/p>La escasa sensibilidad social y profesional ante los síntomas iniciales de demencia en las personas más mayores y la confusión de dichos síntomas con el proceso de envejecimiento podrían ser uno de los factores contribuyentes a las altas tasas de retraso e infradiagnóstico de la demencia en las personas mayores (tres de cada cuatro pacientes con demencia rondan o superan los 80 años), tal y como expuso el el doctor José Manuel Marín Carmona, médico geriatra y presidente de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología en su intervención en el XI Simposio Igurco de Atención al Paciente Mayor.
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Tres de cada cuatro pacientes con demencia rondan o superan los 80 años

Este experto, que aboga por erradicar definitivamente el concepto inexistente de “demencia senil”, destaca que “es importante diferenciar entre diagnóstico precoz (antes de que aparezcan los síntomas de la enfermedad) y diagnóstico temprano (lo más próximo posible al inicio de los síntomas)», aclarando que «el diagnóstico temprano debe ser un objetivo prioritario en el ámbito asistencial. Mejorar la sensibilidad y formación de los profesionales ante los síntomas sugestivos de deterioro cognitivo y demencia, luchar contra actitudes nihilistas, e identificar y establecer medidas preventivas, así como seguir la evolución de los sujetos con riesgo elevado de desarrollar deterioro cognitivo y demencia, son elementos claves».
Y es que, tal y como indica el doctor Marín Carmona, aun cuando no se dispone en la actualidad de tratamientos farmacológicos curativos de la enfermedad de Alzheimer, el diagnóstico temprano se considera coste-efectivo, ya que «disponemos de evidencias epidemiológicas (y cada vez más también experimentales) que avalan la adopción de medidas a diferentes que niveles, que pueden contribuir a retrasar el deterioro cognitivo y la progresión de la demencia. Estas medidas serán tanto más efectivas cuando más precozmente se adopten».
En este sentido, este experto destaca que pacientes y sus familiares «tienen derecho a un diagnóstico temprano de su enfermedad, que les posibilite la planificación de su vida con esta patología y la toma de decisiones relevantes cuando aún están en condiciones de tomarlas».
Y eso pese a que la realidad asistencial en España «dista mucho de ser la deseable». Según estimaciones de la Sociedad Española de Neurología, «solo el 20% de los pacientes son diagnosticados en la fase leve de su enfermedad. Hasta un 30% de los pacientes podrían estar sin diagnosticar», advierte el doctor Marín Carmona. Situación que se ve agravada por “la escasez de geriatras en el Estado, cuando no su ausencia en los dispositivos de salud públicos, como ocurre en el País Vasco o Andalucía”.
De cara al futuro, en el marco del XI Simposio Igurco de Atención al Paciente Mayor este geriatra destacó que «el descubrimiento de biomarcadores de los hechos fisiopatológicos y de progresión fundamentales en la enfermedad de Alzheimer -como la amiloidosis cerebral y la neurodegeneración, detectables en el líquido cefalorraquídeo o mediante pruebas de neuroimagen funcional-, hacen posible aproximarnos al diagnóstico precoz de la enfermedad de Alzheimer».
Y a la espera de confirmar definitivamente el valor pronóstico de los biomarcadores, estandarizar y homogeneizar sus medidas, etc., «su uso se recomienda en el ámbito de la investigación y sólo excepcionalmente, en casos seleccionados, en la práctica clínica», concluye este especialista.