/p>>Un artículo de Upimir – Unió de petites i mitjanes residències

Es evidente y notorio que en las actuales residencias geriátricas, así como en los centros de día, si de algo se peca es de inmovilismo estructural y organizativo. Ser diferente no se lleva ni se contempla como elemento innovador y de calidad, más bien penaliza y complica a quien lo intenta su trabajo diario.
Podemos argumentar que una normativa rígida, estricta, desconfiada y con atisbos de cuartelaría, atenaza cualquier atisbo de intento de diferenciación. Podemos también esgrimir que el temor a que la inspección nos sancione acaba de amordazar nuestros intentos de se diferentes… Sabemos que en ocasiones su exceso de celo puede llegar a ser  irritante. Podemos argumentar que lo hacemos todo en base a la legalidad, y así nos conformamos con seguir, sin más cambio que el que sea de obligado cumplimiento.
En definitiva, podemos buscar mil excusas (algunas creíbles y otras de dudosa índole), pero la verdadera razón para no diferenciarnos los unos de los otros es nuestra pereza, nuestra apatía y nuestra falta de confianza en el sector.
Geriatricarea calidad UPIMIR residenciasTambién aquí podemos, y con razón, culpar a una Administración que parchea cada día más y peor un sector que ya casi hace aguas. Podemos también culparla de mal pagadora y de falta de liderazgo. Si, podemos, pero eso no quita que somos nosotros quienes tenemos la obligación de ir por delante de ella y enseñarle al camino que queremos seguir. La Administración esta a nuestro servicio y no viceversa.
Que cada centro residencial es un mundo es claro. Aun así, ¿cuantos de Vds. tras años sin estar en alguno cuando vuelven al mismo creen que el tiempo se paro en su puerta? Todo sigue igual o en ocasiones no ha evolucionado ni técnicamente ni organizativamente.
En la actualidad nuestros nuevos usuarios demandan modelos diferentes de trato y cuidados. Piden más tecnología, más TICS, más elasticidad de funcionamiento, más independencia dentro de su dependencia… Siempre me sorprende cuando hablamos gritando a un ciego y no es sordo. Igual pasa aquí: la dependencia de nuestros usuarios debe ser parcelada y cuidada, pero respetando siempre e incentivando su parte de no dependientes.
Hoy en día la diferenciación ha caído en manos de la especulación marquetiniana, en portales de internet para vender plazas o en totalitarismo filosóficos que pretenden hacer el blanco negro y viceversa en base a centrar la atención en la persona. Todo elogiable pero, hoy por hoy, nada practico ni de inminente aplicación.
Desde nuestra perspectiva actual la diferenciación viene avalada por cosas tan importantes como no violar la normativa y ser sancionados por ser imaginativo, pero en temas aplicables a la rutina diaria de debe ser tenaz y consecuente y, sobre todo, mostrar empatía hacia nuestros usuarios, ya que son ellos quienes marcan el camino a seguir y quienes nos señalan dónde y cómo diferenciarnos.
Observen dejando de lado durante unas horas su despacho y su pantalla con tablas de excel a un usuario cualquiera, durante una jornada en el centro. Pónganse en su piel y empaticen su día en la residencia. Les citaremos  aquí cosas que verán y que tal vez ya conozcan, pero no tengan en cuenta por todas las circunstancias anteriormente mencionadas.
Nuestro usuario se levanta a una hora más hospitalaria que de su casa (no olvidemos que la residencia es, o debería ser, la sustitución del hogar). Le visten con una ropa que no desea y lo obligan a afeitarse cuando a él hoy no le apetecía. Acto seguido le dan de desayunar sin que la mitad de tal desayuno le apetezca ni lo desee (jamás toma EKO cereales, ni zumo de multifrutas).
Tras el desayuno lo llevan a una clase en la cual deben pasarse una pelota unos a otros y moverse al son de una canción de Julio Iglesias (odia a tal cantante). Se siente ridículo y desearía leer el periódico tranquilo. Más tarde, y tras un descanso mínimo, la psicóloga (sabe bien que es una psicóloga) le hace preguntas sobre la muerte de su esposa y si lo ha superado, cuando él jamás pensó en comentar con extraños temas tan íntimos.
Cuando por fin le dejan tranquilo, aparece la enfermera a tomarle la tensión más por obligación de ella que por necesidad de él. En su casa la mesuraba cada quince días o una vez al mes cuando quería.
Por fin llega la hora de comer: menú dietéticamente testado, nutricionalmente perfecto, adaptado a una estricta normativa de oligoproteinas y nutrientes pero, para él, un asco… En casa jamás comía dos platos y postre y menos lo que le obligan a comer aquí. Después de comer, como si en avión fuésemos, toca reducir la intensidad de las luces y descansar… ¿Descansar de qué? si no está cansado y quiere ver la tele. Cuando las luces son de nuevo aptas para ver, “ostras” no lo recordaba toca partida de bingo con caramelos de premio, que nunca le gustaron. Desea hojear una revista y oír la radio, no jugar al bingo.
Por fin, y a una hora más propia de bebes que de adultos, a cenar de nuevo menú perfecto, pero preferiría un bocadillo de jamón y no sopa de pasta y barritas de merluza. Y tras la cena a la cama, ¡Pero si hoy juega el Barça y quería verlo en la tele! Pues nada, a oírlo en la radio y flojito no se moleste su compañero… Y llame a la auxiliar de noche para que le retire la radio.
Punto y final un día, más o uno menos según quien lo mire, para nuestro usuario. Uno más de existencia y uno menos vivido (en el sentido que el entiende lo que es vivir que no subsistir). Nuestro usuario piensa en su silencio que no cree que nadie pague tal cantidad de dinero cada mes para estar tan disconforme con su vida. Parece que resida en un convento o en un cuartel militar, y no en lo que debería ser su hogar.
Es cierto que su familia esta muy contenta, la residencia es arquitectónicamente bonita, adaptada y cumple con todas las normativas existentes, hay placas que así lo indican por todas partes colgadas, y nunca fue sancionada por motivo alguno (o al menos eso dicen), pero es profundamente infeliz y no ve que sentido tiene todo lo que le hacen si es una persona sin voz, ni voto.

