Un artículo de Rocío Medina Armenteros, Psicóloga Sanitaria y autora del blog Psicología, mi profesión
El interés por los malos tratos hacia las personas mayores ha estado oculto o “silenciado” durante muchas décadas, aun cuando nos encontramos con poblaciones cada vez más envejecidas. La violencia hacia el anciano ocurre en todas las esferas sociales, económicas… Se ejerce de manera activa o pasiva (intencional o no intencional), y se produce en distintos contextos: familiar, instituciones y en la sociedad (discriminación por edad).
La vejez ha sido vista y valorada por la sociedad desde dos perspectivas: una positiva, que la considera como un sabio, con gran experiencia y al que se le debe respeto, y una negativa que asocia la edad con características deficitarias (físicas y cognitivas), económicamente dependiente y socialmente aislado.
En 1996, se promulgó la Declaración de Almería, en la que se consideraba el maltrato hacia las personas mayores como: “cualquier acto u omisión que produzca daño, intencionado o no, practicado sobre personas de 65 o más años, que ocurra en el medio familiar, comunitario o institucional, que vulnere o ponga en peligro la integridad física, psíquica, así como el principio de autonomía o el resto de los derechos fundamentales del individuo, constatable objetivamente o percibido subjetivamente.”
Estos hechos se describen por primera vez en los años 70 a raíz de una carta al director que se publicó en una revista científica británica “The British Medical” titulada “Granny battering”, en la que se denunciaba el maltrato físico hacia las personas mayores (aún no se mencionan otros tipos de malos tratos, como por ejemplo el psicológico, ni las consecuencias psicológicas que estos tienen).
En los últimos años se han llevado a cabo múltiples estudios para determinar la incidencia y prevalencia de la violencia doméstica en la sociedad actual (no sólo hacia las personas mayores, sino hacia todos los grupos de población). Pero conocer el número real de casos es complicado dado que se trata de una violencia que se realiza dentro de las paredes del hogar (se la conoce también como “violencia intramuros” o “violencia invisible”), por lo que se considera que son muchos los casos que se desconocen. Se estima que solo 1 de cada 6 casos son detectados o denunciados. Es por esto muy habitual comparar la violencia doméstica con la figura de un iceberg (del que sólo se conoce una parte del volumen total del hielo flotante).
Son las características del responsable de los malos tratos, y no las de la víctima, las que incrementan el riesgo de sufrir malos tratos.
Tipos de Maltrato
– Maltrato físico: acción que causa daño o lesión física llevada a cabo por parte de otros (golpear, abofetear, quemar, encerrar a una persona mayor, uso inapropiado de medicación, etc.).
Los indicadores que nos llevarían a sospechar que existe maltrato físico son: moratones, quemaduras, huesos fracturados o rotos, signos de haber sufrido restricciones de algún tipo (como marcas de cuerdas), hipotermia, niveles anormales de fármacos, dolor al ser tocado, etc.
– Maltrato psicológico: toda agresión verbal, amenazas, abuso emocional, malestar psicológico, y cualquier acto de intimidación y humillación cometido contra una persona mayor, así como decidir sobre el futuro de una persona mayor sin contar con su opinión.
La existencia de sentimiento de impotencia, indefensión y/o miedo inexplicables, indecisión para hablar abiertamente, comportamiento inusual, se muestra disgustado o agitado, etc., nos indicaría la presencia de malos tratos psicológicos.
– Abuso sexual: implica cualquier contacto sexual para el que la persona mayor no haya dado su consentimiento, por haber sido forzada, por no ser capaz de dar su consentimiento o porque se produce mediante engaño.
Puede ser detectado, entre otros, por moratones alrededor del pecho o del área genital, enfermedades venéreas o infecciones genitales sin explicación, hemorragias vaginales o anales sin explicación, ropa interior rasgada, manchada o con sangre, etc.
– Negligencia: es todo acto de omisión, fallo intencional (negligencia activa) o no intencional (negligencia pasiva) en el cumplimiento de atención a las necesidades vitales de una persona mayor que no puede realizarlas por sí misma (malnutrición, deshidratación, higiene personal, etc.) por parte del cuidador (Negligencia física, Negligencia emocional/ psicológica, Negligencia económica/material).
Algunos de los indicadores de hacen sospechar la existencia de negligencia son úlceras por presión, suciedad, olor a orina o heces, vestido inadecuado, malnutrición, deshidratación, ignorar a la persona mayor o aislar a la persona mayor.
– Abuso económico: conlleva el robo, uso ilegal o inapropiado de las propiedades o recursos de una persona mayor, o la persuasión o instigación para cambiar el testamento de una persona mayor, haciéndose visibles a través de un patrón irregular de gastos o retirada de dinero, cambios repentinos en cuentas bancarias, testamentos, etc., firmas de cheques, que no se parecen a la firma de la persona mayor, etc.
La víctima puede negar la existencia de los malos tratos por desconocimiento de que el trato que recibe no es adecuado; por miedo a las consecuencias que pueda tener el reconocimiento de los mismos (tanto para la víctima como para el responsable); por vergüenza o sentimientos de culpabilidad al considerar que parte de lo que sucede se debe a actos propios ocurridos en el pasado o en el presente; por necesidad de protección al responsable para evitarle problemas; por deterioro cognitivo que le impide expresar lo que le sucede o incluso por dependencia física, económica o emocional de la víctima.
Destacar, por tanto, la importancia de sensibilizar, formar y orientar a los mayores y a sus cuidadores sobre el maltrato para que, en caso de que pueda existir, se detecte y solucione lo antes posible. Si sufres o conoces alguien que pueda estar sufriendo este abuso, ponlo en conocimiento de servicios sociales y ellos se encargaran de evaluar e intervenir si fuera necesario.
Sobre la autora: Rocío Medina Armenteros
Rocío Medina Armenteros es Psicóloga Sanitaria, Licenciada en Psicología por la Universidad de Jaén y Máster Sanitario en práctica clínica por la European Foundation of Psychology. Especialista en demencias tipo Alzhéimer, es miembro del comité asesor nacional de «Neurama. Revista electrónica de Psicogerontología» y autora del blog Psicología, mi profesión.
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