/p>>Un artículo de Marta Martín Hernández, psicóloga de la Residencia de Mayores Casillas del Ángel (Fuerteventura), y Clara Luque Jiménez, psicóloga y directora del mismo centro gestionado por Clece Sociosanitario

Los síntomas psicológicos y conductuales (SPCD) son síntomas mentales compuestos por alteraciones emocionales, conductuales y del pensamiento, que se pueden observar tanto antes de que se desencadene una demencia como durante el curso de la misma. Se observa muy frecuentemente en las personas mayores, por lo que lo común tanto en el entorno familiar como en el residencial, es que estos signos sean los más consultados a los profesionales.
Las alteraciones emocionales más conocidas son la depresión, la ansiedad o ansiedad y depresión (combinada), las cuales en muchas ocasiones pueden ser intrínsecas o asociada al deterioro cognitivo, y en otros casos, independiente de este. Estas alteraciones resultan muy molestas para la propia persona generando emociones y cogniciones negativas, y a su vez, sufrimiento y angustia.
En cambio las alteraciones conductuales, suelen tener un componente disruptor más social, y pueden ser de dos tipos: por exceso de actividad o conducta, como gritos, agresividad, acciones verbales o motoras repetitivas, deambulación, deshinibición social y/o sexual, comportamiento aberrante, etc. Por defecto: apatía, inhibición, negativismo,… O una combinación de ambos. Siendo en algunas situaciones la persona muy activa y otras presentando una baja tasa de respuesta.
En tercer lugar, están las alteraciones del pensamiento, como son los delirios y las alucinaciones, las cuales resultan limitantes para la relación del usuario con su entorno personal y social.

geriatricasrea Síntomas psicológicos y conductuales
Los síntomas psicológicos y conductuales pueden observarse tanto antes de que se desencadene una demencia como durante el curso de la misma

 
Esta categorización de alteraciones no deja de ser una forma de organizarlas o clasificarlas, ya que los componentes emocionales y del pensamiento, están directamente relacionados con las conductas ya sean por exceso o por defecto de las mismas.
En muchas ocasiones estos síntomas permiten observar un cambio en la persona para investigar y evaluar si se está produciendo un deterioro de las capacidades cognitivas del mismo o se deben a otro motivo ya sea la organización del espacio físico y/o social, o incluso motivos médicos. Por lo que sirven, como señal de alarma de un posible cambio neuropatológico.
La forma de abordar estas alteraciones comprende muchos factores. Si centramos la atención en los no farmacológicos (siempre que sea posible), abordaremos la situación problemática haciendo una evaluación de los síntomas en primer lugar. Siendo útil para evaluarlos las escalas específicas, la observación sistematizada y la información aportada por informadores (cuidadores y familiares). Para una vez obtenida está información, poder comprender los posibles factores que la desencadenan. Lo cual, permitirá diseñar la mejor manera de intervenir según las características específicas del problema y de las singularidades del usuario.
Es fundamental que el diseño de la intervención tenga en cuenta los factores personales, gustos y la personalidad de la persona a la que va dirigida. Las intervenciones pueden ser grupales o individuales, en función del objetivo propuesto.
En los momentos en los que el usuario precisa corregir conductas que le limitan en su interacción con los demás, ya sea por un comportamiento disruptivo como desinhibición social, como por defecto, por ejemplo apatía, es útil usar técnicas y terapias que se realicen mediante una metodología grupal, lo que permite reforzar y entrenar conductas y habilidades sociales. Las terapias grupales son fundamentales para evitar el aislamiento social muy frecuente en las personas adultas mayores. Las terapias individuales en cambio, son programadas para trabajar alteraciones cognitivas específicas, alteraciones emocionales en personas con deterioro leve y el componente cognitivo de muchos de los trastornos.
En diversas ocasiones las alteraciones mostradas por los usuarios indican una necesidad o demanda subyacente. Las necesidades pueden ser biológicas o médicas, producidas por un deterioro cerebral, una descompensación farmacológica, una patología no descubierta, etc. En cuanto a las demandas, pueden estar relacionadas con necesidades afectivas, falta de estímulos o actividad, déficits de interacción o vinculación con los demás,…
Es importante conocer que por muy grave que sea el deterioro siempre se debe buscar algún tipo de recurso terapéutico. Que oscilará entre mayor componente cognitivo y conductual en demencias o alteraciones cognitivas leves, hasta llegar a un componente más sensorial y de mayor simplicidad estimular en un deterioro moderado y grave.
Cuando la persona mayor presenta un deterioro leve se pueden utilizar distintas estrategias terapéuticas ante estos síntomas psicológicos y conductuales (SPCD). Por ejemplo la estimulación cognitiva, el entrenamiento cognitivo y la rehabilitación cognitiva son la primera estrategia terapéutica cuando el objetivo es mejorar y/o ralentizar el deterioro de las capacidades cognitivas. También son útiles las ayudas externas, como calendarios, agendas, aparatos de comunicación, etc., que permiten suplir carencias que pueden estar generando malestar. Cuando se quiere trabajar habilidades sociales, conductas inadecuadas o trastornos emocionales se puede trabajar mediante técnicas de psicoterapia, reminiscencias, musicoterapia, arteterapia y terapias de ocio entre otras.
Las alteraciones conductuales, en todos los estadios de la demencia, precisan de una intervención conductual pudiendo ser abordadas mediante un análisis funcional de conducta, intervenciones físicas y del espacio (luz, ruido) y terapias sensoriales.
Cuando la demencia progresa y el deterioro es mayor, es fundamental estudiar el entorno, usar terapias sensoriales, terapias musicales y de validación, que permitan mantener en todo momento la humanización del adulto mayor.
Las terapias sensoriales y musicales, permiten estimular los sentidos más básicos del usuario como el tacto, la vista, la propiocepción, el oído, el gusto y el olfato. En estadios de menor deterioro son útiles para regular componentes emocionales perturbadores para el bienestar del mayor, conectando con vivencias anteriores y propiciando la generación de momentos de disfrute y placer en el presente.
Cuanto mayor es el deterioro, se realizará mayor simplificación de las actividades sensoriales, aunque manteniendo las sensaciones que le resulten agradables, y que les permitan reconectar con su cuerpo y su entorno. Todo esto conlleva, un proceso de estimulación y pruebas con distintos estímulos, hasta obtener algún tipo de respuesta por muy simple que sea, siendo fundamental y de gran utilidad conocer gustos y vivencias placenteras de la vida personal del mayor.