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Sometemos a los residentes a una disciplina y unas normas las cuales nunca les fueron consultadas, y menos aun consensuadas

Por suerte, y nuestro usuario aun no lo sabe, la próxima semana el director del centro, como quiere ser portada de revistas y salir en portales publicitarios como innovador, ha pensado en montar un huerto ecológico en la terraza. Evidentemente publicará las fotos de nuestro usuario trabajado en el saltándose la LOPD ¡que más da!. También celebrará una “mini feria” de abril en la residencia como homenaje a Andalucía. Evidentemente, el director ni cogerá una azada ni se vestirá de cordobés, para eso ya esta nuestro usuario que en su vida jamás disfruto con el jardín y odia el folclore andaluz. Es una persona con pudor y fue catedrático en su anterior vida. Lo que vive ahora es un suplicio y, además, carísimo.
No se pretendía exagerar, prometemos que es un ejemplo real y prometemos que así no vamos a ningún lado. Hemos de, tras haber observado a nuestro usuario, sentarnos a reflexionar, mucho y muy profundamente. Hay que ser sinceros con nosotros mismos y entender que nuestros usuarios prefieren su casa, pese a estar mal atendidos, por todo lo relatado.
Los sometemos a una disciplina y unas normas las cuales nunca se les consultaron, y menos aun se consensuaron. Para calmar la conciencia de según qué familias y tranquilizar a la inspección de que todo esta bajo control, los infantilizamos, los inutilizamos, los ninguneamos y no contamos con ellos ni con su opinión de forma de vida.
Esta situación se tiene que modificar con pequeños gestos y hechos pero que no sean ni dogmáticos ni publicitarios, sino pensando en los usuarios.
Tenemos poco tiempo para empezar y será laborioso hacerlo. La Administración tendrá que callar si entre todos le demostramos que nuestros mayores, que son los suyos, no quieren el modelo asistencial actual. Quieren envejecer y morir con respeto a su voluntad y sus pensamientos. La senectud de por sí es dura, y nuestra misión es, cuando menos, no hacerla peor.
Desde UPIMIR, y bajo la premisa que calidad es una serie de sensaciones mensurables que expresadas por el usuario cualifican y cuantifican su confort y  bienestar, trabajamos en un modelo propio, para centros de pequeño y mediano tamaño, centros que se diferencian por ser el hogar de sus residentes y no el hotel en que residen en su vejez, centros que ofertan un claro compromiso de servicios y asistencia.
Como Alfred Adler dijo “es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo a ellos”
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