/p>>Un artículo de Estefanía Martín Zarza
Psicóloga y Máster en psicogerontología por la Universidad de Salamanca
Cofundadora y actual Secretaria de la Asociación Española de Psicogerontología

Cuando te levantas por la mañana, qué piensas: ¿Un día menos o un día más? ¿Cómo te posicionas frente al tiempo y frente a la vida? Hay una frase que circula por la red que enuncia: “Mucha gente que murió ayer, tenía planes para hoy”, y yo afirmo con bastante rotundidad que esto es así, independientemente de la edad de la persona finada.
La vejez es una más de las etapas de la vida, como lo es también la niñez. Todos deseamos cumplir muchos años, vivir noventa o incluso cien años, pero en realidad nos da cierto temor pensar en ello, como ya desarrollé en otro artículo para este medio. El imaginario colectivo está colmado de estereotipos negativos hacia la vejez que son apoyados a su vez por la connotación negativa de este vocablo y sus derivados (viejo, envejecer, vejedad, vejestorio…) y por el culto a la juventud y la “belleza” exterior.
Algunos de los prejuicios asociados a esta etapa de la vida tienen que ver con las enfermedades, la dependencia, la soledad o la inactividad. Y nada más lejos de la realidad. Las ganas de vivir, de hacer cosas, de emprender, de aprender y de compartir se mantienen con el paso del tiempo, e incluso pueden aumentar al tener más tiempo libre de cargas laborales o familiares y mayor experiencia vital.

Todas las personas debemos sentirnos libres para hacer en cada momento de la vida lo que deseamos, sin sentirnos presionados por la edad

 
Según el estudio «Un país con ganas», elaborado recientemente por Aquarius y Metroscopia, una de cada tres personas mayores de 55 años tiene la firme intención de emprender este año. Además, el 66% de las personas encuestadas aseguraron que la ilusión por embarcarse en nuevos proyectos aumenta con la edad, así como el deseo de rodearse de personas positivas. Por ello, Aquarius ha lanzado una interesante campaña para desmontar los microviejismos, la cual deseo se convierta en un impulso para cambios más globales y profundos en pro de una sociedad más inclusiva y justa.
Según otro estudio, realizado por Sondea y encargado por Corega, 9 de cada 10 personas encuestadas mayores de 55 años consideran que aún les quedan muchas cosas por hacer (86,20%). También piensan que tienen algunas limitaciones, pero no impedimentos para hacer lo que desean (72%) y que gozan de muchas inquietudes (71%). 6 de cada 10 asegura, incluso, tener más inquietud por aprender cosas nuevas que cuando tenía 30 o 40, realizando más actividades de ocio que a esa edad (60%), lo que aluden a tomarse la vida con más filosofía (84,91%), tener más tiempo libre (78,77%) y una menor afectación por los problemas (62,15%).
Todas las personas debemos sentirnos libres para hacer en cada momento de la vida lo que deseamos, sin sentirnos presionados “por la edad” que la sociedad nos marca. La edad, como medida del tiempo es aceptable, pero no como medida psicológica o constructo social repleto de normas y expectativas que puedan dominarnos. Porque de ser así, seguiremos cayendo en el error de decir frases bastante absurdas en sí mismas que alimentan el edadismo: “no aparento la edad que tengo”, “me siento más joven de lo que soy”, “no me gustan las costumbres de la gente de mi edad”, “tengo un espíritu joven”, etc.
Estudios señalan que cuanta más edad tienen las personas, más aumenta la sensación de diferencia entre la “edad que marca el DNI” y la “edad que sentimos”. Una de las causas de ello, es el fenómeno de la brecha generacional. Cuando miramos hacía las generaciones más veteranas no nos identificamos con ellas, creándonos estereotipos que obviamente no reconocemos cuando nosotros llegamos a esa edad.
Además, varios cambios sociológicos han propiciado alargar la infancia, prolongar la adolescencia, aplazar la emancipación y la reproducción y por ende retrasar “la vejez” como etapa. Ahora ser madre a los 23 es serlo muy joven, y no tener una familia y trabajo estable a los 35 de lo más habitual. Un recién jubilado de 65 años hoy, seguramente tenga más en común en cuanto a su conocimiento de nuevas tecnologías, gustos y referentes culturales con una persona de 50 años que con otra de 80. Las cohortes generacionales ya no son lo que eran, el rápido desarrollo tecnológico, la libertad, el ritmo de vida veloz y el exceso de información, genera a su vez cambios más rápidos a todos los niveles, lo que ya no nos permite hablar de generaciones de 10 años, ni incluso de 5.
Esto trae consigo una buena noticia, y es la disminución de esa brecha generacional, disminuyendo las comparaciones y fomentando la igualdad entre las personas sin tener en cuenta la generación o los años que han vivido. Aliento a una sociedad inclusiva y respetuosa que sienta que dentro de cada cuerpo físico, de cada carcasa orgánica, existe un “yo” en continuo desarrollo y crecimiento que no entiende de “edad”, y que se relaciona de persona a persona en un halo de espiritualidad y vida en el presente. Iniciativas como cincuentopia, luchan por visibilizar y actualizar la imagen de las personas a partir de los 50 años.
El optimismo, la compañía y la ilusión por proyectos futuros ayudan a cuidarse más y a afrontar los problemas de salud que se sufran a cualquier edad

