El Instituto Nacional de Estadística ha hecho públicos los últimos datos sobre envejecimiento en nuestro país que, una vez más, reflejan una tendencia que parece imparable: España ha vuelto a registrar un máximo histórico de envejecimiento del 118% o, lo que es lo mismo, ya se contabilizan 118 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Esta cifra supone un crecimiento de 2 puntos porcentuales con respecto al año pasado, cuando el índice de envejecimiento se situó en un 116%.
Por comunidades autónomas, vuelve a liderar el ranking de envejecimiento Asturias, con un índice del 210% (210 mayores por cada 100 menores de 16), seguida de Galicia (192,6%) y Castilla León (190,5%). En el lado contrario, se sitúan Ceuta y Melilla, Murcia, Andalucía y Baleares, que son las únicas regiones que presentan una mayor proporción de jóvenes.
Índice de envejecimiento nacional
Estas cifras contrastan con las de finales de siglo XX, cuando nuestro país era aún joven: en 1985 se contabilizaban 46,7 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16, con lo que estábamos ante una sociedad en plena expansión y con gran potencial para crecer económica y laboralmente. Es a partir del año 2000 cuando nuestro país empieza a presentar una mayor proporción de personas senior que de jóvenes y, por tanto, pasa a ser una sociedad envejecida.

¿Pensiones en peligro?

De seguir así, se calcula que en 2030 los mayores de 65 supondrán el 30% de la población frente al 18% actual. Será entonces, además, cuando empiecen a jubilarse en masa los babyboomers (nacidos entre 1958 y 1977) y unas cohortes sensiblemente más reducidas deberán soportar el coste de la atención de las pensiones y sus cuidados sociosanitarios.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, “la relación cotizante-pensionista es actualmente de 2 a 1, considerándose una ecuación sostenible a partir de 2,5 contribuyentes por cada jubilado. Si continúa esta tendencia, para 2052 se estima que, por cada persona inactiva, habrá poco más de una persona trabajando, lo que sin duda pone en peligro la sostenibilidad de nuestro sistema”.
Ante esta realidad, Mesonero destaca que urge tomar medidas que frenen los efectos de este envejecimiento imparable. “Se precisa alcanzar acuerdos de Estado y dedicar un mayor porcentaje del PIB a la familia, impulsar políticas activas contra la discriminación por la razón de edad, sensibilizar al tejido empresarial para que apueste por la fuerza laboral senior y empoderar a los demandantes de empleo de más edad para que adquieran herramientas clave que les permitan competir en el mercado del siglo XXI”.
envejecimiento de la población
En esta línea, la Fundación Adecco alerta del peligro que supone la discriminación de los desempleados mayores de 55 años pues, según Francisco Mesonero, la situación es crítica: Si no apostamos por el talento senior se derrumbará nuestro Estado del Bienestar”. Y añade: “La prioridad nacional debe ser implementar mecanismos que permitan a los mayores participar en el mercado laboral, empezando por las empresas que, de forma improrrogable, deben cambiar su cultura y hacerla inclusiva para los senior: si no lo hacen, sucumbirán”.
Pero además, existen otros sectores de la población, tradicionalmente más inactivos, que van a resultar clave para que nuestra economía sea sostenible. Es el caso de las personas con discapacidad o mujeres con responsabilidades familiares no compartidas. Las primeras registran una tasa de actividad de apenas el 36%, lo que significa que un 64% de las que tienen edad laboral no tiene empleo ni lo busca. Las mujeres, por su parte, continúan con una participación en el mercado inferior a la de los hombres, con una tasa de actividad del 53% frente al 65% masculino.
Para Mesonero, “es necesario estimular la incorporación de estos colectivos al mercado laboral y derribar los prejuicios y estereotipos que siguen lastrando su participación en igualdad de condiciones. No sólo por una cuestión de ética o justicia social, sino porque nuestra economía necesita de su talento para ser sostenible en el tiempo”.
Por otro lado, y en coherencia con la evolución demográfica, la edad laboral tenderá a incrementarse para compensar la falta de relevo generacional, algo que, según el director general de la Fundación Adecco, “no hemos de percibir como un drama, sino como la consecuencia lógica de una nueva coyuntura económica y biológica, en la que aumenta la esperanza de vida”.
Sin embargo, sí es necesario renovar la visión que se tiene del trabajador senior haciendo hincapié en la riqueza que supone el intercambio generacional para cualquier organización. “En países como Japón apuestan por contratar septuagenarios al considerar que tienen una mayor conciencia del trabajo, un reforzado sentido de la responsabilidad y una mayor capacidad de esfuerzo, algo que se complementa muy bien con el espíritu innovador y la frescura de los jóvenes”, concluye Francisco Mesonero.