Continuamos con este artículo la publicación de los estudios sobre disfagia realizados por reputados especialistas y publicados por Nestlé Nutrition Institute en Workshop Series| Vol. 72 bajo el título de “Los peldaños para vivir bien con disfagia”.
Identificación de pacientes vulnerables: papel del EAT-10 y del equipo multidisciplinario para la intervención temprana y los cuidados integrales de la disfagia
Autores: Kala Kaspar y Olle Ekberg
Los resultados de un censo europeo de referencia revelan que en un alto porcentaje de los ancianos que acuden a los ámbitos formales de atención y presentan problemas de deglución no reciben un diagnóstico apropiado (60%) ni se les administra un tratamiento oportuno (66%). Entre tanto, son comunes los síntomas de dolor, estrés y malestar relacionados con el consumo de sólidos y líquidos, y hacen que estas actividades dejen de ser placenteras.
De manera específica, el 55% experimenta “adherencia de los alimentos en la garganta o sensación de ahogo al comer”, el 46% presenta “tos persistente o irritación de la garganta” en relación con la incapacidad para deglutir los líquidos, y casi el 40% refiere “incapacidad para tragar los líquidos” y “pérdida del apetito”.
Mientras que comer y beber son en general experiencias sociales y agradables, el 55% de quienes respondieron a este censo refiere que los problemas de la deglución “han tornado su vida menos placentera”. La “vergüenza” y “la ansiedad o el pánico durante los periodos de alimentación”, que experimentan el 37 y 41% de los pacientes, respectivamente, por dificultades para la deglución pueden conducirles a “evitar tomar los alimentos en compañía”, conducta que refiere 36% de los participantes.
Todos estos factores psicológicos pueden conducir a una disminución del consumo de líquidos y nutrientes, e incrementar el riesgo de desnutrición y deshidratación. En todo caso, resulta claro que los individuos con disfagia no tratada pierden el placer que produce comer.
Los profesionales de la salud deben ser conscientes de la elevada prevalencia de dificultad para deglutir que existe entre los ancianos, valorar e identificar a quienes requieren una intervención y asegurarse de que los individuos reciban el cuidado apropiado. El diagnóstico y tratamiento apropiados de la disfagia orofaríngea implican el esfuerzo de un equipo de salud multidisciplinario para la detección sistemática de los pacientes en riesgo.
La presencia de una afección médica, como el evento vascular cerebral agudo, el cáncer de cabeza y cuello, el traumatismo cefálico, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la neumonía o la bronquitis, son una base sólida para predecir un alto riesgo y definir la necesidad de valoración.
La detección sistemática de la disfagia y la desnutrición secundaria en ancianos en riesgo se justifica con el objetivo de evitar la neumonía, y constituye una recomendación de las guías para la práctica clínica. La detección facilita la referencia dirigida de las personas con riesgo de disfagia a un médico especializado en el trastorno, con el objetivo de que se le valore con más detalle e inicien intervenciones apropiadas.
En principio, una herramienta para detección debe ser rápida, fácil de aplicar y contar con validez. En este sentido, se dispone de una herramienta para detección validada para la disfagia, el EAT-10 (descargar Figura 1). Este instrumento fue diseñado de manera específica por un grupo multidisciplinario para responder a la necesidad clínica de contar con un cuestionario de aplicación rápida y calificación sencilla que permita valorar la intensidad de los síntomas de disfagia.
Una calificación EAT-10 mayor de 3 es anormal, e indica la presencia de dificultades para la deglución. Se observaron resultados análogos entre pacientes provenientes de ámbitos de atención aguda, atención a largo plazo y atención primaria, en cuanto a que el EAT-10 es útil como prueba para autoaplicación, y es fácil de entender para casi todos los pacientes (95,4%), su cumplimentado es rápido, con un tiempo de respuesta menor de 4 minutos, y permite diferenciar a quienes se encuentran en riesgo de disfagia de aquéllos con deglución normal.
La detección sistemática como parte de un protocolo de atención integral (descargar Figura 2) permite a los equipos multidisciplinarios tratar con más eficacia el trastorno, reducir la carga económica y social, y mejorar la calidad de vida del paciente. De hecho, los centros de atención que cuentan con un programa para detección sistemática de la disfagia logran una evolución significativamente mejor de los pacientes, lo que incluye la disminución de los casos de neumonía (en el 55%) y el acortamiento de la estancia hospitalaria.