/p>El concepto de elderspeak, o “lenguaje para viejos”, es una práctica de edadismo o “discriminación por la edad” que constituye una microagresió habitual hacia las personas mayores y tiene una especial relevancia en los modelos de Atención Centrada en la Persona (ACP), tal y como recalca Miguel Ángel Vázquez Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría (SGXX).
Tal y como indica este experto, la microagresion en el trato con las personas mayores “es un concepto que deriva del término anglosajón elderspeak (en castellano se utilizaría el de hablageria), una utilizacion ageista o edadista (discriminación por la edad) del lenguaje, que afecta a la autoestima y al concepto que de si mismas tienen las personas mayores.
geriatricarea Elderspeak edadismo discriminación
El elderspeak constituye una discriminación por edad difícil de identificar por su aceptación social

Este concepto de microagresión, acuñado por Chester Pierce, se utiliza para explicar brevemente la manera verbal cotidiana de comportamiento y de trato, ya sea intencionado o no, con el que se trasladan desacuerdos hostiles, insultos leves, despectivos o comentarios negativos a la persona o grupo.
En ese sentido, Miguel Ángel Vázquez afirma que “la literatura ha proliferado con las definiciones, comentarios y con investigación sobre la microagresión, y el concepto se ha ampliado para incluir más amplias disparidades sociales, tales como el sexismo y el heterosexismo” y, sin embargo,la discriminación por edad o ageísmo en relación con microagresión es todavía notoriamente ausente.
De hecho, “la discriminación por edad o ageísmo es uno de los estereotipos más difícil de identificar debido a su aceptación social, a la falta de definiciones operacionales en relación con la estereotipia del lenguaje y la falta de herramientas de medición apropiadas”, denuncia el presidente de la SGXX.
Una situación “muy grave” a su juicio ya que “todos los estereotipos hacia las personas mayores ofrecen una imagen social y cultural muy distorsionada de este grupo de edad”, lo que deriva en la eliminación de sus más básicos derechos y en la justificación y uso de malas prácticas e incluso maltrato en su atención.
No en vano, las actitudes discriminatorias y estereotipos se reflejan también en los comportamientos en el habla hacia los adultos mayores, una actitud examinada en múltiples estudios, que se caracteriza por utilizar la simplificación, la superficialidad en las conversaciones, un tono emocional degradante, el uso de estrategias de aclaración (por ejemplo, cuidando la articulación silábica en exceso) y en algunos casos, controlando o desaprobando los mensajes que emite la persona mayor mediante comunicación verbal o gestual, como si la persona estuviese aprendiendo a hablar o fuera un niño.
Como indica Miguel Ángel Vázquez, “infinidad de adultos más jóvenes utilizan estructuras más sencillas y un tono condescendiente al proporcionar instrucciones para personas mayores que si lo hicieran al comunicarse con personas de su misma edad”. Estos adultos más jóvenes “suelen usar, además, adaptaciones en su comunicación con las personas mayores que se identifican con los estereotipos con respecto a las competencias del colectivo senior”.
Llevado al extremo, el presidente de la SGXX asegura que esta manera de comunicarse adopta la forma de habla a los bebés en los cuidadores de centros geriátricos, lo que se ha asociado con estereotipadas creencias con respecto a la dependencia en los mayores adultos que en la actualidad está comenzando a ser considerado una forma de mala praxis y de maltrato. Y es que la infantilización “en realidad pretende la desposesión de los derechos inherentes a una persona adulta y un fácil manejo o manipulación de las personas mayores”.
Así, el “habla para viejos” no sólo representa un lenguaje paternalista, sino también “un estilo de expresión que tiene un ritmo más lento, una entonación exagerada, un tono elevado y el vocabulario más simple que el que se utiliza con un adulto en un discurso normal. Es en sí misma una forma de maltrato a modo de microagresión cotidiana que va significando una pérdida de autoestima y una asunción de estereotipos de consecuencias psíquicas y sociales, rebajando la motivación y la confianza en su propia capacidad, la reducción de la participación en las actividades, y la pérdida de control”.