 
Así, retomando el asunto de las ganas de vivir, éstas son y deben ser independientes de los marcajes sociales. Evidentemente, si hablamos de vitalidad, la salud y la autonomía son importantes: una condición física buena ayuda a sentirse más dinámico y anímicamente más alegre y vital, de ahí la importancia de un estilo de vida saludable a lo largo del camino.
Pero la personalidad ocupa también un lugar destacado y determinante. Según un estudio realizado por el Sam and Rose Stain Institute for Research on Aging (SIRA), perteneciente a la Universidad de California en San Diego, la felicidad en las personas veteranas obedece más a una actitud positiva que a la salud que se posea. El optimismo, la compañía y la ilusión por proyectos futuros ayudan a cuidarse más y a afrontar los problemas de salud que se posean, a cualquier edad. El investigador español Luis María Gonzalo Sanz, tras jubilarse y seguir muy activo en el campo de la ciencia, afirmó, a los que aún se sorprendían por ello, que “la curiosidad es un estado de ánimo permanente”.
Laura Carstensen, directora y psicóloga del Centro de Longevidad de la Universidad de Standford (California) asegura que las personas mayores son (al menos estadísticamente) “más felices” que las más jóvenes. Comprobó que en las personas mayores los estados positivos duraban más y los negativos menos; es decir, que con la edad las personas se recuperaban antes cuando se sentían tristes y que cuando estaban alegres les duraba más tiempo.
Datos que coinciden con las teorías de la resiliencia, de las que tanto se habla en los últimos años. Las ganas de vivir, pasan por un balance en positivo de todas las experiencias acontecidas a lo largo del tiempo vivido. Una alta capacidad de resiliencia, nos permitirá sobreponernos ante las adversidades de la vida y, además, sacar experiencias positivas y crecer tras ellas.
Vivamos como si hoy fuera el último día, porque de hecho así puede serlo a cualquier edad. Dejemos a un lado la discriminación por edad, porque de hecho lo recibiremos de vuelta en algún momento. Respeto, armonía y convivencia.
 

Sobre la autora: Estefanía Martín Zarza

Estefanía Martín Zarza es Licenciada en Psicología, Máster en psicogerontología y Cofundadora y actual Secretaria de la Asociación Española de Psicogerontología AEPG.
Coordinadora del curso “Experto en Buen Trato y Atención Centrada en la Persona Mayor” del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid; animadora sociocultural en residencias de personas mayores y docente de cursos de atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones sociales y de talleres de envejecimiento activo y risoterapia.