Cada año, el anuncio de la lotería de Navidad se hace público al inicio del periodo de Adviento, dándole un enfoque lúdico y festivo a los preparativos de los encuentros familiares, las compras, los regalos, las luces y las felicitaciones.
El de este año 2016 acaba de irrumpir en nuestras pantallas, con el deseo de producir emociones y sentimientos de añoranza, ilusión, o entrega. Sin embargo, ha producido, primero, sorpresa y, después, mi crítica próxima al rechazo absoluto como médico.
Se ha elegido a una señora, Carmina, maestra jubilada, que representa al grupo de las personas mayores, lo cual está bien, gusta ver a los mayores como protagonistas de la vida social. Como tantas mujeres, madres, abuelas, aún sigue preparando desayunos y desvelándose por los suyos.
Estando en ello, llama su atención, desde la televisión, el sonido familiar del sorteo de Navidad. La señora busca su décimo y ¡Oh, sorpresa! es su número al que en ese momento le corresponde el premio gordo. Emocionada y feliz corre a comunicar su suerte, sin escuchar que se trataba de la repetición de las imágenes del sorteo del año anterior, ya que el día 22 de diciembre no llegará hasta el día siguiente. Equivocando la fecha, sale a la calle a compartir su felicidad con amigos y vecinos.
Su hijo es el primero que, ante su alegría, no la saca del error, sino que la estimula a celebrarlo, optando por la “mentira piadosa” a la que se va sumando todo el pueblo, cambiando la hoja del calendario, tocando las campanas de la iglesia, y fingiendo la presencia de la televisión. Tras brindar en el bar, la señora decide celebrarlo por todo lo alto, invitando a dirigirse desde el pueblo hasta el faro, frente al mar, con una excelente comida.
En esas, su hijo decide decirle la verdad y entonces la señora llena de emoción le regala el décimo con lágrimas en los ojos diciendo que ella es más feliz si son ellos los que lo disfrutan. El final es que, la que parece ser la nuera, dice ¡Anda, que si nos toca mañana!
El anuncio es estéticamente muy bonito. Villaviciosa, que es el pueblo elegido, precioso; el cabo de Peñas, espectacular, y la interpretación, excelente pero lo rechazo de plano y explico por qué.
¿Es adecuado mantener a la señora Carmina en su error? Rotundamente, no. No está demenciada, ha tenido un despiste, y se la ve plenamente válida y capaz, pero las imágenes de la televisión la llevan a creer que ya se está celebrando el sorteo y la casualidad hace que en aquellas imágenes antiguas se premió el número que ella lleva para el año presente.
Su alegría no tiene fundamento porque el sorteo será al día siguiente; esa es la realidad y ella está preparada para enfrentarse a esa realidad, si se la saca del error inmediatamente… Pero, no es así. Con el paso del tiempo se reafirma en su falsa verdad, en la que colabora también la Guardia Civil. Su creencia de ser millonaria se refuerza con cada minuto que pasa.
¿Cuál es la ventaja? Unas horas de ilusión y alegría sin motivo ni fundamento. ¿Qué va a suceder un poco después? El gran desengaño cuando sepa que aún no ha sido el sorteo y que todo ha sido falso. Pero ¿Qué será lo peor? Que se sentirá ridícula y engañada por todos. Es difícil entender cómo se enfrentará a la realidad y podrá superar la experiencia. Estos aspectos quedan, en el anuncio, para la imaginación de cada uno.
Hace sólo dos días, en Diario Médico se reivindicaba para los pacientes geriátricos el mismo espíritu ético-deontológico que ya ha impregnando la relación médico-paciente en otras especialidades: el respeto al derecho del paciente de participar en las decisiones que se toman a lo largo de su proceso asistencial, su derecho a recibir la información en la medida que pueda comprenderla, y su derecho a expresar sus deseos respecto a las decisiones terapéuticas y a otras decisiones de su vida diaria.
Los pacientes mayores tienen derecho a la protección y a que se decida en su beneficio, como el resto de los pacientes, pero por encima está su dignidad como persona, que ejerce su autonomía hasta donde le es posible. Por ello, estos principios de respeto a la propia autonomía están reñidos con el contenido del anuncio que comentamos.
