejez que según Erikson (2000) es lograr la integridad del yo. Como ejemplo podemos citar la Logoterapia, tanto como psicoterapia centrada en el sentido, como en su aplicación en la cura médica de almas, es decir en el ejercicio de la humanidad del que acompaña en contacto con la humanidad del paciente (Frankl, 1990).

También la reminiscencia espiritual creada por MacKinlay (2010), que es una variante de la terapia de la reminiscencia que se centra en el sentido de la vida, es un modo interesante para incluir en intervenciones con mayores.

Considerar la fragilidad existencial amplía la fragilidad entendida como síntomas clínicos, ya que nos acerca a la comprensión de cómo cada persona experimentar la vejez y los eventos biográficos que acontecen, y cómo se activan las preocupaciones existenciales ante situaciones de amenaza.

La sensibilización y la formación de los profesionales de la salud en temas existenciales favorecería la identificación de las vivencias de fragilidad para poder ayudar a los mayores a experimentar una vida con sentido.

Referencias bibliográficas

Derx, P. (2011) Humanism, meaning in life and never aeging any more:
reflections on substantial biomedical technological life. Bruslas: VUBPRES

Erikson, E. (2000). El ciclo vital completado. Barcelona: Paidos Ibérica.

Frankl, V. (1990). Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder

Längle, A., y Probst, C. (2000) Existential Questions od the elderly.
International Medicine Journal, 7 (3), 193-196

Lundmark, M. (2006) Attitudes to spiritual care among nursing staff in
Swedish oncology clinic. Joural of Clinical Nursing, 15, 863-874

PIicard, S., Cluley, V., Danely, J., Laceulle, H., Leon, J., Vanhoutee, B., y
Romero, R. (2019). New horizons in frailty: the contingent, the existential and the clinical. Age Ageing, 48 (4), 466–471

Baltes, P. y Smith, J. (2003). New frontiers in the future of aging: From
successful aging of the young old to the dilemmas of the fourth age.
Gerontology, 49, 123-135

Jaspers, K. )1960) Psicología de las concepciones del undo. Madrid: Gredo

Yalom, I. (2011). Psicoterapia Existencial. Barcelona: Herde