Es este vídeo, Carmen acude con su hija a una consulta con su médico, pero aunque ella está presente en ningún momento es invitada a compartir sus pensamientos y sensaciones. Este corto pretende recrear una realidad que se da con bastante frecuencia en espacios de atención a personas mayores. No permitir, por motivos de edad, que la persona decida sobre su vida es una forma de trato inadecuado. En lugar de pensar por la otra persona, por qué no ayudamos a que ella pueda expresar sus necesidades.
Este vídeo forma parte del proyecto audiovisual «Ponte en mi lugar II», una iniciativa con la que desde Matia Fundazioa se quire ayudar a que los profesionales conozcan el impacto de ciertos comportamientos inadecuados en las personas a las que acompañan. Mirarse para reflexionar y generar alternativas a prácticas profesionales que ni ellos, ni las personas que atienden desean que se mantengan.
Y es que el maltrato a personas mayores es un problema social mundial que afecta la salud y los derechos humanos de millones de personas de edad en todo el mundo, según señala Naciones Unidas. Pese a que en fechas recientes este asunto ha comenzado a ganar visibilidad, el maltrato a personas mayores sigue considerándose un tema tabú, en muchas ocasiones un asunto oculto, y donde además, la víctima suele depender económicamente de la persona que ejerce el maltrato. Quizás por eso continúa siendo uno de los tipos de violencia menos investigado.
En la siguiente entrevista Mayte Sancho, directora de Planificación de Matia Fundazioa, aborda algunas cuestiones clave sobre el mal trato a las personas mayores.
Mayte, en más de una ocasión usted ha defendido que la discriminación es la base del trato inadecuado. En la misma línea, Alana Officer (de la OMS) habla del edadismo como un tipo de discriminación socialmente aceptada ¿Por qué cuesta tanto socializar este tipo de maltrato? ¿Cómo cambiar esta mirada?
Efectivamente, estereotipos, discriminación por razón de edad y mal trato están fuertemente relacionados. Creo que el asunto “roles” asociado a la actividad profesional, es uno de los factores determinantes para estas perversas asociaciones.
Cuando las personas se jubilan, pierden su rol profesional, que da sentido y espacio a su vida. Si perdemos la función, el papel social, también perdemos parte de nuestro valor social. En la práctica es así y abre la vía para tratar de manera diferente a una persona. ¿Qué tal si empezamos a pensar que una enfermera es siempre enfermera y conservamos su profesión en el trato con ella?. Merecería la pena disponer de observación sistemática sobre estos aspectos: como nos comunicamos con una persona cuando nos dice que es “jubilada”, cuando parece que el haber sido costurera, medica, directiva o fontanero no tiene sentido ya y se impone la “homogeneidad” de la edad: empezamos a hablar mas alto a estas personas, intentamos ayudarles cuando no lo necesitan, en definitiva infantilizamos la comunicación, con todas sus consecuencias.
Y a su juicio, ¿cuál es la realidad en los centros? ¿Se cuida “bien” a las personas que viven en ellos? ¿Los casos de mala praxis son casos aislados o estamos ante un problema de fondo, algo sistémico?
Creo que en general el cuidado que se ofrece en los centros residenciales de personas mayores es correcto. Los profesionales tienen habilidades suficientes para cuidar adecuadamente.
Pero desde que trabajamos en el marco de la atención centrada en la personas, intentamos ir mas allá de lo técnicamente correcto. La reflexión sobre la dignidad de las personas, nos interpela cada minuto, muy especialmente porque ellas necesitan mucha ayuda, y también comunicación afectiva, interacción y esto que la investigación cualitativa ha identificado como “ponerse en su lugar”.
En Matía, en torno a esta especie de lema, hemos realizado un conjunto de materiales audiovisuales que escenifican situaciones de trato mejorable, no constitutivas de maltrato, pero lejanas a lo que podríamos calificar como buen cuidado. También hemos grabado escenas de “buen trato”, sencillas, cotidianas, multidimensionales. El buen trato tiene múltiples manifestaciones, no es unidireccional, sino que se ofrece en coherencia con las características de personalidad de cada uno, con total naturalidad. Con estos materiales y una pequeña guía de uso, estamos validando esta iniciativa en nuestros centros con excelentes resultados.
Lo que a primera vista observamos es que el umbral de tolerancia ante conductas inadecuadas está cambiando claramente. Y algunos comportamientos extinguiéndose.
¿Cree usted que también deberían de realizarse intervenciones de este tipo en ámbitos comunitarios?
Por supuesto. La infancia es el mejor momento para que los niños integren en su conducta un trato de igualdad con las personas mayores. Desde el respeto mutuo, pero también desde la igualdad y el afecto que genera sentirse cuidados cada día por personas mayores, sus abuelas y abuelos. Qué mejor momento que esta etapa en la que el cuidado y el “mimo” aparecen con naturalidad en las relaciones.
También creo que es fundamental que en los entornos profesionales mas especializados, revisemos nuestra conducta y valoración de las personas mayores, sobre todo cuando necesitan ayuda.