La publicidad expresa actitudes sociales y “crea doctrina” respecto a conducir opiniones y reforzar estereotipos. Por ello rechazo el contenido del anuncio. Éste expresa un espíritu paternalista de todos hacia la señora protagonista, se manifiesta un buenismo que pretende evitarle el mal rato de reconocer su error, se protege a la señora Carmina como si no fuera capaz de soportar que se ha equivocado, se le oculta una información a la que tiene derecho: el sorteo no será hasta el día siguiente y, por el momento, no es millonaria.
Ante esto, ¿cuáles serán las consecuencias? Es una mentira que no se sostiene, que es imposible mantener porque la realidad escapa al control de los que participan en el engaño, es una mentira de muy corto recorrido, no es ni siquiera una mentira piadosa que permanecerá como verdad sin perjuicio para nadie. ¿Qué sentirá la señora Carmina dentro de pocas horas? Entiendo que el daño se acrecienta con cada minuto que pasa y que su desengaño será mayúsculo, pero es muy posible que más allá del aspecto económico esté el sentimiento afectivo de que la hayan “tomado por tonta”.
El espíritu del anuncio parece destacar la solidaridad de todo un pueblo colaborando para mantener la alegría de la señora Carmina durante un tiempo, pero, en nuestra opinión, el espíritu colectivo es el de aceptar que, como la señora Carmina es mayor, a la pobre no se le puede decir la verdad porque va a pasar un mal rato. El espíritu colectivo de quienes participan en el anuncio, en definitiva, viene a expresar una idea contra la que hemos de estar los médicos, y más aún los geriatras, la idea de que con los mayores hay que actuar con paternalismo y que hay que decidir por ellos suplantando su voluntad y evitando que dispongan de la información que necesitan para poder adaptar sus decisiones y su conducta a su propia realidad.
Lo siento, pero el anuncio no ha estado acertado en su contenido. Me alegra que se elija a una persona mayor como protagonista, pero rechazo que sea para expresar la anulación de su capacidad para afrontar un error y recomponer su realidad, desde la estabilidad y la madurez forjada, sin duda, por décadas de experiencias positivas y negativas.
Me preocupa mucho lo que no se ve en el anuncio, sus sentimientos cuando descubra que ha sido objeto de lo que más parece una burla que una expresión de afecto. E insisto, como ejemplo publicitario de actitudes sociales colectivas hacia los mayores no me parece un ejemplo adecuado el paternalismo y falso proteccionismo hacia una persona mayor inteligente, válida y capaz de seguir afrontando su vida como venga.
Me gustaría recordar que estas actitudes forman parte de aquellas destacadas en el Informe sobre Discriminación por Edad (IMSERSO, enero 2016), siendo percibidas como humillantes por este grupo de edad. Otras similares son dar por hecho que no oyen o no pueden entender las cosas por su edad, no consultarles ante problemas propios de salud si van acompañados, ignorarles, bromear sobre los mayores o dirigirse a ellos con términos despectivos.
6 Comments
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Otra vez yo. La historia no continúa, termina con el fin del anuncio. Es un cuento de navidad que refleja lo buenas personas que son los habitantes del pueblo con su maestra. La maestra del pueblo, por la que han pasado buena parte de sus habitantes.
Para gustos, colores. Mis padres son mayores, y como tantos, se reflejan en el anuncio. Me parece muy bonito. es un anuncio, no es una historia real. Así de fácil.
Totalmente de acuerdo. En este anuncio se mantienen la mayor parte de los estereotipos que existen en la sociedad sobre las personas mayores y que tantas injusticias provocan.
Recordarle a Billie 1123 que las personas mayores no son niños, por lo que esa comparación queda fuera de lugar.
Un saludo.
Tanto niños como ancianos son seres humanos libres y con el mismo derecho a la dignidad, que es lo que se está reclamando en este artículo. A mi modo de ver, todo lo que afecta a unos afecta también a otros.
Quiero matizar que en ningún momento me he atrevido a decir que esté bien mal (que no lo sé). Solo quiero que la gente se dé cuenta de la doble moral que aquí se maneja.
Está igual de mal que hacer creer a los niños que existen los Reyes Magos o Papa Noel.