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Un artículo de Sara González Blázquez
Directora Médico de Grupo Amavir

El número de personas mayores en España va en aumento año tras año. Gracias a los avances de la ciencia, a un modelo de sanidad pública ejemplar y al desarrollo de diferentes políticas sociales, se vive durante más tiempo y en mejores condiciones. Esto hace que sean más participativas y que tengan un papel más relevante en nuestra sociedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el envejecimiento activo como “el proceso de optimización de oportunidades de salud, participación y seguridad con el objetivo de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. Este proceso es imparable para el ser humano, y debe realizarse de forma activa y consciente. Para ello es necesaria la participación de las personas mayores en las actividades del día a día, de la vida social, económica y cultural, además de mantener en ellos una actividad física constante.
Envejecer ha de considerarse una experiencia positiva. El envejecimiento activo permite a las personas exprimir todo el potencial físico, social y mental, lo que hace posible su participación en la sociedad de acuerdo a sus necesidades individuales, deseos y posibilidades.

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Diversos estudios evidencian la relación entre envejecimiento activo y el bienestar personal

Trabajar el bienestar físico y mental de nuestros mayores permite mejorar su calidad de vida, y las residencias y los centros de día son lugares idóneos para impulsar el envejecimiento activo. El envejecimiento activo tiene como uno de sus principios fundamentales considerar como actividad toda aquella que contribuya al bienestar de las personas. Estas pautas tienen además un carácter preventivo, y deben introducirse, por tanto, a lo largo de toda la vida.
Cuidar de los mayores en todos los aspectos, tanto físicos como psicológicos, es una de las máximas de los centros de mayores, en los que prima el desarrollo de hábitos saludables a sus usuarios, desarrollando actividades que potencian su bienestar físico y mental mediante el ejercicio, actividades de terapéuticas, y el impulso de las relaciones interpersonales e intergeneracionales.
En lo referente al ámbito familiar, las relaciones tradicionales están cambiando, y es importante prestar atención a las diferentes relaciones en el mismo. Las conexiones o vínculos con los miembros más pequeños de la familia, e incluso, la realización de actividades intergeneracionales con otros menores, como alumnos de centros educativos, ayudan a impulsar un envejecimiento de calidad, en el que el mayor siente reconocida su labor con la sociedad.
Diversos estudios evidencian la relación entre envejecimiento activo y el bienestar personal. Desde las residencias y centros de mayores es importante trabajar para que las personas puedan desarrollarse plenamente en la tercera o cuarta edad, siendo conscientes de sus limitaciones y capacidades, y ofreciéndoles en base a eso nuevos intereses que fomenten sus desafíos personales, su integración con otras personas y desarrollando sus capacidades físicas y mentales que garanticen su máxima calidad de vida.